No olvides compartir ...

Por: A. W. Pink

En tiempos de prosperidad. Cuando la providencia sonríe y otorga dones temporales, el cristiano tiene entonces una gran razón para guardar su corazón con toda diligencia, por eso este es el tiempo en el que estamos inclinados a crecer sin ningún problema, sin orgullo ni mundanalidad. Por eso le fue advertido a Israel «Cuando Jehová tu Dios te haya introducido en la tierra que juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob que te daría, en ciudades grandes y buenas que tú no edificaste, y casas llenas de todo bien, que tú no llenaste, y cisternas cavadas que tú no cavaste, viñas y olivares que no plantaste, y luego que comas y te sacies, cuídate de no olvidarte de Jehová, que te sacó de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre» (Deuteronomio 6:10–12).

Ay de aquellos que no atienden a esta exhortación. Muchas advertencias son dadas en las Escrituras. Por ejemplo, de Uzías leemos «Mas cuando ya era fuerte, su corazón se enalteció para su ruina» (2 Crónicas 26:16).

Dios le dijo al rey Tiro «y a causa de tus riquezas se ha enaltecido tu corazón» (Ezequiel 28:5). De Israel leemos «Y tomaron ciudades fortificadas y tierra fértil, y heredaron casas llenas de todo bien, cisternas hechas, viñas y olivares, y muchos árboles frutales; comieron, se saciaron, y se deleitaron en tu gran bondad. Pero te provocaron a ira, y se rebelaron contra ti, y echaron tu ley tras sus espaldas, y mataron a tus profetas que protestaban contra ellos para convertirlos a ti, e hicieron grandes abominaciones» (Nehemías 9:25–26).

Y de nuevo leemos «de su plata y de su oro hicieron ídolos para sí» ( Oseas 8:4).

Es triste leer pasajes como los anteriores y, aún más, porque hemos visto lo mismo repitiéndose en nuestros días. La mirada puesta en lo terrenal ha prevalecido, la complacencia de la carne, la entrega al pecado, todo ha sido visto entre los que profesan ser cristianos. Cuánto ha decaído la piedad práctica, cuán desaparecida está la auto negación, cuanta codicia y desenfreno hay en la gran mayoría de esos que se dicen ser pueblo de Dios. Sin embargo, así como grande era su pecado, mucho mayor fue el de la mayoría de los predicadores, quienes en vez de advertir, guiar, reprender, y colocar un ejemplo de sobriedad, lo que hicieron fue permanecer en silencio frente a los pecados de sus oyentes, y más bien ellos mismos son los que animan al gasto imprudente de dinero y la satisfacción de los deseos mundanos.

Entonces, ¿cómo el cristiano guarda su corazón de estas cosas en los tiempos de prosperidad?

– Reflexiona seriamente en las tentaciones peligrosas y engañosas que acompañan a una condición próspera, muy pocos, pero muy pocos de los que viven en la prosperidad y los placeres de este mundo escapan de la perdición eterna. «Otra vez os digo, que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios» (Mateo 19:24).

Por un lado, las multitudes han sido llevadas al infierno en lujosos carros llenos de comodidades terrenales, mientras que un puñado ha sido enviado al cielo por medio de la vara de la aflicción. Recordemos también que muchos del propio pueblo del Señor tristemente han decaído en tiempos de éxito en el mundo. Cuando Israel estaba en una condición pobre en medio del desierto, ellos eran santos para el Señor (Jeremías 2:3); pero cuando se alimentaron en los pastos de Canaán, ellos dijeron «Somos libres; nunca más vendremos a ti» (Jeremías 2:31).

– Busca diligentemente la gracia de Dios para atender a esta palabra, «Si se aumentan las riquezas, no pongáis el corazón en ellas» (Salmos 62:10). Esas riquezas podrían serte dadas para probarte; no sólo son completamente inciertas, sino que no puedan satisfacer el alma, y sólo te hacen perecer. Recordemos que Dios no estima más a un hombre por estas cosas: Él nos estima por las gracias espirituales, y no por las posesiones materiales: «en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia» (Hechos 10:35).

– Recuerda y considera el terrible día venidero de juicio final, donde seremos juzgados de acuerdo a las misericordias recibidas: «a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará» (Lucas 12:48). Todavía cada uno de nosotros debe dar cuenta de nuestra mayordomía.

Tomado de «Cristianismo práctico» de A. W. Pink. 

*A.W. PinkFue un teólogo, evangelista, predicador, misionero, escritor y erudito bíblico inglés, conocido por su firme postura calvinista y su gusto por las enseñanzas de las doctrinas puritanas


Puedes seguirnos en FacebookTelegram Youtube. También puede suscribirse a nuestro boletín por correo electrónico.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *