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Por: John MacArthur

Este artículo forma parte de la serie: Los dones espirituales

Si habla alguno en lengua extraña, sea esto por dos, o a lo más tres, y por turno; y uno interprete. Y si no hay intérprete, calle en la iglesia, y hable para sí mismo y para Dios. 1 Corintios 14:27-28

En los versículos 27-28 Pablo da cuatro normas para el uso de las lenguas: (1) solo dos o tres personas debieran hablar; (2) debieran hacerlo en turnos; (3) lo que dicen debiera ser interpretado; y (4) si no hay nadie presente que pueda interpretar, no debieran hablar.

Al contrario de los éxtasis paganos que muchos de los cristianos corintios estaban imitando, el Espíritu Santo no trabaja a través de personas que están fuera de control o “matados en el espíritu”. Él ministra todos sus dones por medio de la mente consciente de cada uno de los santos, de los que se dan cuenta de lo que hacen.

Primera, Si habla alguno en lengua extraña, sea esto por dos, o a lo más tres. No debían permitir que en uno de sus cultos más de tres personas hablaran en lenguas, y era preferible que no lo hicieran más de dos. Aunque Pablo ha usado regularmente el singular lengua para referirse al don falsificado, parece evidente que aquí está hablando del auténtico. Muy difícilmente él hubiera dada normas para usar lo falso. Aquí usa el singular lengua para que concuerde con el sujeto alguno en singular, puesto que solo una persona debiera hablar en un momento determinado en lenguas.

Segunda, las referidas dos o tres personas no debieran hablar simultáneamente corno estaban acostumbrados a hacer, sino por turno. El orden, el poder entender y la cortesía demandan dicho procedimiento. El que varias personas se pusieran hablar a la vez en la misma lengua ya hubiera creado de por sí bastante confusión, pero que hablaran en diferentes lenguas hubiera sido para volverse loco.

Una de las más fuertes acusaciones en contra del movimiento carismático moderno es la práctica común de muchas personas que hablan, oran y cantan al mismo tiempo, sin que ninguno preste atención a lo que los demás están haciendo o diciendo. Cada cual funciona por su cuenta, como sucedía en Corinto, y lo hacen en evidente violación del mandamiento de Pablo de hacerlo por turno.

Tercera, y uno interprete. Todo lo que se hablara en lenguas debía ser interpretado y al parecer por un solo intérprete. En la construcción en griego, uno es enfático, indicando que solo uno está involucrado. Los intérpretes en Corinto estaban tan interesados en sí mismos como los que hablaban en lenguas, cada uno tratando de superar al otro. El versículo 26 implica que cada uno, hiciera lo que hiciera, trataba de silenciar a todos los demás. Pablo les dice que, cada vez que se permita a dos o tres hablar por turno, solo uno interprete.

Cuarta, y si no hay intérprete, calle en la iglesia. Aunque hablar en lenguas y traducir esas lenguas eran dos dones diferentes, no tenían que usarlos aparte el uno del otro. Un intérprete no podía ejercer su don a menos que hubiera alguien hablando, y uno que hablaba no debiera ejercer su don a menos que hubiera alguien para interpretarlo. La instrucción de Pablo presupone que la congregación sabía qué creyentes tenían el don de interpretación. Si uno de dichos creyentes no estaba presente, no había razón para hablar en lenguas. La norma era clara y simple: no hay intérprete, no hablar en lenguas en voz alta. El creyente que todavía se sintiera impulsado a hablar, pues que se dedique a meditar y orar que hable para sí mismo y para Dios.

Fragmentos del Comentario MacArthur del Nuevo Testamento: Primera Corintios pág. 447 – 448


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Un comentario en «4 normas para hablar en lenguas – John MacArthur»

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