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Por: R. C. Sproul.

Este artículo forma parte de la serie «Qué buena pregunta«

Creo que el Nuevo Testamento enseña que el mundo entero nace bajo las consecuencias de una naturaleza caída debido al pecado de Adán y Eva. El Nuevo Testamento repite esta idea frecuentemente: “Cuando Adán pecó, el pecado entró en el mundo . . . [e] introdujo la muerte.” Esto ha ocasionado muchas protestas teológicas. ¿Qué clase de Dios castigaría a todas las personas con las consecuencias del pecado de un solo individuo? De hecho, parece ser contrario a la enseñanza del profeta Ezequiel. Él reprendió al pueblo de Israel cuando dijeron que los padres habían comido las uvas agrias y los hijos tenían la dentera. El profeta dijo que Dios trata a cada persona conforme a su propio pecado. No me castiga por lo que hizo mi padre, ni castiga a mi hijo por lo que hice yo, aunque las consecuencias puedan extenderse sobre tres o cuatro generaciones. El mensaje en Ezequiel parece ser que la culpa no se transfiere de una persona a otra.

Esto hace que la pregunta sea aún más desconcertante. A manera de protesta, queremos decir: “No a la condenación sin representación judicial.” No queremos ser considerados responsables por algo que hizo otro, aunque en nuestro propio sistema de justicia hay ocasiones en que reconocemos un cierto nivel de culpabilidad por lo que otra persona hace mediante una conspiración criminal.

Por ejemplo, yo puedo contratarlo a usted para matar a alguien. Pese a estar lejos de la escena del crimen y a no apretar el gatillo, puedo ser enjuiciado por asesinato en primer grado. Lo que usted hizo fue cumplir mi deseo. Aun cuando yo no apreté el gatillo, soy culpable del intento y la intención maliciosa que usted ejecutó.

Usted puede decir que es una analogía pobre de la Caída porque nadie contrató a Adán para pecar contra Dios en mi nombre. Obviamente no lo hicimos. Él fue designado para ser el representante de toda la raza humana. Nuevamente, pensamos que eso es difícil de aceptar porque no nos gusta ser considerados responsables por lo que hace nuestro representante si no hemos tenido la oportunidad de elegirlo. No elegimos a Adán para representarnos. Esa es una de las razones por las cuales nos gusta tener el derecho de elegir a nuestros representantes en el gobierno: las acciones que ellos llevan a cabo en el ámbito político tienen consecuencias tremendas sobre nuestra vida. No podemos estar todos en el Congreso promulgando las leyes. Nos gusta elegir a nuestros representantes con la esperanza de que representarán con acierto nuestros deseos y aspiraciones.

No hay momento de la historia humana en que fuéramos representados más perfectamente que en el Jardín del Edén, porque nuestro representante fue elegido infaliblemente por un Dios perfectamente santo, perfectamente justo y omnisciente. Así que no puedo decir que yo habría actuado en forma diferente a Adán.

Un último punto: si objetamos que Dios permite a una persona actuar en lugar de otra, eso sería el fin de la fe cristiana. Nuestra redención completa descansa sobre el mismo principio, que somos redimidos a través de las acciones de Cristo.

Tomado de ¡Qué buena pregunta! Copyright © 1996 por R.C. Sproul.  


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