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Por: Jeremiah Burroughs*

Este artículo forma parte de la serie: El contentamiento cristiano

El contentamiento cristiano es esa disposición espiritual dulce, interna, tranquila y llena de gracia, que se somete libremente y se deleita en la voluntad sabia y paterna de Dios en todas las condiciones.

Desplegaré esta descripción, porque es un frasco de alabastro de precioso ungüento y muy reconfortante y útil para corazones atribulados y en tiempos y condiciones difíciles.

ES ALGO INTERNO

Digo que el contentamiento es algo interno del corazón, que es dulce y que opera en el espíritu interior. No es solo que no buscamos ayudarnos a nosotros mismos mediante la violencia externa o que nos abstenemos de las expresiones de descontento y murmuradoras con palabras y actitudes perversas en contra de Dios y los demás, sino que es la sumisión interna del corazón. «Verdaderamente mi alma espera en Dios. […] Alma mía, en Dios solamente reposa» (Sal. 62:1, 5). Así está en sus biblias, pero las palabras pueden traducirse correctamente de la siguiente manera: «Alma mía, guarda silencio para con Dios. Calla, alma mía». No solo la lengua debe callar, sino que el alma debe estar en silencio. Muchos pueden estar en silencio, absteniéndose de expresiones de descontento, pero por dentro están hinchados de descontento.

Esto entonces muestra un desorden complicado y una gran perversidad en sus corazones. Y a pesar de su silencio exterior, Dios escucha el lenguaje irritante y molesto de sus almas. El zapato puede verse fino y limpio por fuera, pero por dentro pellizca la carne. Exteriormente puede haber una gran calma y quietud, pero interiormente puede haber una sorprendente confusión, amargura, perturbación y disgusto.

Algunas personas son tan débiles que no pueden contener la inquietud de sus espíritus, pero en palabras y comportamiento revelan las perturbaciones lamentables que hay dentro. Sus espíritus son como el mar embravecido, que arroja nada más que cieno y lodo, siendo problemáticos no solo para ellos mismos sino también para todos los que viven con ellos. Sin embargo, otros pueden contener tales desórdenes del corazón (como lo hizo Judas cuando traicionó a Cristo con un beso), pero aun así hierven internamente, y carcomen como una gangrena.

Así como David habla de algunos cuyas palabras son más suaves que el aceite y la mantequilla, pero hay guerra en sus corazones (cf. Sal. 55:21); y así como en otro lugar dijo que mientras callaba, se envejecían sus huesos (cf. Sal. 32:3); así mismo ocurre con estas personas: pueden tener una calma serena sobre sus lenguas, pero tienen tormentas violentas sobre sus espíritus; pueden guardar silencio, pero sus corazones están turbados e incluso consumidos de angustia e irritación: tienen paz y tranquilidad exteriormente, pero hay guerra que procede de las operaciones rebeldes y turbulentas de su corazón interiormente.

Si la obtención del verdadero contentamiento fuera tan fácil como guardar silencio exteriormente, no habría gran necesidad de su aprendizaje. Se podría tener con menos fuerza y habilidad que lo que el apóstol tuvo e incluso que lo que un cristiano común tiene o puede tener. Por lo tanto, ciertamente hay mucho más en ello de lo que se puede obtener con dones comunes y el poder ordinario de la razón, que a menudo refrena la naturaleza. Es un asunto del corazón.

Fragmentos tomados del libro «La rara joya del contentamiento cristiano», puede obtener más detalles de este libro AQUÍ.

*Jeremiah Burroughs (1599-1646) fue amado por su predicación y su espíritu amable y fue perseguido por su inconformidad con la Iglesia de Inglaterra. Sintiéndose obligado a huir a Holanda por un tiempo, finalmente regresó a Inglaterra y predicó en las congregaciones de Stepney y Cripplegate en Londres, dos de las congregaciones más grandes de Inglaterra. También sirvió como miembro de la Asamblea de Westminster hasta su muerte en 1646.


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