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Por: Thomas Brooks
Este artículo forma parte de la serie: Enmudecido bajo la disciplina de Dios.
«Descansa en el Señor y (o como dice el hebreo: «Guarda silencio ante el Señor») espera en Él con paciencia>> (Sal. 37:7). Te ordeno, oh alma mía, no hablar entre dientes o murmurar; te ordeno, oh alma mía, que enmudezcas y guardes silencio bajo la mano aflictiva de Dios.
Así como Cristo ordenó a los vientos agitados, y los mares furiosos y rugientes: «Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza» (Mt. 8:26), así mismo la conciencia le ordena al alma que se aquiete y enmudezca: «Espera al Señor; esfuérzate y aliéntese tu corazón. Sí, espera al Señor» (Sal. 27:14 NBLH).
¡Paz, oh alma mía! Guarda silencio, deja de hablar entre dientes o murmurar, deja de quejarte, deje de irritarte e inquietarte, y pon tu mano sobre tu boca, y enmudece. La conciencia apacigua y calma todos los tumultos y alborotos que hay en el alma, por razonamientos similares como los del escribano de Éfeso que calmó aquel alboroto: <<Porque peligro hay de que seamos acusados de sedición por esto de hoy, no habiendo ninguna causa por la cual podamos dar razón de este concurso» (Hch. 19:40).
¡Oh, alma mía! Calla y enmudece, de lo contrario algún día serás juzgado por todas esas murmuraciones, alborotos y pasiones que hay en ti, ya que no hay motivo suficiente por el que debes murmurar, disputar o reñir, bajo la justa mano de Dios.
Tomado del libro de Thomas Brooks “El cristiano enmudecido bajo la disciplina de Dios” pág 37 -39
*Thomas Brooks (1608-1680): Predicador congregacional; autor de Preciosos remedios contra las artimañas de Satanás (Precious Remedies against Satan’s Devices). Lee más datos biográficos EN ESTE ENLACE.