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Por: Thomas Watson
Juan 10:28 y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.
Si Dios es nuestro Padre celestial, el maligno no prevalecerá. Dios hará que todas las tentaciones de Satanás sean para el bien de sus hijos. Las pruebas los ponen a orar, y eso se convierte en una medicina para su seguridad (ver 2 Corintios 12:8).
Un árbol que es zarandeado por el viento se vuelve más enraizado y asentado; el soplar de la tentación establece a un hijo de Dios en la gracia. Ningún verdadero mal recaerá sobre nosotros. Para el impío, la aflicción es el mal, pero un hijo de Dios mejora en la aflicción. ¿Acaso daña el horno al oro? ¿Qué daño hace la aflicción a la gracia? Solamente la refina y la purifica. Es un gran privilegio el ser liberados, no de la aflicción, sino de su aguijón. Cristo ha extraído el veneno de toda aflicción.
Como Dios es nuestro Padre, podemos acudir con alegría al trono de gracia, y tener confianza de ser escuchados. El título «Padre» toca su corazón. ¿Qué podrá negarle a un hijo suyo? Tenemos un Padre al que orarle, al Espíritu para ayudarnos a orar, y a un abogado para presentar nuestras oraciones. Los hijos de Dios deberían correr a su Padre celestial, en todas sus tribulaciones. Si escucha los clamores de los cuervos, ciertamente escuchará a sus hijos. Nuestro Padre se interpone entre nosotros y el peligro (Hechos 18:10). Él es nuestro escondite (Salmos 27:5). Ningún príncipe estuvo nunca tan bien guardado como nosotros. Si Dios es nuestro Padre, no nos faltará nada que Él considere bueno (Salmos 34:10).
A veces a Dios le agrada mantener a sus hijos en tiempos difíciles, pero es bueno para con ellos. En la prosperidad, se desenfrena el carácter, pero la escasez fue buena para Jacob porque le llevó hasta José. A veces los hijos de Dios deben ver lo vacío del mundo para aprender la plenitud de Cristo. Si Dios considera bueno para ellos tener más cosas del mundo, las tendrán. No dejará que les falte nada bueno.
*Thomas Watson. Predicador Puritano inglés, del que se ignora su genealogía y la fecha de su nacimiento. Estudió con ahínco en el Emmanuel College de la Universidad de Cambridge, llamada la “Escuela de los Santos”, porque allí recibió su educación universitaria un número elevado de los llamados Puritanos, o teólogos evangélicos reformados del siglo XVII
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