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Por: Miguel Núñez

Este artículo forma parte de la serie «95 tesis para la iglesia de hoy» del Pastor Miguel Núñez

Si predicas el Evangelio, procura vivirlo, no sea que la Palabra que predicas sea tu propia condenación

Basada en 2 Corintios 1:12

El apóstol Pablo continuamente hablaba y escribía a sus seguidores y les decía acerca de cómo se esmeraba por cuidar su testimonio, no solamente delante de Dios, sino también delante de los hombres. Tenía una preocupación santa por mantener una conciencia tranquila delante de aquellos que le veían vivir. Por eso, cuando escribió a los corintios, les dijo: “Porque nuestra satisfacción es esta: el testimonio de nuestra conciencia que en la santidad y en la sinceridad que viene de Dios, no en la sabiduría carnal, sino en la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo y especialmente hacia vosotros” (2 Corintios 1:12).

Tenemos un compromiso delante de las ovejas de poder modelar aquello que predicamos de tal forma que nuestras palabras no pierdan fuerza ni convicción a la hora de ser escuchadas, no sea que ellas vean un testimonio contradictorio frente a aquello que predicamos. ¡Observémonos! Ciertamente, muchas veces nuestras acciones hablan más alto que nuestras palabras. Con razón decía el puritano Richard Baxter: “… cuídense, no sea que denuncien el pecado y, sin embargo, no lo venzan, no sea que mientras buscan en otros, ustedes mismos se conviertan en sus esclavos, inclinándose ante él.” ¡Examínate!


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