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Por: Paul Washer.

Este artículo forma parte de la serie: Entendiendo la disciplina de ayuno.

DOMINIO DEL YO

En las Bienaventuranzas, Jesús enseñó que los limpios de corazón serían benditos (Mat. 5:8). Esto se refiere literalmente a la persona que no tiene lealtades opuestas en su corazón. Más adelante, en el Sermón del Monte, Jesús advirtió a Sus discípulos que no podían servir a más de un señor porque aborrecerían a uno y amarían al otro, o estimarían a uno y menospreciarían al otro (Mat. 6:24). Por esta razón, el cristiano debe ser diligente en examinar su corazón y hacer todo lo que esté a su alcance para asegurarse de que no está dominado tanto por el pecado como por las cosas buenas que el Señor le dé para disfrutar. No es raro que el creyente llegue al punto de apreciar el regalo más que al Dador. El ayuno puede ser un medio para revelar otros amores y otros señores en nuestras vidas para que podamos tratar con ellos a través del arrepentimiento y la fe.

Este aspecto del ayuno es de especial importancia para los cristianos que viven en países desarrollados, donde hay cierto grado de prosperidad y facilidad de vida. La prosperidad y la ausencia de grandes sufrimientos no son malas en sí mismas. Sin embargo, someten al creyente a la tentación de obtener el propósito, el consuelo, la alegría y la satisfacción de las cosas materiales, las circunstancias agradables y las alegrías temporales en lugar de Dios. Esto puede conducir a una idolatría oculta en el corazón del creyente. Apartarnos de las bendiciones temporales y dedicarnos a la oración y al ayuno puede revelar estos ídolos ocultos y ayudarnos a dominarlos.

1. En 1 Corintios 6:12, el apóstol Pablo corrige la enseñanza errónea de que el cristiano es libre de participar en cualquier cosa que desee. Según el apóstol, nuestra libertad está restringida a lo que es útil para nuestro crecimiento en la piedad. Luego hace una poderosa declaración que se aplica no solo a los deseos no bíblicos, sino también a los deseos de cosas que son aprobadas por las Escrituras.

a. Yo no me dejaré dominar de ninguna. La  palabra «dominar» proviene del griego /exousiázō/, que significa tener poder o autoridad sobre otro o ser amo de otro. Jesús afirmó tener toda la autoridad (forma sustantiva del mismo verbo) sobre el Cielo y la tierra. Pablo determinó ser controlado por Cristo y Su voluntad revelada, llevando todo pensamiento cautivo a la obediencia a Cristo (2 Cor. 10:5). No se dejaría dominar por las lujurias que las Escrituras prohibían ni por las libertades que las Escrituras permitían. Cristo sería el amo de su corazón, el centro de su vida y la fuente de su satisfacción.

En 1 Corintios 9:24-27, el apóstol Pablo compara la vida cristiana con los juegos deportivos, y hace varias afirmaciones importantes que demuestran que la disciplina en la vida cristiana debe tomarse en serio.

a. Hay una corona incorruptible que recibir (vv.24-25). Se otorgaba un premio o corona al vencedor de una competencia atlética. Esta corona era perecedera o sujeta a la ‘corrupción’ (griego: /fthartós/). En cambio, la recompensa del cristiano es ‘incorruptible’ y eterna (griego: /áfthartos/). Si es razonable que un atleta se entrene toda su vida por un momento fugaz de gloria y una corona que perece rápidamente, ¡cuánto más debe el cristiano entrenarse o disciplinarse para ganar la gloria eterna y una recompensa que es incorruptible!

b. Corred de tal manera que lo obtengáis (v.24). La naturaleza competitiva y combativa de la vida cristiana es una realidad. Una persona puede ganar la recompensa eterna o sufrir la pérdida eterna. Sin embargo, la competencia no es entre cristianos. Es entre el cristiano y lo que se le opone, incluyendo su cuerpo físico y su carne caída. La vida cristiana es como una competencia atlética que promete una gran recompensa para aquellos que vencen con santa ambición, propósito, estrategia y autocontrol (Apo. 21:7). Sin embargo, no hay ningún premio de consolación por el mero hecho de participar.

c. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene (v.25). La palabra que aquí se traduce como «lucha» proviene del griego /agonízomai/, que significa esforzarse con celo y ahínco para conseguir algo. La palabra se usaba con respecto  a competir en una prueba atlética o luchar contra adversarios. La palabra«abstiene» proviene de la palabra griega /enkrateúomai/, que denota el tipo de autocontrol o autogobierno que exhibe un atleta que se está preparando para una competición. Procurará abstenerse de cualquier alimento o actividad que pueda obstaculizar su rendimiento.

d. Yo de esta manera corro, no como a la ventura (v.26). El gran objetivo de la vida de Pablo era ser agradable al Señor (2 Cor. 5:9). Por ello, ordenó toda su vida para lograr este objetivo. No vivía al azar, sino intencionadamente, como un atleta olímpico ordena cada aspecto de su vida con vista a ganar el premio. Pablo no corría alocadamente, sino con una dirección específica: ¡ganar la recompensa celestial! ¡Tenía el ojo puesto en la línea de meta! Véase Filipenses 3:13-14.

e. De esta manera peleo, no como quien golpea el aire (v.26). De nuevo, vemos propósito, intencionalidad y estrategia. Pablo luchó para ganar y no hizo nada al azar. No lanzaba el golpe para fallar, sino que apuntaba cuidadosamente para dar exactamente en el blanco. Como un buen atleta, identificó los puntos débiles de su vida y trató de remediarlos para poder alcanzar su meta.

f. Sino que golpeo mi cuerpo (v.27). La palabra que se traduce aquí como «golpeo» proviene del griego /jupopiázō/, que significa golpear con fuerza o golpear con tanta intensidad que pueda causar moretones. El boxeador se somete a un riguroso entrenamiento para endurecer y fortalecer su  cuerpo y así poder resistir en medio de una pelea. Del mismo modo, Pablo no mimó su cuerpo ni cedió a su grito de indulgencia. Trató de vivir en el poder del Espíritu y no ceder a las debilidades de su cuerpo físico o a los deseos pecaminosos de su carne.

NOTA: En 1 Corintios 9:26-27, el apóstol Pablo escribe que él disciplinaba su cuerpo (literalmente, «lo golpeaba fuertemente»). Sin embargo, en Colosenses 2:23, advierte que el duro trato del cuerpo (es decir, someterlo a alguna forma de tortura monástica) no tiene ningún valor contra los apetitos de la carne, ni hará al creyente más santo. No hay contradicción. En 1 Corintios 9, Pablo nos exhorta a disciplinar nuestros cuerpos para subordinarlos al gran propósito de vivir para Cristo y servirle. El atleta somete su cuerpo a una dura disciplina y entrenamiento; esto no es porque odie su cuerpo o busque destruirlo, sino porque desea hacerlo más fuerte y más preparado para ganar la carrera. En el fragor de la carrera o de la lucha, el cuerpo físico desea ceder, abandonar, rendirse. Sin embargo, por medio del duro entrenamiento y la disciplina, hay que enseñarle a ignorar el dolor y aguantar hasta un final victorioso.

g. Y lo pongo en servidumbre (v.27). La frase se traduce de la palabra griega /doulagogéō/, que significa llevar a la esclavitud. Esta palabra se usa con respecto a un vencedor que lleva a su enemigo vencido como esclavo. Las necesidades físicas y los deseos temporales de Pablo no controlaban su vida, sino que en el poder del Espíritu Santo y según la voluntad de Dios, los controló. Los subordinó a la voluntad de Dios y al propósito del evangelio. Debemos recordar que el cuerpo no es malo; sin embargo, está sujeto a la debilidad y a la tentación de las comodidades como el tener todo fácil, la satisfacción inmediata, la seguridad y el placer. En medio de las exigencias de la disciplina, este siempre está pidiendo clemencia.

Tomado del libro «Entendiendo la disciplina del ayuno», puedes descargar el libro gratis EN ESTE ENLACE.


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