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Por: A. W. Pink

Este artículo forma parte de la serie «La seguridad eterna»

Tampoco queremos decir que la verdadera gracia no sea obstaculizada en su obra y sufra una recaída. “El deseo de la carne es contra el Espíritu” (Gá 5:17):al estar uno en oposición al otro, siempre hay una guerra entre ellos, uno de ellos es el más importante hoy y el otro lo será mañana. La perseverancia cristiana debe medirse no tanto por acciones individuales sino por los hábitos más regulares del alma. Así como las funciones del cuerpo pueden verse obstaculizadas por un desmayo o un ataque, las actividades de la mente se pueden ver perjudicadas por el delirio, el fluir de la gracia interior pueden verse interrumpido por el poder de nuestras propias corrupciones naturales. Cuanto más se rinde el santo a las demandas de la carne, más débiles se vuelven las obras iniciales de la gracia. Esa verdadera gracia puede sufrir una recaída grave, aunque no fatal, aparece en los casos de Noé, Abraham, David y Pedro, que se registran para nuestra advertencia y no para nuestra imitación. La salud del alma varía al igual que la del cuerpo, y así como la de este último con frecuencia es consecuencia de nuestro propio descuido e imprudencia, así mismo sucede con el alma.

Tampoco queremos decir que el consuelo de la verdadera gracia no pueda eclipsarse. De hecho, podemos perder el sentido, aunque no la sustancia. La comunión con Cristo se pierde cuando experimentamos una caída, sin embargo, la unión con Él no es interrumpida de la misma manera. La comunión mutua puede suspenderse entre el hombre y la esposa, aunque el nudo conyugal no sea disuelto. Los creyentes pueden estar separados de la sonrisa de Cristo, pero no tanto de su corazón. Si se alejan del Sol de justicia, ¿cómo pueden esperar disfrutar de Su luz y calor? El pecado y la miseria, así como la santidad y la felicidad, están inseparablemente unidos. El camino del transgresor es duro, pero la paz y la alegría caracterizan el de los rectos. Así como el padre sufre cuando permite que su hijo se queme los dedos con una llama para que aprenda a cuidarse del fuego, así Dios permite que su pueblo pierda sus comodidades por una temporada para que puedan probar la amargura del pecado, pero los atrae nuevamente a Él mismo antes de que sean destruidos por esta misma causa.

Tomado del libro «Seguridad Eterna» de A.W. Pink.

*A.W. PinkFue un teólogo, evangelista, predicador, misionero, escritor y erudito bíblico inglés, conocido por su firme postura calvinista y su gusto por las enseñanzas de las doctrinas puritanas


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