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Por: David Wilkerson.

Dios ofrece una promesa maravillosa a todos los que eran culpables de pecados horribles:

– Aquellos cuyos actos eran sanguinarios con el hedor del infierno

– Aquellos que abusaron de sus cuerpos con alcohol, drogas, perversiones, fornicaciones.

– Aquellos que tragan su saliva cuando piensan cuán cerca estuvieron de caer de cabeza en el infierno.

La promesa de Dios para ellos es que pueden estar de pie con gran gozo en el día del juicio, sin un rastro de temor. Él garantiza:

«Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana» (Isaías 1:18).

No importa cómo haya sido tu pasado, Dios ya no te ve como eras antes. En lugar de eso, te has transformado en su novia preciosa, agradable y sin defectos. Él está esperando tu presencia en la jubilosa fiesta matrimonial.

¿Podría un novio que espera con ansias el día de su boda, acusar repentinamente de iniquidad a su esposa? Ningún novio haría eso. Puedes preguntarte: «¿Pero acaso Jesús no va a juzgar toda maldad?” Sí, lo hará. Pero el Cristo con el que vas a reunirte en ese día es el mismo Cristo que te ha perdonado, que te ha llamado, que te ha comprado con su propia sangre, que te ha limpiado y que ha intercedido por ti todos estos años.

Cuando estés de pie ante Jesús, vas a verlo como tu esposo, tu redentor, tu amigo, tu abogado y tu intercesor. Y, en ese momento, vas a estar completo en él, sin falta, sin mancha ni arruga, santo y libre de culpa.

Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados” (Colosenses 2:13).


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