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Por: John MacArthur

Este artículo forma parte de la serie: «Devocional Acércate a Dios«

«[Fuimos] predestinados… a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo» (Efesios 1:11-12).

En la salvación, como en todo lo demás, Dios es preeminente. Él merece todo el crédito.

La palabra preeminencia implica posición suprema, representar a uno que sobresale sobre todos los demás en una característica o logro particular. Solo Dios es en verdad preeminente, muy digno.

Efesios 1:12 destaca esa verdad. Tú fuiste redimido y se te concedió una herencia eterna para que Dios sea glorificado. Tú, en realidad, te beneficias enormemente de la salvación, pero el punto principal es la gloria de Dios.

Nuestra cultura centrada en el hombre no comparte esa perspectiva. Por desdicha, su incesante búsqueda y su mentalidad autoglorificadora se han infiltrado en la iglesia, al punto que el mismo evangelio ha estado sujeto a su influencia. Por ejemplo, a veces se define al pecado por el modo en que afecta al hombre, no por cómo deshonra a Dios. La salvación es presentada, a menudo, como un medio para recibir lo que Cristo ofrece, no como un mandato para obedecer lo que Él ordena. Muchos evangelistas modernos han reducido el evangelio a poco más que una fórmula por la cual las personas pueden lograr una vida feliz y más satisfactoria. El enfoque ha cambiado de la gloria de Dios al beneficio del hombre.

Ese evangelio complicado nutre el fuego del amor propio y la autoexaltación. Como creyentes, sabemos eso muy bien. Sabemos que el propósito de nuestra vida es glorificar a Dios. En otras palabras, vivir para su gloria es tener el control de todo lo que hacemos.

¿Qué propósito superior o más noble podría permitir la vida? «Olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante», dijo el apóstol Pablo, «prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús» (Filipenses 3:13-14). Mantén ese objetivo muy claramente en tu pensamiento y en todo lo que hagas hoy. Al hacerlo, tu día será «para la alabanza de la gloria [de Dios]».

Sugerencias para la oración: Alaba a Dios por su preeminencia en todas las cosas. Ora para que se te presenten oportunidades para hablar con otros acerca de la preeminencia de Cristo, recordando que ellos verán eso en tus acciones y en tus palabras.

Para un estudio más profundo: Lee Job 38:1 a 42:6. ¿Cómo convenció Dios a Job de su incomparable conocimiento y de su  poder? ¿Cuál fue la respuesta de Job?


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