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Por: Paul D. Tripp.

Este artículo forma parte de la serie: «Nuevas Misericordias cada mañana» de Paul D. Tripp

Hoy enfrentarás tentaciones, pero no lo harás solo, porque un Espíritu guerrero vive dentro de ti y lucha a tu favor.

Lo hice por mis hijos una y otra vez. En ocasiones ellos ni siquiera se percataban de que lo había hecho. Lo hacía en momentos en que ellos no podían hacerlo por sí mismos. Lo hice con dedicación y gozo porque sabía cómo era el mundo que los rodeaba y conocía la vulnerabilidad de sus corazones. ¿Qué es esto que hacía como padre? Hacía todo lo posible para proteger a mis hijos del mal.

Yo sabía que ellos minimizarían u olvidarían dos realidades muy importantes. Primero, no comprendían que habían nacido en un mundo dramáticamente corrupto y que no funciona como Dios lo había diseñado. Olvidaban que cada mañana despertaban en un mundo caído donde la maldad existe. No entendían que esto significaba que enfrentarían muchos tipos de tentaciones cada día de sus vidas. Sus ojos verían cosas que, en Su plan original, Dios no tenía planeado que vieran. Sus oídos escucharían cosas que no deberían escuchar. Los placeres seductores y engañosos del pecado serían puestos a su disposición, una y otra vez.

Segundo, ellos también buscarían minimizar u olvidarían el pecado que habita en su interior. Parecían no comprender que su mayor peligro no era el mal fuera de ellos, sino el pecado que acechaba con poder en sus corazones. Esto significa que no entendían cuán vulnerables eran ante las voces seductoras del pecado que les susurraban cada día. Y, cuando te olvidas de cuán vulnerable eres, no tomas precauciones para tu protección. Así que yo sabía que tenía que trabajar no solo para proteger a mis hijos del ambiente perverso, sino que, más importante aún, debía también protegerlos de ellos mismos.

Dios conoce que todos somos muy parecidos a mis hijos. Nosotros también minimizamos la maldad en nuestro mundo y minimizamos el poder del pecado y, cuando hacemos esto, no nos protegemos de las tentaciones como deberíamos. ¿Acaso no es bueno saber que Dios, en Su gracia, ha puesto a Su Espíritu guerrero dentro de nosotros? Él lucha a favor nuestro, incluso en aquellos momentos que no nos percatamos que debemos luchar (lee Gálatas 5:16-26). ¿No es bueno saber que, a pesar de vivir en un mundo corrupto y que tenemos aún pecado en nuestro interior, Dios constantemente lucha a nuestro favor? ¡Eso es gracia!

Para profundizar y ser alentado: Isaías 42


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