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Por: A. W. Pink

Este artículo forma parte de la serie «La seguridad eterna»

Un “santo” es aquel que es santificado o separado. Primeramente, él es uno de los elegidos por el Padre desde antes de la fundación del mundo y ha sido predestinado para ser conforme a la imagen de su Hijo. Segundo, él es uno de los que fueron redimidos por Cristo, quien dio su vida en rescate por ellos. Tercero, él ha sido regenerado por un milagro de gracia, traído de la muerte a la vida y, por lo tanto, separado de aquellos que están muertos en pecado. Cuarto, él es habitado por el Espíritu Santo, por lo cual ha sido sellado para el día de la redención. Pero ¿cómo puedo saber si soy o no un santo? Al autoexaminarme imparcialmente a la luz de las Sagradas Escrituras para ver si poseo el carácter y la conducta de uno de estos.

Un “santo” es aquel cuya espalda está hacia el mundo y su rostro hacia Dios; cuyos afectos se sienten atraídos por las cosas de arriba, quien anhela la comunión con su Amado, quien se aflige por lo que en sí mismo desagrada a Dios, quien toma conciencia de sus pecados y se los confiesa a Dios, quien en oración se esfuerza por caminar como cristiano, pero quien todos los días llora sus muchas ofensas.

Tomado del libro «Seguridad Eterna» de A.W. Pink.

*A.W. PinkFue un teólogo, evangelista, predicador, misionero, escritor y erudito bíblico inglés, conocido por su firme postura calvinista y su gusto por las enseñanzas de las doctrinas puritanas


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