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Por: Juan Calvino

Salmos 91:1-4 El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente. Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré. Él te librará del lazo del cazador, de la peste destructora. Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro; Escudo y adarga es su verdad.

Aquellos que habitan en el lugar secreto de Dios, el salmista dice que moran bajo su sombra, en el sentido de que experimentan la rica extensión que alcanza su protección. Las personas buscan generalmente una gran variedad de sitios para esconderse, recurriendo a uno u otro según las diferentes calamidades que amenacen con sucederles. Pero aquí se nos enseña que el único fuerte seguro e impenetrable al que podemos huir es la protección de Dios. Él contrasta la seguridad de aquellos que confían en Dios con lo vacío de cualquier otro tipo de confianza a la que engañosamente nos inclinamos.

La figura de las plumas se emplea en otros lugares de las Escrituras, y expresa hermosamente lo singular del tierno cuidado con el que Dios vigila que estemos seguros. Cuando consideramos la majestad de Dios, no hay nada que sugiera una semejanza como la que se da aquí entre la gallina u otros pájaros, que extienden sus alas sobre sus polluelos para protegerlos y arroparlos. Por así decirlo, para acomodarse a nuestra debilidad, Dios no tiene escrúpulos de descender de la gloria celestial que le pertenece y motivarnos a acercarnos a Él con esta comparación tan humilde. Ciertamente, no hay nada que evite que podamos acudir a Él con la mayor libertad, cuando Él, con tanta gracia, condesciende con nuestra debilidad.

La verdad de Dios

Por la verdad de Dios, que el salmista dice que es su escudo y adarga, hemos de entender la fidelidad de Dios, que nunca abandona a su pueblo en el tiempo de su necesidad. Sin embargo, no podemos dudar de que él tuviese en vista las promesas divina, porque es solo a través de ellas que alguien puede aventurarse a arrojarse sobre la protección de Dios. Sin la palabra no podemos disfrutar de la divina misericordia de la que el salmista ha hablado, así que ahora da testimonio de ella. Antes, usando la comparación de un castillo, enseñó que en Dios disfrutaremos de seguridad. Ahora compara a Dios con un escudo, dando la idea de que Él se pondrá entre nosotros y nuestros enemigos para preservarnos de sus ataques.

*Juan Calvino (1509-1564) fue un reformador francés, pastor y teólogo, considerado entre los más grandes reformadores protestantes, lea más de su biografía en este enlace.


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