Por: Paul D. Tripp.
Lamentablemente, muchos no consideramos la oración una herramienta poderosa en las manos de Dios que sirve para guardarnos y acercarnos a Dios, proteger nuestros corazones del pecado, nutrir nuestro amor por nuestro Salvador y participar en la obra del reino de Dios que abarca toda la historia y el mundo entero. Si no consideramos así la oración, nuestra tendencia será verla como una práctica espiritual de último recurso. Será como: “si nada más funciona, entonces oremos”. Las Escrituras declaran que la oración del justo “puede mucho” (Stg. 5:16).
La oración es comunión viva y real con el Rey de reyes. Es ser invitado al Lugar Santísimo, ese lugar al cual el Espíritu lleva nuestros gemidos al Padre. La oración no se limita a pedir por la obra del Señor; es hacer la obra del Señor. Hay muchas cosas que necesitan llevarse a cabo y que somos completamente incapaces de lograr. La oración presenta esos asuntos delante de Aquel que tiene tanto el poder como la voluntad de hacer la obra del evangelio y producir el fruto del evangelio que ningún ser humano podría realizar o producir jamás.
En oración presentamos en clamor lo que somos incapaces de hacer solos. Oramos para tener ojos para ver lo que nuestros ojos cegados por el pecado nunca verían sin la intervención divina. Oramos para rendir verdaderamente nuestro corazón y por un cambio duradero en él. Oramos para que Dios nos rescate de nosotros mismos y nos conceda el deseo y el poder de combatir la tentación. Sin embargo, no oramos solo por nosotros mismos; también intercedemos a favor de otros y por la salud y el crecimiento de la iglesia. Presentamos delante de nuestro Padre a personas reales que luchan con asuntos reales e importantes. Presentamos delante de Dios las necesidades específicas de su iglesia. Al hacerlo, seguimos el ejemplo del Señor, orando para que el nombre de Dios sea venerado y que su reino venga, que su voluntad sea hecha aquí mismo, ahora mismo, donde Él nos ha puesto. En oración cerramos nuestros corazones a la adoración del mundo y nos entregamos a la adoración de nuestro Padre celestial.
La clase de oración que he descrito no se realiza en unos breves minutos en una mañana atareada. Es una oración que requiere tiempo, disciplina y compromiso, pero que nunca debe ser una carga. La oración es una invitación amorosa del Rey Salvador a ser partícipes de la obra más importante a la que podrías entregarte: la redención.
Fragmentos tomados del libro «¿Realmente crees? del pastor Paul D. Tripp
*PAUL DAVID TRIPP es pastor, conferencista y autor galardonado de mayor venta. Con más de 30 libros y series de videos sobre la vida cristiana, la pasión que impulsa a Paul es conectar el poder transformador de Jesucristo con la vida cotidiana.
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Excelente artículo!!!! Dios les bendiga ricamente!