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Por: J.C. Ryle
Nuestro Señor dice: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra”.
Esta misma verdad la declara S. Pablo en su carta a los filipenses: “Dios [lo] exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre” (Filipenses 2:9). Es una verdad que no le quita nada en absoluto a la realidad de la divinidad de Cristo, como algunos han supuesto ignorantemente. Es sencillamente una declaración de que, en los designios de la eterna Trinidad, Jesús ha sido nombrado, como Hijo del Hombre, heredero de todas las cosas; de que Él es el Mediador entre Dios y los hombres; de que la salvación de todos los que se salvan radica en Él; y de que Él es la gran fuente de misericordia, gracia, vida y paz. “Por [este] gozo puesto delante de él sufrió la cruz” (Hebreos 12:2).
Recibamos esta verdad con reverencia, y aferrémonos a ella con fuerza. Cristo es quien tiene las llaves de la muerte y del Infierno; Cristo es quien ha sido ungido como el único Sacerdote que puede perdonar a los pecadores; Cristo es la única Fuente de agua viva en la que podemos lavarnos; Cristo es el único Príncipe y Salvador que puede conceder el arrepentimiento y la remisión de los pecados. “En Él habita toda plenitud”. Él es el camino, la puerta, la luz, la vida, el Pastor, el altar de nuestro refugio. “El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida” (1 Juan 5:12). ¡Ojalá que todos nos esforcemos por comprender esto! Es indudable que los hombres caen fácilmente en el error de no estimar lo suficiente a Dios el Padre y a Dios el Espíritu, pero nunca ha habido alguien que estimara demasiado a Cristo.
*John Charles Ryle fue un obispo evangélico anglicano inglés. Fue el primer obispo anglicano de Liverpool y uno de los líderes evangélicos más importantes de su tiempo.
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