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Por: J.C. Ryle

Les dice a sus discípulos: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.

Es imposible imaginar palabras más consoladoras, más fortalecedoras, más alentadoras y más santificadoras que estas. Aunque se les dejaba solos, como niños huérfanos en un mundo frío y hostil, los discípulos no debían pensar que se les hubiera abandonado: su Maestro estaría siempre con ellos. Aunque se les pedía que hicieran una obra tan difícil como la de Moisés cuando se le envió ante Faraón, no debían desanimarse: tenían la seguridad de que su Maestro estaría “con ellos”. No había palabras más apropiadas para la situación de aquellos a quienes se dijeron por primera vez; no se pueden concebir palabras más consoladoras para los creyentes de todas las épocas del mundo.

Que todos los verdaderos cristianos se aferren a estas palabras y las conserven en sus mentes. Cristo está con nosotros siempre; Cristo está con nosotros adondequiera que vamos. Cuando vino por primera vez al mundo, lo hizo para ser “Emanuel, […] Dios con nosotros”: ahora, llegado el final de su ministerio terrenal y a punto de partir de este mundo, declara que Él será siempre Emanuel, siempre “con nosotros”. Está con nosotros cada día para exculpar y perdonar; está con nosotros cada día para santificar y fortalecer; está con nosotros cada día para defender y proteger; está con nosotros cada día para dirigir y guiar. Está con nosotros en la tristeza y con nosotros en la alegría; con nosotros en la enfermedad y con nosotros en la salud; con nosotros en la vida y con nosotros en la muerte; con nosotros en el tiempo presente y con nosotros en la eternidad.

¿Qué mayor consolación podrían desear los creyentes? Pase lo que pase, al menos tienen la seguridad de que nunca se quedarán completamente solos y sin un solo amigo, pues Cristo está siempre con ellos. Pueden mirar a la tumba y decir lo mismo que David: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo” (Salmo 23:4). Pueden mirar al futuro, más allá de la tumba, y decir lo mismo que Pablo: “Estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:17). Él lo ha dicho, y guardará su palabra: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Nunca os desampararé, y nunca os dejaré (cf. Hebreos 13:5). No podríamos pedir nada mejor. Sigamos creyendo, y no temamos. No hay nada tan importante como ser un verdadero cristiano. Nadie tiene semejante Rey, semejante Sacerdote, semejante Compañero constante, ni semejante Amigo fiel, como el que tienen los verdaderos siervos de Cristo

*John Charles Ryle fue un obispo evangélico anglicano inglés. Fue el primer obispo anglicano de Liverpool y uno de los líderes evangélicos más importantes de su tiempo.


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