Por: A. W. Tozer.
Daniel 4:34-35 Mas al fin del tiempo yo Nabucodonosor alcé mis ojos al cielo, y mi razón me fue devuelta; y bendije al Altísimo, y alabé y glorifiqué al que vive para siempre, cuyo dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades. Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces?
La desaparición gradual de la idea y sentimiento de majestad de la Iglesia es a la vez una señal y un presagio. La revolución de la mente moderna ha tenido un alto precio, que se hace más evidente con el paso de los años. Hemos hecho de nuestro Dios un siervo que espera a nuestra voluntad. Decimos «El Señor es mi pastor», en lugar de «El Señor es mi pastor», y esto supone un mundo de diferencia. Necesitamos restaurar la idea perdida de soberanía, no sólo como doctrina, sino como fuente de una solemne emoción religiosa. Necesitamos quitar de nuestra mano moribunda el cetro de sombra con el que nos imaginamos que gobernamos el mundo. Necesitamos sentir y saber que no somos más que polvo y cenizas, y que Dios es quien dispone los destinos de los hombres.
¡Cuán avergonzados deberíamos estar los cristianos de que un rey pagano nos enseñara a temer a la Majestad de lo alto! Porque fue el rey Nabucodonosor, en su castigo, quien dijo: «Alcé mis ojos al cielo y mi entendimiento volvió a mí, y bendije al Altísimo, y alabé y honré al que vive para siempre, cuyo dominio es dominio eterno, y su reino es de generación en generación. Y todos los habitantes de la tierra son considerados como nada, y él hace según su voluntad en el ejército del cielo y entre los habitantes de la tierra; y nadie puede detener su mano, ni decirle: ¿Qué haces?»
*A. W. Tozer fue un pastor cristiano estadounidense, predicador, escritor, editor de revista y conferenciante bíblico, lea la biografía de Tozer EN ESTE ENLACE.
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