Por: J.C. Ryle
Leer: Juan 3: 9 -21
Estos versículos nos muestran la fuente original de la que brota la salvación del hombre. Esa fuente es el amor de Dios el Padre. Nuestro Señor le dice a Nicodemo: “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.
Lutero denominó con justicia a este maravilloso versículo “la Biblia en miniatura”. Quizá no haya parte tan importante como las siete primeras palabras: “De tal manera amó Dios al mundo”. El amor del que se habla aquí no es ese amor especial con que el Padre considera a sus propios elegidos, sino la tremenda compasión y misericordia con que considera a toda la raza humana. No está destinado únicamente al pequeño rebaño que ha entregado a Cristo desde toda la eternidad, sino a todo el “mundo” de pecadores sin excepción. Hay un sentido profundo en que Dios ama a ese mundo. Considera a todos los que ha creado con misericordia y compasión. No puede amar sus pecados, pero ama sus almas: “Sus misericordias sobre todas sus obras” (Salmo 145:9). Cristo es el misericordioso don de Dios a todo el mundo.
Asegurémonos de que nuestras ideas acerca del amor de Dios sean escriturarias y precisas. Esta es una cuestión en la que abundan errores en ambos lados. Por un lado debemos cuidarnos de las opiniones vagas y exageradas. Debemos sostener firmemente que Dios odia la maldad y que el final de todos los que persisten en la maldad será la destrucción. No es cierto que el amor de Dios sea “más profundo que el Infierno”. No es cierto que de tal manera amó Dios al mundo que al final toda la Humanidad se salvará, sino que de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo para que sea el Salvador de todos los que creen. Su amor se ofrece a todos los hombres sin reservas, libre, plena y sinceramente, pero solo a través del canal de la redención de Cristo. El que rechaza a Cristo se aísla del amor de Dios y morirá para siempre. Por otro lado, debemos cuidarnos de tener opiniones estrechas y limitadas. No debemos dudar en decir a todo pecador que Dios le ama. No es cierto que Dios no se preocupe de nadie salvo de sus elegidos o que Cristo se ofrezca únicamente a aquellos que han sido ordenados para vida eterna. Hay “bondad y amor” de Dios hacia todo el género humano. Fue a consecuencia de ese amor que Cristo vino al mundo y murió en la Cruz. No vayamos más lejos de lo que está escrito ni seamos más sistemáticos en nuestras afirmaciones que la Escritura misma. Dios no se complace en la muerte del impío. Dios no quiere que ninguno perezca. Dios quiere que todos los hombres sean salvos. Dios ama al mundo (cf. Juan 6:32; Tito 3:4; 1 Juan 4:10; 2 Pedro 3:9; 1 Timoteo 2:4; Ezequiel 33:11).
*John Charles Ryle fue un obispo evangélico anglicano inglés. Fue el primer obispo anglicano de Liverpool y uno de los líderes evangélicos más importantes de su tiempo.
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