Por: D.A. Carson*
¿Cómo, entonces, hay que entender la relación entre el amor y la ira de Dios? Existe cierto dicho evangélico que reza que Dios odia el pecado, pero ama al pecador. Hay un pequeño elemento de verdad en estas palabras: Dios no tiene más remedio que odiar el pecado, pero sería erróneo concluir que Dios no tiene más remedio que odiar al pecador. Hay que mantener una diferencia entre la opinión que Dios tiene del pecado y su opinión sobre el pecador. No obstante, el dicho (Dios odia el pecado, pero ama al pecador) es falso y hay que rechazarlo. En los primeros cincuenta salmos, se nos dice catorce veces que Dios odia al pecador, que su ira está sobre el mentiroso, etcétera. Según la Biblia, la ira de Dios descansa tanto sobre el pecado (Romanos 1:18ss.) como sobre el pecador (Juan 3:36).
Nuestro problema, en parte, es que en la experiencia humana, la ira y el amor normalmente se sitúan en compartimentos mutuamente excluyentes. El amor da paso a la ira, o la ira da paso al amor. Quizás vayan algo unidos en nuestra respuesta a una travesura de uno de nuestros hijos, pero normalmente no pensamos que una persona colérica es amorosa.
Pero eso no es lo que ocurre con Dios. La ira de Dios no es un enojo implacable y ciego. Por muy duro que resulte, es una respuesta completamente razonable e intencionada a una ofensa contra su santidad. Pero su amor, como vimos en el último capítulo, es uno de sus atributos y no es generado porque el amado sea digno de amor. Así que no es intrínsecamente imposible que la ira y el amor se dirijan hacia el mismo individuo o persona a la vez. Dios, que es perfecto, tiene que airarse contra los portadores de su imagen que sean rebeldes, porque le han ofendido; Dios, que es perfecto, tiene que amar a los portadores de su imagen que son rebeldes, porque es esa clase de Dios.
Fuente: Carson, D.A. (2001). La difícil doctrina del amor de Dios, pág 79 – 80. Publicaciones Andamio.
* Donald Arthur Carson es un teólogo, predicador, misionero, escritor y erudito bíblico Canadiense-estadounidense conocido por ser profesor emérito de Nuevo Testamento en Trinity Evangelical Divinity School y cofundador de Coalición por el Evangelio
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