1. ¿Por qué un creyente es paciente? Porque espera por la venida del Señor. Puede soportar cosas difíciles sin murmurar. Sabe que el tiempo se acerca. Espera tranquilamente por el Rey.
2. Un creyente es paciente porque espera que su Señor regrese pronto. Su tesoro está en el cielo, las mejores cosas para él están aún por venir. El mundo no es su descanso, aunque es un hostal, un hostal que no es su hogar. Sabe que “Aquel que vendrá, vendrá pronto y no tardará”. Cristo viene y eso es suficiente
3. La mismísima presencia de Cristo será el gozo eterno de los habitantes del cielo.
4. ¡Cuán dulce y glorioso hogar será el cielo para todos aquellos que han amado al Señor Jesucristo con sinceridad!
5. Ay, cuán poco preparados para el cielo están muchos de los que hablan de ir al cielo cuando mueren, dado que manifiestamente no poseen una fe salvadora o una real relación con Cristo, dado que no dan a Cristo ningún honor aquí, dado que no tienen ninguna comunión con Él, dado que no lo aman.
6. Los edificios religiosos, los números de los servicios religiosos, ceremonias maravillosas, tropas de hombres –todo, todo es nada a la vista de Dios si el Señor Jesucristo en todos Sus Oficios no es honrado, magnificado y exaltado. Es una iglesia con un cuerpo muerto aquella en que Cristo no lo es todo.
7. Debemos ser los embajadores para llevar las nuevas sobre el Hijo del Rey a un mundo rebelde, y si enseñamos a los hombres a pensar más en nosotros mismos y en nuestra tarea en lugar de Él no somos aptos en nuestro hacer.
8. Aprendamos la absoluta inutilidad de una religión sin Cristo. Son demasiados los hombres y mujeres bautizados que prácticamente no saben nada sobre Cristo.
9. El Dios del cielo ha sellado y ha apuntado a Cristo como el único Salvador y camino de vida y todos los que vayan a ser salvados deben salvarse por Él, o nunca lo serán en absoluto.
10. Una religión sin Cristo nunca salvará su alma.
11. Aprendamos de la enorme locura de unir cualquier cosa con Cristo en materia de salvación.
12. Hay multitudes de hombres y mujeres bautizados que profesan honrar a Cristo pero en realidad le hacen gran deshonor.
13. No me importa aquel que enseña esta religión y sobre cuyas palabras usted construye. Sea este papa o cardenal, arzobispo u obispo, decano o archidecano, presbítero o diácono, episcopal o presbiteriano, bautista o independiente, hermano de Wesley o Plymouth. Cualquiera que agrega algo a Cristo mal le enseña.
14. No me importa lo que usted agregue a Cristo. Sea esto la necesidad de adherirse a la iglesia de Roma, o de ser episcopal, o ser un hombre de iglesia independiente, o abandonar la liturgia, o ser sumergido en el bautismo – cualquier cosa que pueda agregar virtualmente a Cristo en materia de salvación, está lesionando a Cristo.
15. Esté alerta de dar a los sirvientes de Cristo el honor que nadie excepto Cristo merece.
16. Esté alerta de no dejar la carga de su alma en otra cosa que no sea Cristo, y sólo Cristo.
17. Debe existir una fe real en Cristo o de otro modo Cristo murió en vano en lo que a usted respecta. No es mirar el pan que alimenta al hambriento, sino comerlo realmente. No es mirar fijamente el bote que salva al marinero del naufragio, sino subirse a él. No es saber y creer que Cristo es un Salvador, que puede salvar su alma, a menos que exista una real transacción entre usted y Cristo.
18. ¿Tiene fe? Es una bendición que no tiene precio. Felices son realmente aquellos que están deseosos y preparados a confiar en Jesús. Sin embargo, tome cuidado de no hacer un Cristo de su fe. No descanse en su propia fe sino en Cristo.
19. El nombre de Jesús es el único nombre por el cual podremos obtener una entrada a través de la puerta a la gloria eterna. Si vamos a llegar delante de esa puerta por nuestros propios nombres, estamos perdidos, no seremos admitidos y golpearemos en vano. Si vamos en el nombre de Jesús, que es un pasaporte y sello de origen, entraremos y viviremos.
20. La marca de la sangre de Cristo es la única marca que nos puede salvar de la destrucción. Cuando los ángeles separen a los hijos de Adán en los últimos días, si no tenemos la marca con la sangre expiatoria, sería preferible no haber nacido nunca.
21. Debemos estar contentos de ir al cielo como mendigos, salvados por gracia gratuita, simplemente como creyentes en Jesús o nunca seremos salvos en absoluto.
22. ¿Hay una alma orgullosa y ceremoniosa entre los lectores de este libro? ¿Hay alguien pensando hacerse a sí mismo adecuado para el cielo, y suficientemente bueno para pasar libremente a causa de sus propias obras? Hermano, usted está construyendo un Babel y nunca alcanzará el cielo en su actual estado.
23. Ningún santo alcanzó el cielo con ninguna historia excepto por esta: “fui lavado y emblanquecido con la sangre del Cordero” (Apo. 7:14)
24. Cristo es la gran raíz de la cual cada creyente debe extraer su fortaleza para seguir adelante.
25. Mirándolo a Él se volverá como Él. Mirándolo a Él, su rostro brillará sin saberlo. Mírese menos a sí mismo y más a Cristo y encontrará que sus pecados residentes cejarán y lo abandonarán y sus ojos serán abiertos más y más cada día.
26. El verdadero secreto para salir del desierto es abandonarse al Amado (Cant. 8:5).
27. La verdadera forma de ser fuerte es darse cuenta de nuestra debilidad y sentir que Cristo debe ser todo.
28 El verdadero camino para crecer en gracia es hacer uso de Cristo como una fuente para las necesidades de cada minuto.
29. ¡Me apeno por aquellos que tratan de ser santos sin Cristo! Toda su labor es en vano. Están poniendo dinero en un saco roto. Están derramando agua en un cedazo. Están haciendo rodar una enorme piedra redonda colina arriba. Están construyendo un muro con mortero sin templar.
30. No hay compasión como la de Cristo. En todas nuestras aflicciones, Él se conduele. Sabe de nuestras penas. En todos nuestros dolores, Él se duele y es el buen médico, Él no nos dará ni una gota de dolor de más.
31. ¡Oh, a usted que desea consolación que no falla, le encomiendo a Cristo! Sólo en Él no hay fallas.
32. Un verdadero cristiano tiene una buena esperanza cuando mira adelante; el hombre mundano no tiene ninguna. Un verdadero cristiano ve la luz a la distancia; el hombre mundano no ve nada más que oscuridad.
33.Recuerde, miles de veces es mejor estar sin dinero y sin salud y sin amigos y sin compañía y júbilo que estar sin Cristo.
34. Despierte a un sentido más profundo del lamentable estado de aquellos que están “sin Cristo”. Frecuentemente, se nos recuerda de aquellos que están sin alimentos, ropa, escuela o iglesia. Compadezcámonos de ellos, ayudémoslos en la medida en que podamos. No obstante, nunca olvidemos que hay personas cuyo estado es aún más lamentable. ¿Quiénes son? ¡La gente “sin Cristo”!
35. ¿Tenemos parientes sin Cristo? Compadezcámonos de ellos, oremos por ellos, hablemos al Rey de ellos, esfuércese en evangelizarlos. No dejemos ninguna piedra sin remover en su esfuerzo por traerlos a Cristo.
36. Nada prueba tan concluyentemente la naturaleza humana perdida como la carencia general y común del apetito espiritual. La vasta mayoría está ahora intensamente sediento por dinero, por poder, por placer, por rango, por honor, por distinción. Para seguir causas perdidas, cavar por oro, tartar de abrir un camino a través de la gruesa bóveda de hielo al Polo Norte; para esta clase de objetivos no existe falta de aventureros y voluntarios. ¡Fiera e incesante es la competencia para estas coronas corruptibles! Pero pocos, verdaderamente, en comparación, son aquellos que están sedientos por la vida eterna. No es de sorprenderse que el hombre natural sea llamado “muerto”, “dormido”, “ciego” y “sordo” en las Escrituras.
37. Las universidades pueden conferir grados, y las escuelas pueden impartir conocimiento sobre todos los misterios pero no pueden hacer a los hombres sentir el pecado. Darnos cuenta de nuestra necesidad espiritual y sentir verdadera sed espiritual es el ABC en el cristianismo salvador.
38. Es Su oficio (de Dios) recibir a los pecadores. Es Su agrado darles perdón, vida y paz.
39. La mano de un hombre puede tomar una piedra de la tumba y mostrar a los muertos; sin embargo, ninguno, excepto Jesús puede decir a los muertos ¡“Vengan y vivan”! (Jn. 11:41-43).
40. Está escrito una y otra vez que “cualquiera que crea no morirá, sino que tendrá vida eterna” (Jn. 3:15, 16). A aquel que no trabaja pero que cree en Aquel que justifica a los impíos, su fe es contada por justicia (Rom. 4:5).
41. Para Dios es tan fácil hacer una cosa como decirla. Cualquier cosa que Él promete, Él ciertamente la hará.
42. Mientras tenga una comunión más cercana con Cristo más reconfortado se sentirá.
43. Aquel que desea ser salvo, entre los lectores de este mensaje, que sepa este día que los primeros pasos hacia el cielo son un profundo sentido de pecado, y una humilde estima de sí mismos.
44. Feliz es aquel que ha aprendido a acercarse a Dios con la oración del recolector de impuestos: “¡Dios, se misericordioso conmigo, un pecador!” (Luc. 18:13)
45. Otros pueden trabajar por una corona corruptible pero un ministro de Cristo trabaja por una corona incorruptible.
46. Conocer la perfección inefable de Dios y nuestra propia e inmensa imperfección, ver nuestra propia inefable defectuosidad y corrupción es el ABC de la religión salvadora.
47. Por Él todas las almas salvadas han entrado al cielo, desde Adán hasta hoy, y sin Él nadie nunca ha escapado del infierno.
48. Vendrá un tiempo cuando el pecado sea expulsado de este mundo. La maldad no florecerá sin castigo. Satanás no reinará para siempre, la creación no gemirá siempre por esa carga.
49. La vestimenta de nuestro Hermano Mayor, la justicia de Cristo, es la única túnica que puede cubrirnos y habilitarnos a pararnos en la luz del cielo sin vergüenza.
50. El más pobre de los hombres que comprende su Biblia sabe más de religión que los filósofos más sabios de Grecia y de Roma.
51. Leamos la Biblia reverente y diligentemente, con la sincera determinación de creer y practicar todo lo que encontremos en ella.
52. Nunca leamos la Biblia sin antes pedir en oración que el Espíritu Santo nos enseñe. Solo Él puede aplicar la Verdad a nuestros corazones y hacer que lo que leemos nos sea de provecho.
53. Conocer a Cristo es vida eterna. Creer en Cristo es tener paz con Dios. Seguir a Cristo es ser un verdadero cristiano. Estar con Cristo será un Cielo en sí mismo.
54. Nunca podremos escuchar demasiado acerca del Señor Jesucristo.
55. Nadie que tenga parte en la naturaleza humana puede estar fuera del alcance de la conmiseración y compasión de Cristo.
56. Nuestros pecados quizá hayan sido tan graves y tan grandes como los de cualquiera de los hombres que cita S. Mateo, pero no pueden cerrarnos la puerta del Cielo si nos arrepentimos y creemos en el Evangelio.
57. Nos basta saber que para Aquel que hizo el mundo, nada es imposible.
58. Aquel que se aferra al pecado, aún no es salvo.
59. Las almas que desean la salvación pueden acercarse al Padre sin temor, y acceder a ella con confianza por medio de Jesucristo.
60. Debemos tener muy firme en nuestras mentes que nuestro Salvador es perfectamente hombre, así como perfectamente Dios, y perfectamente Dios, así como perfectamente hombre. Si olvidamos siquiera una vez esta gran verdad fundamental, podemos caer en temibles herejías.
61. Todo el poder en el Cielo y en la Tierra es suyo [de Jesús] . Nadie puede arrebatarnos de su mano.
62. Si de veras creemos en Jesús, nuestro corazón no debe tener preocupación ni temor.
63. Podemos confiarle absolutamente todas nuestras aflicciones. Él no nos rechazará. –
64. Podemos derramar nuestros corazones en oración delante de Él sin temor, sin guardarnos nada. Él puede compadecerse de su pueblo.
65. Un hombre puede tener mucho, y aun así perecer eternamente.
66. Un poco de gracia es mejor que muchos dones. Los dones por sí solos no salvan a nadie, pero la gracia conduce hasta la gloria.
67. No nos avergoncemos de creer en Jesús y confesarlo, aunque todos los que nos rodeen permanezcan indiferentes y escépticos.
68. Grandeza y riqueza son posesiones peligrosas para el alma. Aquellos que procuran tenerlas no saben lo que hacen. Son cosas que hacen caer a los hombres en muchas tentaciones.
69. ¿Pensamos que la causa de Cristo depende del poder y el patrocinio de los príncipes? Si es así, nos equivocamos.
70. El Señor Jesús es justo el Salvador que necesitan quienes sufren y están afligidos. Él sabe bien lo que queremos decir cuando le contamos nuestros problemas en oración.
71. No le ocultemos nada. Hagámoslo nuestro amigo íntimo. Derramemos nuestros corazones delante de Él. Él ha experimentado grandemente la aflicción.
72. Los verdaderos cristianos nunca deberían angustiarse por la persecución de otros hombres. Puede que ellos sean débiles y que sus enemigos sean fuertes, pero aun así no deberían tener miedo.
73. El Señor vive para siempre. Sus enemigos son meramente hombres. la Verdad prevalecerá siempre.
74. Es un grave pecado ser codicioso y mundano y orgulloso; pero ser pobre no es ningún pecado.
75. El dinero que tengamos y el sitio donde vivamos no importa tanto como lo que somos a los ojos de Dios.
76. El orgullo es el pecado más antiguo y más común; la humildad es la virtud más escasa y más hermosa.
77. Por naturaleza estamos muertos, ciegos y dormidos en el ámbito espiritual.
78. Es necesario que se nos recuerde que hay un Infierno además de un Cielo, y un castigo eterno para los impíos además de vida eterna para los piadosos.
79. Habría que recordarles con frecuencia que Jesús nunca los desamparará ni los dejará: Él los mantendrá a salvo mientras los guía en esta vida, y al final les dará la gloria eterna.
80. Recordemos que si hemos de ser salvos, no solo debemos crucificar la carne y vencer al mundo, sino también “resistir al diablo”.
81. El arma principal que debemos utilizar para resistir a Satanás es la Biblia.
82. La Palabra es “la espada del Espíritu”; nunca pelearemos una buena batalla si no la empleamos como arma principal.
83. Es de temer que no nos dedicamos suficientemente a la lectura de la Biblia. No basta tener el Libro: debemos leerlo, y orar por nuestra lectura.
84. No deberían olvidar nunca que tienen un poderoso Amigo en el Cielo, que se compadece de ellos en todas sus tentaciones y puede compartir todas sus ansiedades espirituales.
85. No hay un oficio tan honroso como el de predicador; no hay un trabajo tan importante para las almas de los hombres.
86.Los días más gloriosos de la Iglesia han sido aquellos cuando se ha honrado la predicación; los días más tenebrosos de la Iglesia han sido aquellos cuando se la ha tenido en poca estima.
87. La necesidad del arrepentimiento es una de las grandes piedras que constituyen los cimientos del cristianismo; es una verdad que debe presentarse insistentemente a toda la Humanidad sin excepción.
88. No hay un corazón dolido que Él no pueda sanar; no hay una conciencia herida que Él no pueda curar.
89. Caídos, aplastados, magullados y apestados como estamos por causa del pecado, Jesús puede, por su sangre y Espíritu, restablecernos por completo. Lo único que tenemos que hacer es pedírselo.
90. Hay demasiadas razones para temer que muchas personas bautizadas desconocen la enseñanza del Nuevo Testamento por completo.
91. No se puede aceptar que pasemos nuestras vidas ociosamente, pensando y actuando como los demás, si afirmamos pertenecer a Cristo, como pueblo suyo. –
92. ¿Tenemos la gracia? Entonces se debe poder ver. ¿Tenemos el Espíritu? Entonces tiene que haber fruto. ¿Tenemos una religión salvadora? Entonces debe haber una diferencia entre nuestras costumbres, gustos y actitudes y las de quienes solamente piensan en el mundo.
93. Guardémonos de despreciar el Antiguo Testamento, bajo ningún pretexto. No escuchemos nunca a aquellos que nos dicen que debemos ponerlo a un lado por ser un libro obsoleto, anticuado e inútil.
94. ¿Nos resulta imposible hacer bien a nuestros enemigos? Si es así, podemos estar seguros de que aún necesitamos convertirnos. (cdryle
95. ¡Cuántos hay que “hacen para sí tesoros, pero no son ricos para con Dios”! ¡Cuántos hay que nunca dan ni unas pocas monedas para el bien de los cuerpos y de las almas de otros hombres!
96. No debemos dar como si quisiéramos que todo el mundo viera lo generosos y caritativos que somos, y deseando la alabanza de nuestros semejantes.
97. La gloria de Dios es lo primero que deben desear los hijos de Dios. – J.C. Ryle (cdryle
98. La auténtica felicidad es una sumisión perfecta a la voluntad de Dios.
99. No debemos esperar que nuestras oraciones por el perdón vayan a ser escuchadas, si oramos habiendo en nuestros corazones rencor y ojeriza hacia otros.
100. Sin amor, nuestras oraciones no son nada. No podemos esperar que se nos vaya a perdonar, si nosotros no perdonamos.
Los reinos de este mundo son la legítima propiedad de nuestro Padre, que solo a Él le pertenece todo el “poder” y que solo Él merece recibir toda la “gloria”
101. Si nuestro tesoro es terrenal, nuestros corazones también serán terrenales. “Donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”.
102. ¿Estamos descontentos con lo que Cristo nos paga, o con el trabajo que hacemos para Él? ¡Claro que no! Entonces no demos la impresión de que lo estamos.
103. Qué grande es nuestra necesidad de velar y orar para no tener un espíritu mundano.
104. El Señor Jesús nos prohíbe estar ansiosos por las cosas de este mundo.
105. Ser prudentes y proveer para el futuro es correcto; dejarnos consumir, corroer y atormentar por la ansiedad es erróneo.
106. Nuestra vida está ciertamente en manos de Dios; toda la preocupación del mundo no hará que vivamos ni un minuto más del tiempo que Él ha fijado para nosotros.
107. No podemos añadir una hora a nuestras vidas; no moriremos hasta que hayamos cumplido nuestra labor.
108. El Señor Jesús nos dice que la preocupación excesiva por las cosas de este mundo es algo totalmente impropio de un cristiano.
109. Que el pagano esté todo lo ansioso que quiera: no tiene un Padre en los cielos; pero el cristiano, que tiene una luz y un conocimiento más claros, ha de demostrarlo mediante su fe y su contentamiento.
110. Cuando nos acosen preocupaciones por cosas de esta vida, no debemos estar ansiosos, como si no tuviéramos un Dios, ni un Cristo.
111. No debemos cargarnos de preocupaciones que aún están por llegar; tenemos que concentrarnos en las tareas de hoy, y dejar las inquietudes de mañana hasta que amanezca ese mañana.
112. No sabemos lo que puede suceder mañana; solo de una cosa podemos estar seguros: que si el mañana trae consigo una cruz, Aquel que la ha enviado puede también enviar, y enviará, gracia para cargarla.
113. Aunque son “malos” y egoístas por naturaleza, los padres no descuidan las necesidades físicas de sus hijos; ¡cuánto más escuchará un Dios de amor y misericordia los clamores de aquellos que son sus hijos por gracia!
114. ¿Sí que oramos? Entonces sigamos haciéndolo, sin desmayar. No es un esfuerzo en vano; no es inútil: dará fruto después de mucho tiempo. Nunca han resultado baldías esas palabras: “Todo aquel que pide, recibe”.
115. No debemos tratar a los demás como ellos nos tratan; esto sería mero egoísmo y paganismo. Tenemos que tratar a los demás como a nosotros nos gustaría que ellos nos trataran; esto es el cristianismo auténtico.
116. ¿Hay algo que no nos gustaría que nuestro prójimo nos hiciera? Entonces recordemos siempre que eso es lo que nunca debemos hacerle a él.
117. No debemos estar satisfechos siguiendo las modas y dejándonos llevar por la corriente de aquellos entre quienes vivimos.
118. No tenemos motivos para desanimarnos y entristecernos si la religión que profesamos no es popular, y hay pocos que estén de acuerdo con nosotros.
119. El arrepentimiento, y la fe en Cristo y la vida de santidad nunca han estado de moda. El verdadero rebaño de Cristo siempre ha sido pequeño. No debe inquietarnos descubrir que se nos considera gente rara, y peculiar, e intolerante y de mentalidad cerrada.
120. Los clérigos se pueden equivocar, tanto como los legos; no son infalibles. Su enseñanza se debe pesar en la balanza de la Santa Escritura; se les debe escuchar y creer siempre que su doctrina concuerde con la Biblia, pero no si se desvía siquiera un centímetro.
121. ¿Cuál es la mejor defensa contra la enseñanza falsa? No puede caber duda de que es el estudio regular de la Palabra de Dios, pidiendo en oración que el Espíritu Santo nos enseñe.
122. El descuido de la Biblia es lo que hace a tantos ser una presa fácil para el primer falso maestro al que escuchan.
123. No todo aquel que dice “Señor, Señor” entrará en el Reino de los cielos. No todos los que se comportan como cristianos, y afirman serlo, serán salvos.
124. El día del Juicio revelará cosas inesperadas. Las esperanzas de muchos, que fueron considerados grandes cristianos durante sus vidas, serán desbaratadas totalmente.
125. Ser salvo es algo más que “hacer una profesión”. Debemos hacer una “práctica” de nuestro cristianismo, además de una “profesión”.
126. Él puede dar vida a los muertos; puede dar vigor a los débiles; puede “multiplicar las fuerzas al que no tiene ningunas”. Confiemos en Él y no temamos.
127. El mundo está lleno de trampas, y nuestros corazones son débiles; pero para Jesús no hay nada imposible.
128. Nuestro gran Sumo Sacerdote tiene abundancia de gracia; Él puede “compadecerse de nuestras debilidades”; nunca se cansa de hacernos bien.
129. Ningún corazón puede compadecerse tanto por nosotros como el corazón de Cristo.
130. Ha habido un olvido lamentable del hecho de que las cifras no constituyen la fuerza, y que puede haber una gran cantidad de mera religiosidad externa aunque la gracia auténtica sea muy escasa.
131. Asegurémonos de que la oración “Señor, auméntanos la fe” forme parte siempre de nuestras peticiones diarias.
132. Tenemos muchos motivos para dar gracias a Dios, por cuanto Jesús, nuestro gran Sumo Sacerdote, es muy compasivo y bondadoso.
133. Él conoce nuestra situación; Él tiene en cuenta nuestras debilidades. Él no rechaza a su pueblo porque tenga defectos; Él tiene compasión aun de aquellos a quienes reprende.
134. El diablo está siempre cerca de nosotros, y siempre preparado para acosar a nuestros corazones con tentación, no debemos olvidarlo nunca.
135. El poder del diablo es limitado. Aunque es poderoso, hay uno que lo es aún más. Aunque pone todo su empeño en causar daño en el mundo, solo puede actuar cuando se le da permiso.
136. Nuestro gran remedio contra todos los asaltos del diablo es clamar al Señor Jesús, y pedirle su ayuda. Él puede romper las cadenas con que Satanás nos rodea, y dejarnos en libertad.
137. Guardémonos de amar al mundo más que a Cristo.
138. Él puede tomar a un recaudador de impuestos y convertirlo en un apóstol; Él puede cambiar cualquier corazón, y hacer nuevas todas las cosas. No demos por imposible la salvación de nadie. Sigamos orando, y hablando y trabajando por el bien de las almas, aun por las de los peores.
139. Cuando Él dice, por el poder del Espíritu: “Sígueme”, puede hacer que aun los más duros y más pecadores obedezcan.
140. La primera cosa que hace falta para que se despierte un interés en Cristo es conocer nuestra corrupción, y estar dispuestos a acudir a Él para que nos libre de ella.
141. ¡Dichoso aquel que comprende de veras que un requisito primordial para acercarse a Cristo es un profunda sensación de pecado!
142. Que ni se nos pase por la cabeza que los verdaderos cristianos puedan llegar a tal estado de perfección en este mundo que ya no necesiten la mediación y la intercesión de Jesús.
143. Mayor es el que está por nosotros que todos los que están contra nosotros. Nuestro Salvador puede resucitar a los muertos: nuestro Salvador es todopoderoso.
144. Trabajar personalmente por las almas es bueno; dar dinero es bueno; pero la oración es lo mejor de todo.
145. ¡Nunca jamás olvidemos que si deseamos hacerle bien al mundo, nuestro primer deber es orar!
146. Los hombres ordenados no son necesariamente hombres convertidos. No debemos considerarlos infalibles ni en doctrina ni en práctica; no debemos hacer de ellos papas ni ídolos, colocándolos así, insensatamente, en el lugar de Cristo.
147. En el día del Juicio será “más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma y de Gomorra” que para aquellos que han escuchado la verdad acerca de Cristo y no la han recibido.
148. No puede ocurrir nada en este mundo sin su permiso: en realidad, no existen ni la casualidad, ni los accidentes ni la suerte.
149. El principio del camino al Cielo es darse cuenta de que se está en el camino al Infierno, y estar dispuesto a ser enseñado por el Espíritu.
150. Él es el Pastor: debemos oír su voz y seguirle si no queremos perecer en el desierto.
151. Él es el Médico: a Él debemos pedir ayuda para ser sanados de la enfermedad del pecado.
152. Él es el pan de vida: debemos alimentarnos de Él para saciar nuestras almas.
153. Él es la luz: debemos caminar en sus pasos si no queremos perdernos en la oscuridad.
154. La naturaleza humana inconversa odia a los hombres piadosos, porque odia a Dios.
155. El mundo odió a Cristo, y el mundo odiará a los cristianos.
156. A todos los creyentes que componen su pueblo Él los considera sus familiares: los ama, se compadece de ellos, se preocupa por ellos, como miembros de su familia, huesos de sus huesos y carne de su carne.
157. “Todo aquel” que cree es un pariente cercano de Cristo; el Hermano Mayor cuidará de él ahora y por toda la eternidad, y no lo desechará jamás.
158. Como el sembrador, el predicador debe sembrar buena semilla si quiere ver fruto. Debe sembrar la pura Palabra de Dios, no las tradiciones de la Iglesia ni las doctrinas de los hombres.
159. Como el sembrador, el predicador no puede dar vida. Puede esparcir la semilla que se le ha confiado, pero no puede ordenarle que crezca; puede ofrecer la Palabra de la verdad a las personas, pero no puede hacer que la reciban y den fruto. Dar vida es la solemne prerrogativa de Dios: “El Espíritu es el que da vida”. Solo Dios puede “dar el crecimiento” (Juan 6:63 LBLA; cf. 1 Corintios 3:7).
160. Ser un verdadero ministro de la Palabra de Dios no es cualquier cosa. Es muy fácil ser un obrero de la Iglesia perezoso y ritual; ser un sembrador fiel es muy duro. Deberíamos recordar de manera especial a los predicadores en nuestras oraciones.
161. Las personas que estén realmente convencidas de la importancia de la salvación lo dejarán todo para ganar a Cristo y la vida eterna.
162. Cuando un hombre no arriesga nada por Cristo, debemos sacar la lamentable conclusión de que no posee la gracia de Dios.
163. Hay tres grandes enemigos contra los que los hijos de Dios deberían orar a diario: el orgullo, la mundanalidad y la incredulidad. De ellos, el mayor es la incredulidad.
164. Que los verdaderos cristianos recuerden que lo mejor para ellos aún está por llegar.
165. Que no nos parezca extraño si tenemos sufrimientos en este tiempo presente. Es época de exámenes; aún estamos en la escuela.
166. Aquí se encuentra un motivo de ánimo para todos los verdaderos cristianos. Que sepan que no hay nada creado que no esté bajo el control de Cristo
167. Igual que una madre trata con amor a su hijo y no lo rechaza por su naturaleza díscola y rebelde, así trata el Señor Jesús a su pueblo.
168. Si nos caemos, Él nos volverá a levantar. Si nos equivocamos, Él nos corregirá. Pero nunca se nos privará totalmente de su misericordia.
169. Nuestra oración ha de ser continuamente: “Señor, auméntanos la fe”.
170. Toda ceremonia de adoración a Dios, ya sea en público o en privado, será completamente en vano si nuestros corazones “están lejos” de Él.
171. Arrodillarse, agachar la cabeza, decir “amén” bien alto, la lectura del capítulo diario, la participación regular en la Cena del Señor son todas ellas cosas inútiles e inservibles mientras nuestros deseos sigan clavados al pecado, o al placer, o al dinero o al mundo.
172. En lo referente a la falsa doctrina, nuestro Señor declara que es nuestro deber oponernos a ella, que su destrucción final está asegurada y que debemos abandonar a sus maestros.
173. Ningún temor a causar una ofensa, ni ningún miedo a la censura eclesiástica, debería hacernos callar cuando la Verdad de Dios se encuentra en peligro.
174. Si somos verdaderos seguidores de nuestro Señor, tendríamos que ser testigos francos y resueltos en la lucha contra el error.
175. No olvidemos nunca que nuestro principal peligro proviene de nuestro interior. El mundo y el diablo, unidos, no pueden hacernos tanto daño como el que puede hacernos nuestro propio corazón si no velamos y oramos.
176. El propósito de las pruebas es hacernos pensar, alejarnos del mundo, encaminarnos a la Biblia, hacernos caer de rodillas.
177. La salud es una cosa buena, pero la enfermedad es aún mejor si nos lleva hasta Dios.
178. Tengamos la seguridad de que ningún otro tiempo está tan bien invertido como el que cada día pasemos sobre nuestras rodillas.
179. La misericordia de Cristo es un pozo profundo, cuyo fondo nadie ha hallado jamás.
180. En el día final no tendrá ninguna importancia a qué iglesia hayamos ido a adorar a Dios, si no somos miembros de la auténtica Iglesia de los elegidos de Dios.
181. El poder de Satanás no destruirá nunca al pueblo de Cristo.
182. El cuerpo místico de Cristo no puede perecer, ni deteriorarse. Aunque muchas veces sea perseguido, afligido, atribulado y humillado, nunca se le podrá poner fin: sobrevivirá a la ira de faraones y emperadores romanos.
183. A pesar de las caídas, de los fracasos y de los defectos, y a pesar del mundo, de la carne y del diablo, ningún miembro de la verdadera Iglesia se podrá perder jamás.
184. Los verdaderos cristianos, como el propio Cristo, tienen que ser “perfeccionados por medio de aflicciones”.
185. Los hombres deben estar dispuestos a enfrentarse a problemas y a negarse a sí mismos, para seguir a Cristo.
186. No debemos ignorar que el auténtico cristianismo conlleva una cruz diaria en esta vida, si bien nos ofrece una corona de gloria en la vida venidera.
187. La carne ha de ser crucificada a diario; se ha de resistir al diablo a diario; se ha de vencer al mundo a diario. Hay una guerra que luchar, y una batalla que pelear.
188. Un día habrá gloria, honra y recompensa en abundancia para todos aquellos que hayan servido y amado a Jesús.
189. Si se quiere ser salvo se ha de tener a Cristo solamente como Señor, y gloriarse únicamente en Él.
190. Hagamos uno de nuestros más firmes principios, al leer los milagros de nuestro Señor, no perder la esperanza respecto a la conversión de ningún alma jamás.
191. La fe es la clave del éxito en la guerra cristiana; la incredulidad conduce inevitablemente a la derrota.
192. Podemos estar seguros de que quienes ganan más victorias contra el mundo, contra la carne y contra el diablo son aquellos que más oran en privado.
193. Todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de Aquel a quien tenemos que dar cuenta. Esconderlas es imposible; la hipocresía no sirve de nada.
194. Podemos engañar a nuestros ministros, y burlarnos de nuestros familiares y de quienes nos rodean, pero el Señor nos ve tal y como somos. No podemos engañar a Cristo.
195. Hagamos nuestro objetivo diario el no decir nada que no nos gustaría que Cristo oyera, y no hacer nada que no nos gustaría que Cristo viese.
196. El creyente que sale a hacer la obra de Cristo entre los paganos puede entregarse, confiado, al cuidado de su Señor: está sirviendo a Aquel que tiene todo el poder.
197. Tal y como somos, estamos absolutamente incapacitados para habitar en la presencia de Dios.
198. Es bueno haber sido bautizado y haber entrado a formar parte de la Iglesia cristiana, y hacer uso de los medios de gracia cristiana, pero, con todo, ¿“nos hemos convertido”?
200. Es horrible pensar en el daño que puede llegar a hacer una sola persona cuya vida no concuerde con su profesión religiosa.
201. La misma fiable Palabra que ofrece un Cielo para todos aquellos que se arrepientan y se conviertan declara con total claridad que habrá un Infierno para todos los impíos.
201. Ninguna otra boca ha hablado con tanta claridad acerca del Infierno como la de Cristo.
202. Nuestro Señor Jesús es un Pastor que cuida con mucho amor a cada una de las almas que se le han confiado.
203. Él quiere tanto a la más joven, a la más débil y a la más enclenque de su rebaño como a la más fuerte; no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de su mano.
204. En toda asamblea pública de adoración, en toda congregación de oración y de alabanza, en toda reunión misionera, en toda lectura pública de la Biblia, allí está presente el Rey de reyes; allí acude el propio Cristo.
205. Tomemos todos la determinación, con la ayuda de Dios, de no ser nunca una de las dos. Tomemos la determinación de devolver bien por mal, y bendición por maldición, para así disipar la enemistad y transformar a nuestros enemigos en amigos.
206. Tomemos todos la determinación, con la ayuda de Dios, de no ser nunca una de las dos. Tomemos la determinación de devolver bien por mal, y bendición por maldición, para así disipar la enemistad y transformar a nuestros enemigos en amigos.
207. Las ofensas que nuestros semejantes cometen contra nosotros son insignificantes, comparadas con nuestras ofensas contra Dios.
208. El buen funcionamiento de una familia depende totalmente de que se guarde el mayor de los respetos por la unión matrimonial, y de una buena educación de los hijos.
209. Nuestro Señor enseña que la unión de marido y mujer no debería romperse nunca, excepto por la mayor de las causas, es decir, que haya tenido lugar un acto de infidelidad.
210. La salvación es un asunto individual: todo aquel que desee ser salvo tiene que hablar personalmente y en privado con Cristo acerca de su alma.
211. Hay miles de personas bautizadas que no saben más acerca de las principales doctrinas del cristianismo que el mayor de los paganos.
212. Decenas de miles llenan las iglesias y capillas cada semana, que desconocen por completo el alcance de la pecaminosidad del hombre.
213. Un ídolo al que se ama en el corazón puede suponer la perdición eterna de un alma.
214. Que el hombre mundano haga del dinero un ídolo, si quiere, y que piense que la felicidad es proporcional a su posesión; pero que el cristiano, quien profesa tener “tesoros en el cielo”, ponga su rostro como un pedernal ante el espíritu del mundo en este aspecto.
215. El mejor hombre a los ojos de Dios no es el que más dinero tiene, sino el que posee mayor gracia.
216. Ni el lugar donde vive, ni sus circunstancias, excluyen a ningún hombre del Reino de Dios: no perdamos nunca la esperanza respecto a la salvación de nadie.
217. Al salvar a individuos, así como al llamar a las naciones a conocerle, Dios es soberano y no da cuentas de sus actos. Él “tiene misericordia de quien tiene misericordia”.
218. Muy pocos son los que se salvan en sus lechos de muerte. Un ladrón en la cruz fue salvado para que nadie pierda la esperanza; pero solo uno, para que nadie se haga vanas ilusiones.
219. El Señor Jesús sufrió voluntariamente. Cuando murió en la Cruz, no fue porque no tuviera poder para impedirlo: sufrió intencionadamente, deliberadamente, por su propia y libre voluntad.
220. El orgullo es uno de los pecados más antiguos y maliciosos; por él cayeron los ángeles, pues “no guardaron su dignidad” (Judas 6)
221. La verdadera grandeza no consiste en recibir, sino en dar; no en la acumulación codiciosa de bienes, sino en hacer el bien a los demás; no en ser servido, sino en servir; no en quedarse sentado y esperar a ser atendido, sino en salir y atender a otros.
222. ¡Qué religión tan pobre e inservible la que hace que un hombre se conforme con una profesión solo de palabra y vacía, mientras su vida es impía e inmunda!
223. No podemos expiar nuestras propias transgresiones, pues somos débiles y frágiles, y no hacemos sino acrecentar nuestra deuda cada día que pasa.
224. Qué sabio es aprovechar toda oportunidad de buscar el bien de nuestras almas.
225. No olvidemos nunca la casa de Dios; no descuidemos nunca reunirnos con el pueblo de Dios; no pasemos por alto nunca la lectura de nuestras Biblias; no dejemos nunca que decaiga la práctica de la oración privada.
226. El corazón de Cristo está lleno de misericordia para con los hijos de los hombres. El Señor Jesús es un Salvador no solamente poderoso, sino también misericordioso, bondadoso y lleno de gracia
227. No hay nada oculto a los ojos de nuestro Señor; para Él no hay secretos. Estemos solos o con otros, sea de noche o de día, haciendo algo en privado o públicamente, Él conoce todos nuestros caminos.
228. Adondequiera que vayamos, y por mucho que nos alejemos del mundo, nunca estaremos fuera del alcance de la vista de Cristo.
229. No hagamos nada que no nos gustaría que Cristo viese, ni digamos nada que no nos gustaría que Cristo oyese; procuremos vivir, movernos y ser (cf. Hechos 17:28) recordando en todo momento la presencia de Cristo.
230. Busquemos el favor de Aquel que “es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Hebreos 13:8). Cristo no cambia nunca: a quienes ama, los amará hasta el final. Su favor permanece para siempre.
231. ¡El fruto, el fruto! ¡El fruto del Espíritu es la única prueba segura de que estamos unidos a Cristo para salvación, y de que estamos en el camino hacia el Cielo!
232. ¿No hemos de confesar, para nuestra vergüenza, que hay millones entre nosotros que parecen vivir totalmente “sin Dios en el mundo”?
233. En el Evangelio hay una gran provisión para todas las necesidades del alma del hombre: puede proporcionarnos todo lo necesario para aliviar el hambre y la sed espirituales.
234. El perdón, la paz con Dios, una esperanza viva en este mundo y gloria en el que ha de venir: todas estas cosas se nos ofrecen en gran abundancia.
235. El Evangelio, en resumen, es un ofrecimiento de alimento para el hambriento, de gozo para el afligido, de un hogar para el desamparado, de un amigo lleno de amor para el que está perdido.
236. Dios ofrece, por medio de su Hijo amado, que el hombre pecador pueda acercarse a Él.
237. A Dios no le falta nada que sea necesario para la salvación de las almas de los pecadores: nadie podrá decir jamás que al final no fue salvo por culpa de Dios.
238. Todos los que falsamente profesan tener fe, en el día final serán descubiertos, desenmascarados y condenados para la eternidad.
239. Todo cristianismo falso será pesado en la balanza y hallado falto (cf. Daniel 5:27); solo los verdaderos creyentes se sentarán a la mesa en la cena de las bodas del Cordero.
240. Cuando más peligroso es Satanás es cuando se aparece como ángel de luz; cuando más peligroso es el mundo para el cristiano es cuando le sonríe.
241. El creyente que no se deja influir por la desaprobación del mundo hace bien, pero el que no se deja influir por sus lisonjas hace mejor.
242. ¿Queremos educar bien a nuestros hijos? Entonces, enseñémosles a amar a Dios.
243. ¿Nos gustaría enseñarles a nuestros hijos a comportarse debidamente con los demás? Enseñémosles a amar a todo el mundo como a sí mismos y a hacer con los hombres todas las cosas que quieran que los hombres hagan con ellos.
244. Los cristianos no le deben dar a ningún hombre ni los títulos ni los honores que le corresponden solamente a Dios, y a su Cristo.
245. Hemos de tener mucho cuidado de no dar, de manera irreflexiva, a los ministros un lugar y un honor que no les pertenece; no debemos permitir jamás que se interpongan entre Cristo y nosotros.
246. Ningún otro hombre es tan sumamente perverso como un ministro inconverso, y ninguno será juzgado con tanta severidad como él.
247. Que aquellos que persiguen al pueblo de Dios en nuestros días piensen bien lo que están haciendo. Que sepan que todo aquel que hiere, o insulta, o desdeña o calumnia a otros por su fe comete un grave pecado.
248. La salvación de un hombre, si es salvo, se debe únicamente a Dios, y la perdición de un hombre, si es condenado, se debe únicamente a él mismo.
249. No debemos esperar un reino de paz, felicidad y prosperidad universales antes de la llegada del fin; si así lo hacemos, nos estaremos engañando a nosotros mismos en gran manera.
250. No podemos esperar la paz hasta que no llegue el momento del regreso del Príncipe de paz.
251. Apresurémonos a extender el Evangelio por el mundo, pues “el tiempo es corto”, no largo.
252. Anhelemos el regreso de nuestro Señor. ¡Ojalá tengamos todos el deseo de orar a diario diciendo: “Ven, Señor Jesús”! (Apocalipsis 22:20).
253. El sacrificio diario, las fiestas anuales, el altar, el lugar santísimo, el sacerdocio, eran partes esenciales de la religión revelada, pero solo hasta que llegó Cristo.
254. Los elegidos de Dios son siempre el objeto del amor especial de Dios.
255. Aquellos a quienes Dios ha elegido para salvación en Cristo son aquellos a quienes Dios ama de manera especial en este mundo: son joyas entre los demás hombres.
256. No importa qué tribulación le sobrevenga al mundo: los elegidos de Dios están a salvo.
257. Andemos por fe, y no por vista; creamos en Cristo, sirvamos a Cristo, sigamos a Cristo, y amemos a Cristo.
258. Hubo un arca para Noé en los días del diluvio; hubo una Zoar para Lot cuando Sodoma fue destruida; habrá un refugio para todos los creyentes en Jesús, cuando la ira de Dios caiga finalmente sobre este mundo perverso.
259. El día de la Segunda Venida de Cristo será, sin duda alguna, un día terrible, pero los creyentes pueden esperar su llegada sin temor.
260. ¡Bienaventurados y dichosos aquellos cuyo corazón está resuelto a seguir a Cristo!
261. ¿Somos alguna vez objeto de burlas, o perseguidos, o considerados necios por nuestra religión? Soportémoslo con paciencia, y oremos por quienes nos persiguen; no saben lo que hacen, y un día ciertamente cambiarán de opinión.
262. Puede que el creyente tenga que sufrir mucha tribulación, pero le espera un abundante consuelo.
263. Todos los que profesan ser cristianos habrán de rendir cuentas a Dios un día.
264. Ya seamos de posición social elevada o baja, ricos o pobres, cultos o incultos, todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Dios y recibir nuestra sentencia para la eternidad.
265. No habrá escapatoria posible; no habrá donde esconderse. Al final habremos de encontrarnos con Dios cara a cara.
266. Aun el mejor de los cristianos es una pobre y débil criatura que necesita la sangre expiatoria todos los días de su vida.
267. Puede que la cruz sea pesada ahora, pero la gloriosa recompensa lo compensará todo.
268. Por la gracia de Dios, de no conformarnos nunca profesando la fe cristiana sin practicarla.
269. Guardémonos de ser cristianos que no hacen nada; tal cristianismo no procede del Espíritu de Dios.
270. El estado en que se entra después del Juicio es inmutable y eterno. La amargura de los condenados y la dicha de los salvos son, tanto una como otra, perpetuas.
271. Tan cierto como que Dios es eterno: así de cierto es que el Cielo es un día infinito, sin noche, y el Infierno una noche infinita, sin día.
272. No podemos darle demasiada importancia a la muerte expiatoria de Cristo; es el hecho primordial de los contenidos en la Palabra de Dios, en el que los ojos de nuestra alma debieran estar siempre fijos.
273. Sin el derramamiento de su sangre, no hay remisión del pecado. Es la verdad fundamental del cristianismo y el eje en el que todo su sistema gira.
274. Esta es la verdad esencial de la Escritura: que “Cristo murió por nuestros pecados”. Volvamos a meditar en esto día tras día; hagamos de esto el alimento diario de nuestras almas.
275. Un hombre puede disfrutar de grandes privilegios, y hacer una gran profesión de fe y, sin embargo, su corazón puede seguir todo el tiempo sin estar reconciliado con Dios.
276. El amor al dinero es uno de los mayores peligros para el alma de un hombre.
277. Es posible amar el dinero sin tenerlo, igual que se puede tener dinero y no amarlo.
278. Fue la causa de la caída de un apóstol de Cristo; asegurémonos de que no lo es de la nuestra.
279. Una grieta puede hundir un barco; un pecado no mortificado puede ser la perdición de un alma.
280. Nuestro continuo objetivo tendría que ser tener riquezas de gracia. Quienes “quieren enriquecerse” de posesiones materiales suelen terminar descubriendo que tomaron la peor de las decisiones.
281. Es mejor no haber vivido jamás, que vivir sin fe y morir sin misericordia.
282. En el Infierno no hay posibilidades de cambio: el abismo que separa al Cielo del Infierno no lo puede atravesar ningún hombre.
283. Mantengámonos firmes sobre la doctrina de la Sagrada Escritura; que no nos avergüence caminar por las “sendas antiguas”, y creer que hay un Dios eterno, un Cielo eterno y un Infierno eterno.
284. La gloria del cristianismo es que nuestro Redentor es un hombre de manera perfecta así como también es Dios de manera perfecta.
285. Desde el día en que Jesús murió, no hicieron falta más ofrendas por el pecado: con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados.
286. Tanto los sacerdotes como los altares y los sacrificios dejaron de ser necesarios cuando el Cordero de Dios se entregó a sí mismo como ofrenda. La función de aquellas cosas llegó a su fin; su utilidad había finalizado.
287. La oración es el mejor remedio práctico que podemos utilizar en momentos de dificultad.
288. Cristo oró cuando su alma estuvo afligida; todos los verdaderos cristianos deberían hacer lo mismo.
289. ¿Qué es lo primero que debe hacerse en una época de aflicción? Tenemos que orar.
290. La primera persona a quien debemos acudir en busca de ayuda tiene que ser nuestro Dios.
291. Debemos contarle a nuestro Padre celestial todas nuestras penas; debemos creer y confiar en que nada es demasiado trivial o insignificante para exponer ante Él.
292. Uno de los rasgos distintivos de la fe es no callarse nada al hablar con nuestro mejor Amigo.
293. La total sumisión de nuestra voluntad a la voluntad de Dios tendría que ser uno de nuestros objetivos principales en este mundo.
294. Vivamos como hombres en territorio enemigo, y estemos siempre alerta; no podemos prestar demasiada atención a nuestro caminar; no podemos ser demasiado celosos de nuestras almas.
295. Nuestro Señor Jesucristo es un Salvador enormemente misericordioso y condescendiente.
296. El cristianismo no se ha de instaurar mediante el derramamiento de sangre, ni se ha de exigir que se crea en él por la fuerza.
297. La ostentación de un alto cargo eclesiástico no exime a nadie de cometer graves errores en lo referente a doctrina, y tremendos pecados en la práctica.
298. Guardémonos de considerar infalible a ningún ministro de religión; su ordenación, por muy escrupulosa que haya sido, no garantiza que no vaya a poder desviarnos del buen camino, y aun ocasionar la perdición de nuestra alma.
299. Tanto la enseñanza como la conducta de todos los ministros ha de ser puesta a prueba mediante la Palabra de Dios; se les debe obedecer en todo aquello en lo que ellos mismos obedezcan a la Biblia, pero nada más.
300. No nos sorprendamos nunca si tenemos que soportar burlas, insultos y calumnias, por pertenecer a Cristo.
301. Si sobre nuestro Salvador se amontonaron mentiras e insultos, no debe asombrarnos que las mismas armas se sigan utilizando contra su pueblo.
302. Un hombre puede convertirse a Dios, tener fe y esperanza, y amor a Cristo, y aun así “ser sorprendido en una falta” y sufrir una caída terrible.
303. Rara vez le sobreviene a un santo una caída sin una sucesión previa de actos secretos mediante los que se ha ido apartando de Dios.
304. Los hombres caen en privado mucho antes de caer en público.
305. Que sea uno de los firmes principios de nuestra religión que si amamos la paz interior habremos de caminar muy cerca de Dios.
306. Cuando el hijo de Dios cae, se vuelve a levantar mediante un verdadero arrepentimiento, y por la gracia de Dios corrige su vida.
307. Volvámonos a Dios, y Él se volverá a nosotros: sus misericordias nunca decaen
308. Un ladrón arrepentido fue salvado en la hora de la muerte para que nadie pierda la esperanza; pero solo uno, para que nadie se haga vanas ilusiones.
309. El pecado es, en realidad, el peor de los amos. Sirviéndole se obtienen muchas promesas agradables, pero una total escasez de resultados.
310. Esforcémonos por agradar a Dios, y entonces no nos preocuparemos por tener que agradar a nadie más; temamos a Dios, y entonces no tendremos que temer a nadie más.
311. Es maravilloso cuando recordamos quién fue el que sufrió: ¡el eterno Hijo de Dios! Es maravilloso cuando recordamos por quiénes se padecieron tales sufrimientos. ¡Nosotros y nuestros pecados fuimos la causa de todo ese dolor!
312. Todos los sufrimientos de nuestro Señor Jesucristo tenían un carácter vicario. No sufrió por sus propios pecados, sino por los nuestros.
313. Nuestro poderoso Sustituto, nuestro Representante, nuestra Cabeza, nuestro Fiador, nuestro Apoderado: el Amigo divino que se prestó a ponerse en nuestro lugar, para pagar el precio de nuestra redención con el incalculable mérito de sus sufrimientos.
314. ¿Llevó una corona de espinas? Fue para que nosotros llevemos un día la corona de gloria. ¿Se le quitaron sus ropas? Fue para que a nosotros se nos vistiera con una justicia eterna. ¿Sufrió burlas e injurias? Fue para que nosotros recibiéramos honores y bendiciones.
315. ¿Llevó una corona de espinas? Fue para que nosotros llevemos un día la corona de gloria.
316. ¿Se le quitaron sus ropas? Fue para que a nosotros se nos vistiera con una justicia eterna.
317. ¿Sufrió burlas e injurias? Fue para que nosotros recibiéramos honores y bendiciones.
318. Nuestros pecados son muchos y grandes, pero se ha llevado a cabo por ellos una gran expiación.
319. El pecado fue la causa de todo el sufrimiento de nuestro Señor. Nuestros pecados tejieron la corona de espinas; nuestros pecados clavaron los clavos en las manos y los pies de nuestro Señor.
320. Pensar en Cristo crucificado debería hacernos aborrecer todo pecado.
321. Él fue nuestro Sustituto, que fue hecho pecado y maldición por nosotros y que soportó en su persona la justa ira de Dios contra el pecado de todo un mundo.
322. Le concedió al mundo una fuente en la que poder lavar todo pecado e inmundicia; fue una victoria total contra Satanás, y lo derrotó públicamente.
323. Demostró la pecaminosidad del pecado al ser necesario semejante sacrificio para expiarlo; demostró el amor de Dios por los pecadores al enviar a su propio Hijo a llevar a cabo la expiación.
324. Puede que nuestros pecados sean muchos y graves, pero el pago que ha hecho nuestro gran Sustituto los compensa más que de sobra.
325. Él puede compadecerse de nuestras debilidades; Él sabe lo que es sufrir; Él es justo el Salvador que le hace falta a un cuerpo endeble, con un corazón débil, en un mundo impío.
326. ¿Qué daño le hace la persecución al pueblo de Dios en nuestros días? Lo único que consigue es acercarlo más a Cristo; lo único que consigue es que se aferren con más fuerza al trono de la gracia, a la Biblia y a la oración.
327. Vivimos en un mundo en el que todo está ordenado por una mano de perfecta sabiduría, y en el que todas las cosas ayudan a bien constantemente para el cuerpo de Cristo.
328. Los poderes de este mundo no son más que herramientas en las manos de Dios; Él las utiliza siempre para sus propósitos, aunque ellos no se den cuenta.
329. Tengamos paciencia en tiempos de problemas y de oscuridad, y miremos hacia adelante. Las cosas mismas que ahora parecen estar en contra nuestra están en realidad ayudando a bien para la gloria de Dios.
330. La tumba no pudo retenerlo a Él más allá del tiempo establecido.
331. Nuestro Salvador es un Salvador que jamás se olvida de quienes componen su pueblo; se compadece de sus debilidades y no los desecha.
332. Cristo es quien tiene las llaves de la muerte y del Infierno; Cristo es quien ha sido ungido como el único Sacerdote que puede perdonar a los pecadores.
333. Cristo es la única Fuente de agua viva en la que podemos lavarnos; Cristo es el único Príncipe y Salvador que puede conceder el arrepentimiento y la remisión de los pecados.
334. Si un hombre no siente el deseo de anunciar el Evangelio a todo el mundo, no estaría fuera de lugar poner en duda si él mismo conoce su valor.
335. No basta con ser un discípulo secreto: no nos debe avergonzar dejar que los hombres vean a quién pertenecemos y a quién servimos.
336. No sirve para nada tener meramente el nombre de cristiano y la imagen de serlo; muestra que solo se debe considerar auténticos creyentes a aquellos que viven obedeciendo en la práctica su Palabra y se esfuerzan por hacer las cosas que Él ha mandado.
337. Que todos los verdaderos cristianos se aferren a estas palabras y las conserven en sus mentes. Cristo está con nosotros siempre; Cristo está con nosotros adondequiera que vamos.
338. Está con nosotros cada día para exculpar y perdonar; está con nosotros cada día para santificar y fortalecer.
339. Está con nosotros cada día para defender y proteger; está con nosotros cada día para dirigir y guiar.
340. Está con nosotros en la tristeza y con nosotros en la alegría; con nosotros en la enfermedad y con nosotros en la salud; con nosotros en la vida y con nosotros en la muerte; con nosotros en el tiempo presente y con nosotros en la eternidad.
341. Todas las frases fueron extraídas del comentario de J.C. Ryle al evangelio de Mateo.
*John Charles Ryle fue un obispo evangélico anglicano inglés. Fue el primer obispo anglicano de Liverpool y uno de los líderes evangélicos más importantes de su tiempo.