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Por: John MacArthur

Este artículo forma parte de la serie: Los dones espirituales

La segunda evidencia que el don de lenguas terminó con los apóstoles es que su propósito como una señal judicial del juicio de Israel cesó de aplicarse en aquel tiempo. Pablo recuerda a los corintios: “En la ley está escrito: En otras lenguas y con otros labios hablaré a este pueblo; y ni aun así me oirán, dice el Señor” (1 Co. 14:21; cp. Is. 28:11-12). En otras palabras, debido a que Israel se negó a escuchar y a creer cuando Dios les habló en lenguaje claro, el profeta dijo que vendría el día cuando les hablaría en un lenguaje que no podrían entender, como un testimonio contra su rechazo de Dios.

Las lenguas no fueron dadas como una seña a los creyentes “sino a los incrédulos”(1 Co. 14:22), específicamente a los judíos incrédulos. Con la destrucción del templo por el general romano Tito Vespasiano en el año 70 d.C., lo que quedó del judaísmo como religión fue una sombra de lo que había sido. Con la desaparición del templo, el sistema de sacrificios quedó también destruido, y quedó eliminada la necesidad (le un sacerdocio judío. A partir de ese momento resultó imposible cumplir con los requerimientos del Antiguo Testamento. Cuando tuvo lugar la destrucción, unos quince años después de que Pablo escribiera esta carta, la necesidad de las lenguas como una serial judicial para Israel ya no tenía valor. No hay tampoco necesidad hoy de una señal de que Dios ha dejado a Israel y se ha extendido al mundo.

Tercera, las lenguas cesaron porque eran unos medios inferiores de edificación. Cuando son interpretadas correctamente, las lenguas tienen la habilidad de edificar en una forma limitada (1 Co. 14:5; 12-13; 27-28). Pero el propósito primario de 1 Corintios 14 es demostrar que las lenguas eran un medio inferior de comunicación (vv. 1-12), un medio inferior de alabanza (vv. 13-19) y un medio inferior de evangelización (vv. 20-25). Las lenguas proveían una edificación limitada e inferior, mientras que la profecía es muy superior en todo sentido (vv. 1, 3-6), 24, 29, 31, 39). Cinco palabras dichas de forma inteligente e inteligible en lenguaje común son mucho más valiosas que diez mil palabras en lengua desconocida” (v. 19).

Cuarta, el don de lenguas ha cesado porque su propósito como una señal de confirmación de la autoridad y doctrina apostólicas terminó cuando quedó completado el Nuevo Testamento. Hablar en lenguas de forma genuina involucraba una revelación directa de Dios al que hablaba, aunque era una revelación velada que siempre necesitaba traducción o interpretación, a menudo incluso para el mismo que hablaba (1 Co. 14:27- 28). Sin embargo, la revelación de Dios quedó completa cuando se terminó de escribir el Nuevo Testamento, y nada hay que añadir o quitar (Ap. 22:18-19). Terminó así el propósito confirmador de las lenguas.

Quinta, es razonable pensar que las lenguas han cesado porque su uso se menciona solamente en los libros más tempranos del Nuevo Testamento. En realidad, la mayoría de los libros no los mencionan. Pablo solo habla de ellos en esta carta (1ra Corintios), y Santiago, Pedro, Juan y Judas no dicen nada sobre el particular. El libro de Hechos no se refiere a las lenguas después de 19:6. Parece claro por los registros del Nuevo Testamento que las lenguas no solo dejaron de ser un tema a tratar, sino que cesaron de ser practicadas antes del final de la era apostólica. En ninguna parte en las epístolas se manda o se encarece a los creyentes que las practique o que las tengan como un ejercicio espiritual.

Por último, el don de lenguas ha cesado evidentemente, desde la era apostólica, porque ha reaparecido solo de forma irregular y cuestionable a lo largo de diecinueve siglos de la historia de la iglesia. No encontramos que se hable o se aluda al don de lenguas en los escritos de los Padres de la iglesia. Clemente de Roma escribió una carta a la iglesia corintia en el año 95, solo unas cuatro décadas después de que Pablo escribiera 1 Corintios, y al considerar algunos problemas en la iglesia, no menciona las lenguas. Al parecer tanto el uso como el abuso de ese don había terminado Justino Mártir, el gran padre de la iglesia del siglo segundo, visitó muchas de las iglesias de su tiempo y, no obstante, en sus voluminosos escritos no dice nada acerca del don de lenguas. Ni siquiera aparece mencionado en sus varias listas de dones espirituales. Orígenes, un erudito brillante que vivió durante el tercer siglo, no menciona las lenguas. En sus escritos Contra Celso argumenta explícitamente que los dones señales de la época apostólica fueron temporales y que ya no se practicaban por los cristianos de su tiempo. Crisóstomo, quizás el escritor más importante posterior al Nuevo Testamento, que vivió desde 347 a 407, al escribir sobre 1 Corintios 12 declara que las lenguas y los otros dones milagrosos no solo habían dejado de existir, pero que ni siquiera se podía definir con exactitud. Agustín, en su comentario sobre Hechos 2:4, escribió: “En los primeros tiempos el Espíritu Santo descendió sobre los creyentes y hablaron en lenguas. Estas fueron señales adaptadas para aquel tiempo, porque era necesaria aquella señal del Espíritu Santo. Aquello fue hecho para apoyarlos, pero ya ha desaparecido”.

Los teólogos e historiadores de los primeros siglos de la iglesia sostienen por unanimidad que las lenguas cesaron después del tiempo de los apóstoles. La única excepción que conocemos fue dentro del movimiento dirigido por Montano, un hereje del segundo siglo que creyó que la revelación divina continuaba por medio de él más allá del Nuevo Testamento.

Al parecer no se volvió a mencionar en el cristianismo la práctica de hablar en lenguas hasta los siglos diecisiete y dieciocho, cuando apareció en varios grupos católico romanos en Europa (cevenolos y jansenistas) y entre los shakers de Nueva Inglaterra. Los irvingitas del Londres del siglo diecinueve fueron conocidos por pretensiones no bíblicas de revelaciones y de “hablar en lenguas”. Durante más de 1800 años, el don de lenguas, junto con otros dones de milagros, fueron desconocidos en la vida y la doctrina del cristianismo ortodoxo. Luego, al principio del siglo XX, las lenguas se convirtieron en un asunto importante dentro del llamado movimiento de santidad, una parte importante del cual se transformó en el pentecostalismo moderno. El movimiento carismático, que comenzó en 1960, llevó la práctica de hablar en lenguas fuera de los límites del pentecostalismo y la introdujo en otras muchas denominaciones, iglesias y grupos, tanto católicos como protestantes, llenando el vacío de una vida espiritual auténtica con falsas experiencias.

Muchos carismáticos defienden como bíblico el uso moderno del don de lenguas como parte de las señales de los últimos días de Joel (2:28-32) y citadas por Pedro en su sermón de Pentecostés (Hch. 2:17-21). Pero al examinar cuidadosamente esos pasajes se hace evidente que la profecía no tiene que ver con Pentecostés ni con los tiempos modernos. Por lo que antecede en Joel 2 vemos que el tiempo se refiere a la segunda venida de Cristo (de la que Pentecostés fue solo un ejemplo), cuando el Señor “[hará] alejar de vosotros [Israel] al [ejército] del norte” (v. 20), poco antes del establecimiento del reino milenario y el pueblo escogido de Dios se vuelva a Él (vv. 21-27; cp. Ez. 36:23-38). Solo “después de esto” (v. 28) aparecerán las señales milagrosas en el cielo y en la tierra.

No tuvo sangre, columnas de huno, ni oscurecimiento del sol ni la luna cambió a sangre asociados con Pentecostés. Tampoco han ocurrido cosas semejantes en los tiempos modernos. Pedro no dijo que Pentecostés estuviera cumpliendo por completo la profecía de Joel, porque obviamente no fue así. Sí dijo que las señales milagrosas limitadas que habían sucedido poco antes de que él comenzara su sermón eran solo una visión de señales mayores y de mayor alcance que ocurrirían en “los postreros días” (Hch. 2:17). No hay ninguna explicación aquí para la reaparición moderna de las lenguas o ele otros dones ele milagros.

Algunos carismáticos mantienen también que la “lluvia temprana y tardía” de Joel 2:23 se refieren respectivamente al derramamiento del Espíritu Santo en Pentecostés y en los tiempos modernos. Pero la lluvia temprana era la literal precipitación que venía en el otoño y la lluvia tardía era la que caía en la primavera. Lo que Joel está diciendo es que Dios hará que las cosechas crezcan abundantemente en el reino, como los siguientes versículos (24-27) indican con gran claridad.

George N. H. Peters, un erudito bíblico del siglo XIX, dijo: El bautismo de Pentecostés es una promesa de cumplimiento en el futuro, evidenciando que el Espíritu Santo ministrará todavía en el siglo venidero”. Helmut Thielicke, un teólogo contemporáneo, describe los milagros del primer siglo, incluyendo las lenguas, como “el relampaguear del reino de Dios en el horizonte”

Fragmentos del Comentario MacArthur del Nuevo Testamento: Primera Corintios pág 418 – 421

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Un comentario en «El don de lenguas ya no está vigente – John MacArthur»
  1. No estoy de acuerdo qué los dones o las manifestaciones del Espíritu Santo sesaron Dios no quiere que seamos prodigos pero tampoco como el hijo qué quedó en casa que al final le reclamo al Padre no darle nada cuando teniendolo todo No usaba nada aunque le pertenecía si vivimos o tratamos de vivir una vida en Santidad ni siquiera es de nosotros es El quien produce el querer como el hacer pero esta en nosotros tomar todo lo que Dios nos dejas para llevar y proclamar las Buenas Nuevas de CRISTO tomar todo lo que Dios El Padre Nos dio es parte del Regalo de Nuestra Salvación… Amén

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