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Por: Charles Stanley

Aunque la higuera no dé renuevos, ni haya frutos en las vides… aun así, yo me regocijaré en el SEÑOR, ¡me alegraré en Dios, mi libertador! El SEÑOR omnipotente es mi fuerza… y me hace caminar por las alturas. HABACUC 3.17–19, NVI

Nada puede hacer temblar su fe como el hecho de que su situación empeore inesperadamente. De repente, el cimiento de aquello en que usted confiaba se destruye. Al tratar de echar mano a formas terrenales de seguridad y alivio, se derrumban. La presión aumenta.

Dios no ha permitido estas circunstancias para destruir su fe, sino para edificarla. Sin embargo, en este momento usted debe decidir creer que el Padre es digno de su confianza. Él desea lo mejor para usted. Tal vez no parezca de ese modo en el momento en que enfrenta presiones increíbles, pero así es.

Por tanto, niéguese a dudar. Como David al confrontar a Goliat o Moisés ante el Mar Rojo, niéguese a aceptar la derrota. Sepa que Dios está esperando revelarle su provisión poderosa. Y regocíjese en el hecho de que Él nunca le fallará.

Señor, no dudaré de ti. Tú me estás conduciendo a la victoria y estoy muy agradecido por tu amor. Amén.


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