Por: Richard Baxter
1. Si Dios no es el señor de tu familia, el diablo lo será. Y si no se sirve a Dios primero en ella, la carne y el mundo ocuparán su lugar. Espero no tener la necesidad de decirte qué señores tan malos son estos, cuán malvadas sus obras y qué mala su paga.
2. Si consagras tu familia a Dios, Él será su Protector. Se ocupará de su seguridad y provisión como de quien le pertenece. ¿Acaso no necesitas un Protector así? ¿Podrías tener Uno mejor u ocuparte tú del bienestar y de la seguridad tanto tuya como de los tuyos, de un modo más excelente? Y si tu familia no es de Dios, son sus enemigos y están bajo su maldición como rebeldes…
3. Una familia santa es un lugar de consuelo, una iglesia de Dios. ¡Qué gozo será para ustedes vivir juntos a diario, con la esperanza de que todos volverán a reunirse y a vivir juntos en el cielo! ¡Pensar que esposa, hijos y siervos serán, en breve, conciudadanos tuyos de la Jerusalén celestial! ¡Qué agradable unirse con un solo corazón y mente en el servicio de Dios y en sus alegres alabanzas! ¡Qué encantadores serán los miembros de la familia cuando cada uno lleve la imagen de Dios! ¡Qué abundancia de disputas y desdichas se evitarán, cosas que el pecado produciría entre ellos a diario! Y cuando cualquiera de ellos muera, ¡con cuánto consuelo estarán los demás junto a su lecho y acompañarán su cadáver a la tumba, teniendo buenas esperanzas de que el alma sea recibida en la gloria por Cristo! Sin embargo, si tu familia es impía, será como un nido de avispas o como una cárcel, llena de desacuerdos e irritaciones. Te resultará doloroso mirar a tu esposa o a tus hijos a la cara y pensar que lo más probable es que acaben en el infierno. Su enfermedad y su muerte será diez veces más dura para ti sabiendo de su final lamentable e inadvertido.
4. Tu familia tiene una necesidad tan constante de Dios que Él te ordena que le sirvas constantemente. Así como todo hombre tiene sus necesidades personales, también las familias tienen las suyas, que Dios debe suplir o serán unos desdichados. Por tanto, el deber familiar debe ser tu trabajo.
5. Las familias santas son seminarios de la Iglesia de Cristo en la tierra y es mucho lo que recae sobre ellas para mantener el interés de la fe cristiana en el mundo. De ahí proceden los santos magistrados, cuando los hijos de grandes hombres tienen una santa educación. ¡Y qué bendición para los países que cuentan con ellos! De ellas surgen santos pastores y maestros para las iglesias, quienes como Timoteo reciben santas instrucciones de sus padres y la gracia del Espíritu de Cristo en su tierna infancia. Muchas congregaciones, felizmente alimentadas con el pan de vida, pueden darle gracias a Dios por los esfuerzos de un pobre hombre o mujer que ha educado a un hijo en el temor de Dios (2 Ti. 3:15) para que fuera su santo y fiel maestro. Aunque el aprendizaje se imparte en las escuelas, la piedad procede con mayor frecuencia de la educación de unos padres cuidadosos. Cuando los hijos y los criados asisten a la Iglesia con una mente que entiende, piadosa y preparada, las labores del pastor serán de gran beneficio para ellos; recibirán lo que oyen con fe, amor y obediencia. Tener un rebaño así, será un gran gozo para el ministro y para todos los que sean así y se reúnan en santa asamblea y adoren a Dios con un corazón alegre. Tales adoradores serán aceptables para Dios. Sin embargo, cuando las familias se juntan en crasa ignorancia, con unos corazones no santificados, están ahí sentadas como imágenes, comprendiendo muy poco de lo que se dice, vuelven a su hogar sin haber hecho mucho progreso, a pesar de las labores del ministro. Los movimientos de su lengua y cuerpo son la mayor parte de la adoración que elevan a Dios, pero no le ofrecen sus corazones, en fe y amor, como sacrificio a Él; tampoco sienten el poder y la dulzura de la Palabra ni lo adoran en espíritu y en verdad (Jn. 4:24).
6. En una época en que las iglesias están corrompidas y los buenos ministros escasean, y los malos engañan a las personas o son deficientes en su trabajo, no queda mejor provisión que las familias piadosas para llevar adelante la piedad. Si los padres y los maestros enseñan a sus hijos… con fidelidad, adoran a Dios con ellos en santidad y de manera constante, y los gobiernan con cuidado y en orden, esto cubrirá, en gran parte, la falta de enseñanza pública, de adoración y de disciplina. Es mi deseo que Dios agite así los corazones de las personas para que hagan que sus familias sean como pequeñas iglesias para que no quede a merced del poder de los malos gobernantes o pastores extinguir la fe cristiana o desterrar la piedad de ningún país. Y es que,
7. La enseñanza, la adoración y la disciplina familiar tienen muchas ventajas de las que las iglesias carecen. 1. Tú solo tienes a unos cuantos que enseñar y gobernar, y el pastor tiene a muchos. 2. Los tuyos siempre están contigo y puedes hablarles tan oportunamente y con la frecuencia que quieras, ya sea a todos juntos o uno por uno; él no puede hacerlo. 3. Están ligados a ti por la relación, el afecto y el pacto, así como por sus propias necesidades e intereses; con él lo están de otro modo. La esposa y los hijos confían más en tu amor hacia ellos que en el del ministro, y el amor abre el oído al consejo. Los hijos no se atreven a rechazar tus palabras porque puedes corregirlos o hacer que su estado en este mundo sea menos confortable. Sin embargo, el ministro todo lo hace mediante la escueta exhortación y, si los echa de la iglesia por su impenitencia, no pierden nada por ello en el mundo. Y, a menos que no sea por una ardiente persecución, las familias no tienen tantas restricciones en cuanto a la sana doctrina, la adoración y la disciplina, como suelen tener las iglesias y los ministros. ¿Quién te silencia o te prohíbe catequizar y enseñar a tu familia? ¿Quién te prohíbe orar o alabar a Dios con ellos, tan frecuentemente como puedas y con todas tus fuerzas? ¿Acaso muchos padres no muestran una hipocresía autocondenadora cuando se quejan de los que son crueles perseguidores —de aquellos que nos prohíben a nosotros, ministros, predicar el evangelio —, pero descuidan la enseñanza de sus propios hijos… aunque nadie se lo impide (tan difícil es ver nuestros propios pecados y nuestro deber en comparación con los de otros hombres)?
8. Tienes obligaciones mayores y más cercanas para con tu familia que las que tienen los pastores para con todas las personas. Tu esposa es como tu propia carne; tus hijos son, por así decirlo, partes de ti mismo. La naturaleza os ata con el afecto más tierno y, por tanto, con el mayor deber hacia ellos. ¿Quién debería preocuparse más por el alma de los hijos que sus propios padres? Si tú no provees para ellos y los matas de hambre, ¿quién los alimentará? Por tanto, si alguna vez has tenido corazón de padre, si te importa lo que ocurra con las almas de tus hijos para siempre, conságralos a Dios, enséñales su Palabra, edúcalos en santidad, frénalos de pecar y prepáralos para la salvación.
Texto extraído del ebook Consejo a los padres reformados – Richard Baxter, puede descargar HACIENDO CLIC AQUÍ
*Richard Baxter (1615-1691): Predicador y teólogo puritano y anglicano que nació en Rowton, Shropshire, Inglaterra.