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Por: JONI EARECKSON TADA*

No lejos de la hacienda en donde me crié había una cantera llamada Sylvan Dell.

Al montar nuestros caballos por el camino de herradura cerca de la cantera, nos cuidábamos de mantenernos en el camino. Eso era porque el terreno —a no menos de seis metros del camino— caía en acantilado vertical al fondo de un profundo abismo.

Mientras cabalgábamos por el camino de herradura, podíamos ver brillantes fragmentos de cuarzo esparcidos por todas partes. Si cabalgábamos al anochecer, las diminutas piedras resplandecían y centelleaban al sol que se ponía. Cuando yo era pequeña, me imaginaba que estábamos cabalgando sobre diamantes. A mis ojos, parecían miles de gemas esparcidas al descuido por el suelo.

Ahora que soy adulta y estoy casada, tengo un diamante real en mi anillo de bodas. Y cuando me lo saco para limpiarlo, ocasionalmente pienso en aquellos fragmentos resplandecientes en nuestro antiguo camino de herradura. Pero mi diamante no acumula polvo ni descuido. De hecho, con regularidad cuido de esa piedrita, restregándola y limpiándola con pasta dental para mantenerla limpia.

¿Por qué la trato tan fielmente? Porque quiero que brille. No quiero que el polvo y la suciedad disminuyan u opaquen el fuego multicolor del corazón de esa piedra cuidadosamente tallada.

Los diamantes, duros como son, pueden aguantar cualquier cantidad de restregamiento. Y la verdad es que, nosotros también. Somos joyas que Dios piensa que pueden recibir un buen restregamiento. En Zacarías 13:9 dice: “La refinaré como se refina la plata, la probaré como se prueba el oro” (NVI).

Dios usa nuestro sufrimiento, por supuesto, como parte de ese proceso de tallado refinador, de limpieza, en esta vida. No estoy glorificando las adversidades o el dolor que se requiere para ser una joya en la corona de Dios, sino que estoy glorificando al Dios que se refleja en la superficie de cualquier sonrisa que aflora batallando arduamente por entre el dolor y los problemas.

Y, ¿qué sucede conforme nos preparamos nosotros mismos para la corona celestial, confiando y obedeciendo a Dios en esta temporada de pérdida, desencanto y dolor? Vaya a saberlo, ¡nos convertimos en joyas relucientes a pesar de nosotros mismos! Todo debido a que escogemos confiar en el Joyero Maestro. Con herramientas de precisión, Él restriega y limpia cualquier suciedad: cualquier actitud díscola, amargada, egoísta, o resentimiento, y continúa tallándonos y refinándonos conforme nos “levantamos y resplandecemos, porque… la gloria del Señor brilla sobre nosotros” (véase Isaías 60:1, NVI).

Tú no tienes que aguantar medio siglo de dolor y parálisis como yo. Tú tienes que batallar con tu propio conjunto de tentaciones, actitudes, y hábitos obstinados de la carne. Y Artesano como lo es, Dios sabe cuáles herramientas precisas usar en tu vida para tallar, limpiar, y refinar el diamante que es tu alma eterna. Muy francamente, el dolor y cincelado no terminará hasta que nosotros, como un diamante, reflejemos la luz más hermosa que este mundo jamás ha visto. El apóstol Pablo lo llamó: “Cristo en ustedes, la esperanza de gloria” (Col. 1:27).

La antigua cantera ahora es un lago, que llena un manantial subterráneo, y nuestro antiguo sendero de herradura está tupido de matorrales y hierbas. Es un lugar pacífico estos días. Los pájaros revolotean entre las ramas de los robles y nogales, y el viento susurra entre las hojas. Cuando mi esposo y yo visitamos el lugar hace unos años, para mí fue como una tajada del cielo, simplemente sentir la serenidad.

Me recordó 1 Reyes 6:7: “En la construcción del templo solo se emplearon piedras de cantera ya labradas, así que durante las obras no se oyó el ruido de martillos ni de piquetas, ni de ninguna otra herramienta”. Cuando Salomón estaba construyendo el templo, Dios quería que fuera un cuadro del cielo. Así que, le dijo a Salomón que las piedras para el templo debían ser labradas en la cantera. Todo el cincelado y martilleo fue hecho en el sitio de trabajo, y no en el lugar del templo.

El mundo es el sitio de trabajo de Dios. La tierra es su cantera, y no siempre es pacífica y agradable. Estamos siendo minados y refinados de la cantera de piedra de este planeta, un lugar ruidoso, con polvo, martilleo, sudor, lágrimas, cincelado, y dolor. Seamos sinceros: duele ser tallado. Pero Dios está labrándote y preparándote para el cielo. Eres una piedra viva que está siendo construida en un templo santo, una “casa espiritual” tal como dice 1 Pedro 2:5.

Amigo y amiga, no eres un guijarro ordinario sin propósito. Eres una piedra viva para edificar el reino. Zacarías 9:16 dice: “En aquel día el Señor su Dios salvará a su pueblo…, y en la tierra del Señor brillarán como las joyas de una corona”.

Pronto el polvo, suciedad, y ruido quedarán atrás. Dios bajará el telón, y algo tan grandioso y glorioso sucederá al fin del mundo que será suficiente para todas nuestras heridas. Así que aguanta un poco más del martilleo, herida y desencanto. Ríndete al cincel. Y alístate para brillar. “Los sabios resplandecerán con el brillo de la bóveda celeste; los que instruyen a las multitudes en el camino de la justicia brillarán como las estrellas por toda la eternidad” (Dn. 12:3, NVI).


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*Joni Eareckson Tada es autora, defensora de los derechos de los discapacitados y fundadora del Centro Internacional de la Discapacidad Joni y Amigos (Joni and Friends International Disability Center) quienes, a través de su Centro Cristiano para la Discapacidad (Christian Institute on Disability), promueve agresivamente la vida, la dignidad humana y el valor de todas las personas desde una perspectiva bíblica. Joni es una de los tetrapléjicos más longevos de la historia, tras haber sufrido un accidente de clavado en 1967.

Tomado originalmente de aquí.

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