Por: George Whitefield
Este artículo forma parte de la serie: 365 días con George Whitefield
Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro. Juan 11:5
Jesús amaba a Lázaro y, sin embargo, este enfermó. ¿Y qué hicieron sus hermanas por él ahora que estaba enfermo? Es indudable que consultaron a un médico, puesto que descuidar los medios para recuperar nuestra salud es tentar a Dios. Pero, a su vez, no fueron culpables del delito de Asa, que buscó a los médicos, pero no al Señor. No, sabían que los mejores tratamientos serían ineficaces si no contaban con la bendición de Jesús, el gran Médico omnipotente y, por tanto, sus hermanas acudieron a él, probablemente al comienzo de la enfermedad de su hermano.
¡Qué diferente es su conducta a la de la mayoría de las personas, especialmente los ricos y poderosos! ¡Qué trasnochado parece hoy día que alguien acuda a Jesús en nombre de sus parientes enfermos! Es tan infrecuente que, en algunos lugares, se envía a un ministro a un enfermo, es un triste indicio de que el paciente ha perdido toda esperanza de curarse. Sin embargo, Marta y hermana María no hicieron eso; acudieron a Jesús a pesar de que se encontraba al otro lado del Jordán. Ahí era donde sabían que tenían que mandar a alguien en su busca.
¿Pero qué clase de mensaje le enviaron? Uno muy humilde y apropiado: «Señor, he aquí el que amas está enfermo». Podían haber dicho: «Señor, el que te ama está enfermo». Pero sabían que nuestro amor no es digno de mención, y que amamos a Jesús únicamente porque él nos amó primero. No indican a nuestro Señor lo que debía hacer o los medios que debía emplear […], simplemente informan a Jesús del caso, sabedoras de que basta presentarlo ante un Redentor infinitamente compasivo y dejarlo en sus manos para que obre de acuerdo con su soberana y bondadosa voluntad.
Tomado de «365 días con George Whitefield«, lecturas seleccionadas y editadas por Randall J. Pederson, puedes adquirirlo en este enlace. Foto de RDNE Stock project
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