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Por: Paul Washer.

Este artículo forma parte de la serie: Entendiendo la disciplina de ayuno.

Jesús afirma la continuidad del ayuno entre Sus discípulos en el Sermón del Monte (Mat. 6:16-18), y no niega su utilidad. Sin embargo, en Mateo 9:16-17, utiliza dos ilustraciones pintorescas para comunicar que habría diferencias importantes entre el tipo de ayuno asociado con los fariseos y los discípulos de Juan y el de la Iglesia.

Jesús compara el ayuno tanto de los fariseos como de los discípulos de Juan con un vestido viejo y un odre viejo. En el caso de los fariseos, el ayuno se había convertido en una tradición vacía, un ritual externo y una disciplina programada (véase Luc. 18:11- 12). En el caso de los discípulos de Juan, el ayuno estaba caracterizado por el luto, la aflicción y el anhelo de liberación por medio del Mesías. A la luz de estos dos hechos, es obvio cómo el ayuno cristiano debe diferir no solo de las costumbres vacías de los fariseos, sino también del ayuno de los sinceros discípulos de Juan. A diferencia de los fariseos, el ayuno que prescribía Jesús nacía de una pasión sincera y un anhelo por Dios. Este ayuno iba mucho más allá de la noción farisaica de un ritual prescrito que debía observarse determinados días, más allá de una práctica obligatoria o de un ejercicio religioso.

A diferencia de los discípulos de Juan, los discípulos de Cristo no ayunarían como quienes esperan la redención, ¡sino como quienes ya la han experimentado! Seguiría habiendo sufrimiento, luto y anhelo a lo largo de las muchas etapas de la Iglesia; pero los discípulos de Cristo y su ayuno estarían impregnados de la realidad de la presencia de Cristo, de la seguridad de su salvación y de la gran expectativa de que «todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá» (Mat. 7:8).

¡La venida de Cristo lo ha cambiado todo! Su obra terminada en el Calvario, la esperanza y el poder de Su resurrección, y que enviara al Espíritu han hecho nuevas todas las cosas, incluso el ayuno. Nuestra nueva vida en Cristo es el cumplimiento de la promesa de las profecías del Antiguo Testamento, prefigurada en los rituales del Antiguo Testamento y anhelada por los santos del Antiguo Testamento. Aunque todavía esperamos la restauración de todas las cosas en la segunda venida de Jesús, el Reino de los Cielos ha llegado y ha infundido en nuestras vidas gozo, plenitud y gran expectación.

No ayunamos en respuesta a un ritual prescrito o legalista; ayunamos en respuesta a una pasión por Dios. No ayunamos porque estemos estériles, sino porque hemos probado y visto que el Señor es bueno; esta plenitud nos ha hecho desearlo a Él aún más. No ayunamos porque el Reino no haya llegado; ayunamos porque ha llegado y anhelamos que se extienda a todos los rincones de nuestra vida y a todos los rincones de la tierra.

Tomado del libro «Entendiendo la disciplina del ayuno», puedes descargar el libro gratis EN ESTE ENLACE.


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Un comentario en «¿Cómo deberíamos ayunar? – Paul Washer»
  1. El ayuno va mucho más allá de la suspensión del alimento literal del cuerpo, más allá del ritualismo religioso, el ayuno trasciende y traspasa la carnalidad hasta vislumbrar la afectación favorable de nuestro espíritu y la verdadera conexión con Cristo a través de Su Espíritu Santo.

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