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Por: Max Lucado

Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia. Hebreos 10.22

La fe no nace en una mesa de negociaciones donde damos nuestros dones a cambio de la bondad de Dios. La fe no es un premio que se otorga a los más capacitados. Ni es un premio concedido a los más disciplinados. Tampoco es un título legado a los más religiosos.

Fe es lanzarse desesperadamente desde el bote del esfuerzo humano que naufraga y orar que Dios esté allí para sacarnos del agua. El apóstol Pablo escribió acerca de esta clase de fe:

«Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obra, para que nadie se gloríe» (Efesios 2.8–9).

La fuerza suprema en la salvación es la gracia de Dios.

En el Ojo de la Tormenta


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