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Por: Octavius Winslow

Y cuando él (el Consolador) venga, convencerá al mundo de pecado.
JUAN 16:8

Este es el gran oficio del Espíritu y esta es Su primera obra antes de llevar al alma a descansar en el gran sacrificio por el pecado. Ni un paso dará el alma hacia Cristo hasta que esa alma haya sido traída culpable y condenada por la ley de Dios. Y esta es la obra del Espíritu.

«Ningún hombre —dice el excelente Newton— se sintió o se sentirá jamás como un pecador perdido, miserable y odioso a menos que sea convencido poderosa y sobrenaturalmente por el Espíritu de Dios». ¿Y cuál es el instrumento por el cual el Espíritu convence poderosa y sobrenaturalmente del pecado? Respondemos: la Ley. «Por medio de la ley es el conocimiento del pecado» (Ro. 3:20). «La ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo» (Gá. 3:24).

La ley, introducida en la conciencia por el Espíritu Santo, condena al hombre y lo lleva a condenarse a sí mismo; pone a la vista la santidad de Dios, la pureza e inflexibilidad de cada precepto, la contrasta con la injusticia, la culpa y la miseria del pecador, y así postra el alma en el polvo, exclamando con toda la bajeza de la autoacusación: «La ley es santa, justa y buena, pero yo soy culpable, culpable, culpable». Por medio de este instrumento —la ley de Dios— el Espíritu Santo eficazmente convence al alma del pecado y la humilla delante de Dios.

*Octavius Winslow (1808-1878): Pastor no conformista; nacido en Londres, Inglaterra, criado en Nueva York, enterrado en el cementerio de Abbey, Bath, Reino Unido. 


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