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Por: Charles Spurgeon
¿No sabes que la Providencia es un maravilloso detective? Hay sabuesos tras la pista de cada ladrón, asesino y mentiroso —sobre cada pecador de todo tipo—. Cada pecado deja un rastro. Los perros del juicio, seguramente, lo olfatearán y encontrarán su presa. No hay manera de liberarse de las redes de la culpa, no hay posibilidad de evadir el castigo de la transgresión. Muy extraordinarias han sido las formas en que las personas que han cometido crímenes, han sido llevadas a juicio… Hemos leído de hombres que hablaban en sueños con sus compañeros y balbuceaban en sueños, el crimen que habían cometido años antes. Dios quiso que se revelara el secreto. Ningún ojo lo había visto, ni otra lengua podría haberlo contado. ¡Pero el hombre entregó la prueba reina contra sí mismo! De tal manera, él mismo se llevó a juicio…
¿Me dirijo a alguien que, justo ahora, está practicando un pecado secreto? Usted no querría que lo señalara por todo el mundo, ni lo haré. Créeme, sin embargo, el pecado es conocido. Por muy hábil que hayas sido en el intento de ocultarlo, ha sido visto. Tan cierto como que vives, ha sido visto. “¿Por quién?”, dices tú. ¡Ah! por Aquel que nunca olvida lo que ve y se asegurará de contarlo… Ciertamente, un día lo proclamará con el sonido de la trompeta a los mundos que escuchan.
Usted es vigilado, señor. Está identificado. Has sido estrechamente observada, jovencita. Esas cosas que has ocultado, saldrán a la luz porque Dios es el gran [Revelador] del pecado. ¡Su ojo te ha registrado! Su Providencia te seguirá. Es vano pensar que podéis ocultar vuestras transgresiones. Ante el alto cielo, el disfraz es fútil. Sí, las tinieblas no ocultan; la noche brilla como el día. He conocido a personas que han albergado un pecado en su pecho hasta que ha hecho estragos en su organismo… Hay quienes tienen un pecado —si no una mentira en su mano derecha, sí, una mentira en su corazón— y está carcomiendo su vida misma. No se atreven a confesarlo. Si lo confesaran a su Dios y restituyeran a quienes han ofendido, pronto alcanzarían la paz. Pero esperan, vanamente, que pueden cubrir el pecado y ocultarlo de los ojos de Dios y de los hombres. “El que encubre [así] su pecado no prosperará” (Pr. 28:13).
Fragmentos extraídos de la Revista Portavoz de la Gracia No. 44, puede descargar la revista EN ESTE ENLACE.
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