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Por: James Durham

¿Quién ha creído a nuestro anuncio? ¿y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová? Isaías 53:1

Jesucristo y lo que le concierne (las buenas y gozosas nuevas de un Salvador y su anuncio de ellas) es la obra muy propia de un ministro y el gran tema de la predicación de un ministro. Su obra propia es dar a conocer a Cristo. O tomémoslo así: Cristo es el tema original sobre el que debe desarrollarse toda predicación. Este es el anuncio del que habla aquí el profeta y, en efecto, así fue para Juan y los otros Apóstoles, y así debe ser para todos los ministros. Cristo Jesús y lo que concierne a su Persona, naturalezas y oficios; conocerle y darle a conocer en sus oficios de Sacerdote, Profeta y Rey: Sacerdote en su sufrimiento y satisfacción de la justicia; Profeta en la revelación de la voluntad de Dios; Rey para subyugar las concupiscencias y corrupciones de la gente; y conocerle y darle a conocer de la manera por la cual los pecadores —tanto predicadores como oyentes— pueden llegar a tenerle para sí mismos.

Este, este es el tema de toda predicación y toda predicación debe ser nivelada en esta marca. Pablo es perentorio en esto. “Me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a este crucificado” (1 Co. 2:2), como si hubiera dicho: “No me ocuparé de otra cosa, sino que me dedicaré a esto”. No sólo se abstendrá de inmiscuirse en ocupaciones civiles, sino que dejará a un lado su erudición, elocuencia y sabiduría humana, y hará de la predicación de Cristo crucificado su gran obra y estudio.

La razón de esto es que Cristo está en una cuádruple relación con la predicación. (1) Toda predicación consiste en explicarlo a Él: “De este dan testimonio todos los profetas” (Hch. 10:43). Y lo mismo hacen los cuatro evangelios y las epístolas apostólicas, que son como otras tantas predicaciones de Él; y aquella predicación que no está en relación con Él, está fuera del texto y de la marca

(2) Él es presentado como el fundamento y la base de la predicación, de modo que la predicación sin Él [carece] de fundamento y es como construir, por así decirlo, un castillo en el aire. “Yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo” (1 Co. 3:10-11) —dando a entender que toda predicación debe estar enmarcada y en consonancia con este fundamento—.

(3) Él se levanta como el gran fin de la predicación, no solo para que los oyentes lo conozcan en sus juicios, sino para que lo tengan en alto en sus corazones y afectos. “No nos predicamos a nosotros mismos” (2 Co. 4:5), es decir, no solo no nos predicamos a nosotros mismos como el tema, sino que no nos predicamos a nosotros mismos como el fin de nuestra predicación; nuestro objetivo no es ser grandes ni muy respetados, sino que nuestro fin en la predicación es engrandecer a Cristo.

(4) Él está en relación con la predicación, dado que Él es el poder y la vida de la predicación, sin Quien ninguna predicación puede ser eficaz, ni ningún alma puede ser cautivada y llevada a Él. Por eso dice Pablo: “Nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero [no pueden soportar oírle], y para los gentiles locura; mas para los llamados… Cristo, poder de Dios y sabiduría de Dios” (1 Co. 1:23-24).

*James Durham (1622-1658): Influyente pactante escocés y ministro presbiteriano; nació y murió en Escocia, Reino Unido.

Tomado de Colección de sermones de James Durham: Cristo Crucificado: La mé- dula del Evangelio en 72 sermones sobre Isaías 53 (Collected Sermons of James Durham: Christ Crucified: The Marrow of the Gospel in 72 Sermons on Isaiah 53), Vol. 2, ed. Coldwell (Dallas, TX; Grand Rapids, MI: Naphtali Press; Reformation Heritage Books, 2017), 83-87


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