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Por: Richard Baxter

Nada hay debajo del Cielo que valga la pena aferrar nuestros corazones, como para cambiarlo por un poco de alegría, placer carnal, riquezas mundanas u honor.

¡Nada puede extinguir el fuego del Infierno!

No existe razón alguna que justifique condenar nuestra alma eterna.

¿El Infierno no será tan ardiente para ti como para los demás?

El Cielo compensará la pérdida de cualquier cosa que sacrifiquemos para obtenerlo, pero nada puede compensar la pérdida del Cielo. Las alegrías del Cielo son de una naturaleza tan pura y espiritual que el corazón de los impíos no puede desearlas.

¿Es posible que alguien tenga una buena razón para condenar su propia alma inmortal? ¿Es la condenación eterna algo deseable? ¿Estás enamorado del Infierno? ¿Qué razón tienes para perecer voluntariamente?

No hay separación entre el pecado y el Infierno.

El Cielo es algo tan precioso que, si lo pierdes, nada puede compensar esa pérdida. El Infierno es algo tan terrible que, si lo sufres, nada puede aliviar tu miseria ni brindarte consuelo.

Si la condenación y el Infierno te resultan agradables, no es de extrañar que sigas en el pecado. ¿Valen más los placeres de este mundo que las alegrías del Cielo? ¿Merecen los sufrimientos del fuego eterno del Infierno?

Los hombres se condenarán a sí mismos por un poco de placer pecaminoso y correrán hacia tormentos interminables por un poco de deleite terrenal.

Es más fácil oír hablar del Infierno que sentirlo. A menos que te conviertas, no eres más que un hombre muerto y condenado.

¡Oh pecador! Si tan solo conocieras una milésima parte del peligro que te acecha y la miseria en la que estás cayendo, ¡te volverías a Dios de inmediato!

*Richard Baxter (1615-1691): Predicador y teólogo puritano y anglicano que nació en Rowton, Shropshire, Inglaterra.


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