Por: Juan Calvino.
Este artículo forma parte de la serie: 365 días con Juan Calvino.
Se alegró por tanto mi corazón, y se gozó mi alma; mi carne también reposará confiadamente. Salmo 16:9
LECTURA ADICIONAL RECOMENDADA: Nehemías 8:9-12
En este versículo el salmista elogia el fruto inestimable de la fe. Bajo la protección de Dios, no solo disfrutamos de tranquilidad mental, sino que también vivimos con gozo y alegría. El componente esencial de una vida feliz es la tranquilidad de conciencia y de espíritu, mientras que no existe mayor infelicidad que estar atosigado por múltiples cuitas y temores.
Los impíos, por muy embriagados que estén con su mentalidad necia e irreflexiva, no experimentan un gozo verdadero o una serenidad mental; en lugar de eso, les invade la angustia con frecuencia y les empuja a despertar de su letargo. En resumidas cuentas, el regocijo sereno es privativo de quien ha aprendido a depositar su confianza exclusivamente en Dios, y a encomendar su vida y su seguridad a la protección de él.
Cuando estemos rodeados de problemas, tengamos la convicción de que el único remedio es dirigir nuestra mirada a Dios. Si lo hacemos, la fe no solo tranquilizará nuestras mentes, sino que también nos devolverá la plenitud del gozo. Y eso no carece de fundamento, puesto que los creyentes verdaderos no solo se gozan por el afecto que sienten en lo más íntimo de sus corazones, sino que también lo manifiestan con sus lenguas glorificando a Dios como su protector y el garante su salvación.
MEDITACIÓN: La vida cristiana se caracteriza por un gozo profundo y verdadero hasta en medio de la aflicción. ¿Conoces esta clase de fe? ¿De qué manera dirigir la mirada a Dios nos reporta paz bajo cualquier circunstancia?
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*Juan Calvino (1509-1564) fue un reformador francés, pastor y teólogo, considerado entre los más grandes reformadores protestantes, lea más de su biografía en este enlace.