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Este artículo forma parte de la serie: «El cristiano con toda la armadura de Dios«

– Cristianos, ¿dejaréis que Herodes y Pilato os avergüencen? Ellos se unieron bajo una fachada pacífica para fortalecer sus manos contra Cristo. ¿No están los creyentes dispuestos a unirse ante el enemigo común del Señor Jesús? Es una tragedia que los marineros discutan mientras el enemigo abre una brecha en la quilla del barco.

– El alma no puede prosperar cuando está inflamada por la lucha; como tampoco el cuerpo físico puede disfrutar de la fiebre. Al igual que ese fuego en el interior debe apagarse para volver a la temperatura normal, así hay que apagar el fuego impropio entre los cristianos.

– Cristo le pide al santo que deje de controlar su propia voluntad y se la entregue a él. A partir del día que entra en el servicio de Cristo, debe responder a la llamada del Salvador con un: “Lo haré”.

– Nadie se agacha para recoger algo sin valor; pero Cristo pide a su pueblo que tomemos la cruz como quienes recogen una perla que encuentran en el suelo.

– Un corazón lleno de gracia seguirá a Cristo al desierto de la aflicción de tan buen grado como la amante que sigue a su amado a un jardín tranquilo para disfrutar de su presencia. Con su Palabra y su Espíritu Cristo satisface al cristiano, haciendo que desee estar con él donde sea.

– Estoy seguro de que hay más oro y plata (esto es, más gozo y consuelo) en el campamento de los que sufren por Cristo, que en los hogares de prosperidad y reposo.

– Ciertamente podemos invocar a Dios en momentos de reposo, pero él quiere que seamos más atrevidos en “el día de la angustia”; nadie encuentra socorro tan inmediato del trono de la gracia como el cristiano que sufre.

– A medida que alguien lucha con las pruebas, Cristo le da consuelo. Ambas mareas suben y bajan juntas.

– El siervo se alienta cuando su amo le cuida hasta llevarle el alimento al campo de batalla. El cristiano no tiene que esperar al Cielo para experimentar el gozo en sus pruebas. Sí, habrá un gran banquete algún día; pero ahora mismo hay un desayuno, hecho con las refacciones que Cristo te da a medida que le sirves. Está ahí para disfrutarlo, en el mismo lugar donde soportas las pruebas más duras de la fe.

– El hombre podría —y Satanás ciertamente lo hará— dejarte desamparado aun después de haber cumplido esmeradamente las tareas que te asigna. Pero puedes tener la seguridad de que si Dios te envía, te traerá a casa sano y salvo. Nunca debes temer que Dios te diga: “¡Arréglatelas solo!”, si fue tu fidelidad lo que te llevó a encontrarte entre espinos.

– El Dios que prefiere hacer un milagro antes que dejar morir a un profeta rebelde en su huida (ya que en el fondo era un buen hombre), seguirá amontonando milagros antes que dejar que te hundas en tu deber por él. No te preocupes si te tiran por la borda antes de ver la provisión de Dios para tu seguridad. Él siempre está ahí, y a menudo muy cerca, como el pez de Jonás: Dios lo envió para llevarlo a la orilla (bajo el agua, en su vientre), antes de saber dónde estaba. Aquello que crees que ha venido para destruirte puede ser el mismo mensajero enviado por Dios para llevarte sano a tierra.

– Algunos están tan atados por su estilo de vida terrenal, que pronto permiten que este les dicte las normas de la felicidad, y al poco tiempo son esclavos del materialismo: “El corazón de ellos anda en pos de su avaricia” (Ez. 33:31), y ya que el dinero es su amo, su corazón lo espera como un perro a los pies de su dueño.

– Un cristiano no puede servir si no está dispuesto a padecer. Esto es así porque todo siervo tiene una cruz que acompaña a su llamamiento. Si nos asusta la cruz, ¿cómo vamos a servir a Cristo?

– La oración es tarea diaria del cristiano, pero no hay forma de complacer a Dios con ella si no decimos: “No se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc. 22:42).

– Si la predicación de Pablo, aun con su extraordinaria habilidad para endulzarla, no complacía al mundo ingrato, sería casi imposible que los que no llegamos al nivel de sus dones ganáramos al mundo sin algún reproche, desprecio y hasta persecución abierta.

– No sirve confesar a Dios si no estamos dispuestos a ponerlo todo a sus pies. Tampoco vale la pena salir en pos de Cristo si no queremos terminar el camino con él, sin volvernos atrás por el mal tiempo.

– Es imposible saborear la vida si no se está dispuesto a perderla.

– El asesino mata una vez, pero el que medita en sus miserias se mata mil veces, cada vez que el temor entra en su mente.

– Mientras más dispuesto esté el cristiano a sufrir por Dios, o a causa de lo que Dios permite, más se complace Él en cuidarlo.

– Cuanto menos valiosos considere el cristiano su propia vida y sus intereses por causa de Cristo, más cuida Dios de evitarle el sufrimiento, o de guardarle en medio del mismo.

– Al rendirnos a la voluntad de Dios aseguramos su cuidado, pase lo que pase.

– ¿No resulta la vida más cómoda cuando nos quitamos de los hombros la pesada carga del temor para pasársela al Padre?

– Cuando uno por fin llega a los pies de Dios y puede rendirse sinceramente, dice: “Señor, aquí estoy, dispuesto a darte todo lo que soy y tengo; mi voluntad se hará cuando tu voluntad se haga en mí”; y entonces el Señor se obligará a cuidar de aquella alma.

Para leer la biografía de William Gurnall, sigue ESTE ENLACE.


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