Por: Charles Spurgeon.
Este artículo forma parte de la serie Estudio de los Salmos por Charles Spurgeon
Salmo 127.
El título probablemente indica que David escribió esto para su hijo Salomón, en quien tanto se regocijaba, y cuyo nombre, Jedidiah, o «amado del Señor», es introducido en el segundo versículo. El espíritu de su nombre, «Salomón, o pacífico», respira en todo este Salmo encantador.
Versículo 1. Si Jehová no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican.
La palabra «en vano» es la clave aquí, y resuena claramente tres veces. Los hombres que desean edificar saben que han de trabajar y, en consecuencia, ponen en ello toda su habilidad y fuerza; pero que recuerden que si Jehová no está con ellos, sus planes terminarán en fracaso.
Esto ocurrió con los edificadores de Babel; dijeron: «Vayamos, y edifiquemos una ciudad y una torre»; y el Señor les hizo tragar las palabras, cuando dijo: «Descendamos y confundamos su lengua.» Llana y martillo, sierra y cepillo, son instrumentos vanos a menos que el Señor sea el constructor. C. H. S.
Si Jehová no edifica. Las palabras ben, un hijo; bath, una hija, y beith, una casa, vienen de la misma raíz: banah, edificar; porque los hijos y las hijas edifican una casa, o constituyen una familia, del mismo modo que las piedras y la madera constituyen un edificio.
Ahora bien, es verdad que a menos que la buena mano de Dios esté sobre nosotros, no podemos edificar de modo próspero una casa de adoración para su nombre. A menos que tengamos su bendición, no es posible erigir una casa confortable para habitar en ella.
Y si su bendición no está en nuestros hijos, la casa (la familia> puede ser edificada; pero en vez de ser la casa de Dios, será la sinagoga de Satanás. Los matrimonios que no están bajo la bendición de Dios tampoco pueden ser bendición para los demás. Adam Clarke.
El Salmista está muy lejos de pensar que el cuidado y el trabajo humano que se emplean en la edificación de casas y mantenimiento de ciudades ha de ser considerado como inútil, porque el Señor es el que edifica y guarda; sino que entonces es más especialmente útil y efectivo cuando el mismo Señor es el Constructor y Guardador.
El Espíritu Santo no es un amo que dirige a hombres perezosos e indolentes; sino que dirige la mente de aquellos que trabajan para la providencia y poder de Dios. Wolfgang Musculus
En el principio de nuestra contienda con la Gran Bretaña, cuando nos dábamos cuenta del peligro, orábamos diariamente en esta habitación pidiendo el favor de la protección divina. Nuestras oraciones, señores, fueron oídas y misericordiosamente contestadas.
Todos los que estábamos ocupados en la lucha pudimos observar frecuentes ejemplos de una Providencia supervisándola en favor nuestro. A esta clase de Providencia le debemos esta feliz oportunidad de consultar en paz sobre los medios de establecer nuestra felicidad nacional futura.
¿Y hemos olvidado ahora a este poderoso amigo, o nos imaginamos que ya no necesitamos su ayuda? He vivido mucho tiempo (ochenta y un años); y cuanto más vivo más convencido estoy de esta verdad por pruebas indubitables, que veo que Dios gobierna en los asuntos de los hombres. Y si el gorrión no cae al suelo sin que El lo note, ¿es posible que una nación pueda levantarse sin su ayuda?
Se nos asegura, señores, en los escritos sagrados que «Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la edifican.» Yo lo creo firmemente; y también creo que sin su ayuda concurrente procederemos en esta edificación política más o menos como los que edificaron Babel; seremos divididos por nuestros pequeños intereses locales, parciales; confundiremos las perspectivas; y acabaremos siendo un reproche y ejemplo de escarnio para las edades futuras.»
«Y lo que es peor, la humanidad es posible que, más adelante, por este desgraciado ejemplo, desespere de poder establecer un gobierno basándolo en la sabiduría humana y lo deje al azar, a la guerra o a la conquista. Por tanto, propongo que, a partir de ahora, se ofrezcan en esta asamblea oraciones, implorando la asistencia del cielo y su bendición en nuestras deliberaciones, cada mañana antes de emprender las discusiones; y que uno o más de los eclesiásticos de esta ciudad sean requeridos para oficiar en este servicio. Benjamin Franklin
Si Jehová no guarda la ciudad, en vano vela la guardia. Nótese que el Salmista no dice al edificador que cese de trabajar, ni sugiere que el guarda descuide su deber, ni que los hombres deben mostrar su confianza en Dios no haciendo nada, no; lo que supone es que éstos harán todo lo que puedan, y luego prohíbe que pongan su confianza en lo que han hecho y les asegura que todo esfuerzo de la criatura será vano a menos que el Creador aporte su poder para hacerlo efectivo.
La Sagrada Escritura respalda la orden de Cromwell: «Confiad en Dios, y vigilad que no se moje la pólvora»; sólo que aquí el sentido es distinto, y se nos dice que la pólvora seca no ganará la victoria a menos que confiemos en Dios. Feliz el hombre que acierta el término medio exacto obrando de modo que crea en Dios, y creyendo en Dios de modo que obre sin temor. C. H. S.
Versículo 2. Por demás es que os levantéis de madrugada, y que retraséis el descanso, y que comáis pan de fatigas.
Su pan es ganado difícilmente, racionado con escasez y no endulzado, sino untado con amargura perpetuamente; y todo porque no tienen fe en Dios y no hallan gozo si no es en acumular oro, que es lo único en que confían. No es así que han de vivir los hijos de Dios. El quiere que vivan como príncipes, lleven una vida sosegada y dichosa. Que descansen el tiempo apropiado y tomen la porción de alimento debida, porque esto es bueno para su salud.
Naturalmente, el verdadero creyente no puede ser ni perezoso ni despilfarrador; silo es, sufrirá por ello; pero no ha de pensar que sea necesario ni recto el preocuparse y ser tacaño. La fe trae calma y expulsa a los que alteran la paz, sea de día, sea de noche. C. H. S.
Pero ningún hombre debe trabajar más allá de su capacidad física o intelectual, ni más allá de las horas que permite la naturaleza. No resulta ningún bien cuando el individuo o la sociedad de modo forzado prolongan las horas de trabajo a un extremo u otro del día.
levantarse temprano, comer el desayuno a la luz de una vela o las vigilias prolongadas, quemar el tradicional «aceite de la medianoche», es un engaño y una trampa. Trabaja en tanto que es de día. Cuando viene la noche, reposa. Los demás animales hacen esto, y, como razas, lo pasan mejor que esta angustiosa raza humana. Charles F. Deems
El significado es que aunque no lo necesiten realmente, los hombres se oprimen el seso, desgastan su espíritu, estragan su conciencia, y muchas veces por nada; o bien Dios no les da riquezas o no les da el bienestar que esperan de ellas.
Pero los amados de Dios, sin estos acuciantes cuidados, viven contentos; si no tienen el mundo, tienen reposo y sueño; con silencio se someten a su voluntad, y con quietud esperan su bendición. Así pues, reconoce la Providencia para que puedas permanecer bajo su bendición: trabajar sin Dios no produce prosperidad; hacerlo contra Dios v contra la voluntad expresa de su Palabra da resultados contraproducentes. Thomas Manton.
Las angustias y el afán,
la agonía y el temor,
no nos acercan a Dios.
Lo que El escucha es la oración.
J. P. Lange
Pues que a sus amados lo da Dios mientras duermen. Nótese que Jesús estaba dormido en medio del tumulto de la tempestad en el mar. Sabía que estaba en las manos de su Padre, y, por tanto, estaba tan sosegado en el espíritu que las olas eran un arrullo para El; sería lo mismo para nosotros si fuéramos más como El. C. H. S.
¿De dónde procede el gran esfuerzo y ardor del no creyente, que no mueve un dedo sin tumulto y alboroto; en otras palabras, el que deje de atormentarse con cuidados superfluos, sino del hecho que no atribuyen nada a la providencia de Dios?
El fiel, por otra parte, aunque lleva una vida de trabajo, con todo, sigue su vocación con mente sosegada y tranquila. Por ello sus manos no están ociosas, sino que su mente reposa en la quietud de la fe, como si estuviera dormido. Juan Calvino.
Cuando el primer Adán dormía, el Señor le hizo un don precioso: le sacó una costilla del costado y formó con ella una mujer, Eva, su esposa, la madre de todos los vivientes. Así, cuando Cristo, el segundo Adán, el verdadero Jedidiah, el bienamado Hijo de Dios, dormía en la muerte de la cruz, Dios formó de El, en su muerte, y por su muerte, mediante la corriente de vida que fluía de su precioso costado, la iglesia, la Eva espiritual, la madre, de todos los vivientes; y se la dio por esposa. Así, El edificó para El, en su sueño, el templo espiritual de su iglesia. Christopher Wordsworth
El sueño tranquilo es un don de Dios, y a Dios le gusta darnos un sueño tranquilo. Philip Goodwin
El mundo da a sus favoritos, poder, riqueza, distinción; Dios les da sueño. ¿Podría haber algo mejor? El dar sueño cuando ruge la tempestad, el dar sueño cuando la conciencia hace una larga lista de pecados; dar sueño cuando los ángeles malos tratan de trastornar nuestra confianza en Cristo; el dar sueño cuando se acerca la muerte, cuando un juicio está próximo, ¡oh, qué don precioso y apropiado! ¿Qué puede ser más digno de Dios?
¿Qué hay más precioso para el alma? Seca tus lágrimas, tú que estás a la vera del lecho de muerte de un creyente que muere; el momento de la partida es inminente. Hay un frío sudor en su frente, el ojo está fijo, el pulso imperceptible. ¿Tiemblas ante este espectáculo?
¡No! ¡Deja que la fe haga su parte! La habitación está llena de formas gloriosas; ángeles que esperan para hacerse cargo del alma desencarnada; una mano más suave que la de ningún ser humano está cerrando estos ojos; una voz más dulce que la de ningún ser humano le susurra: «Porque a sus amados da sueño Dios.» C. H. S.
¡Id, avaros! ¡Partid, hombres ambiciosos! No envidio vuestra vida inquieta. El sueño del hombre de Estado es interrumpido con frecuencia; el sueño del avaro es siempre malo; el sueño del hombre que ama la ganancia nunca es sosegado; pero Dios da, con su contento, sueño a sus amados. C. H. S.
Versículo 3. He aquí, herencia de parte de Jehová son los hijos.
Esto indica otro modo de edificar una casa, a saber, dejando descendientes que lleven nuestro nombre y conserven nuestra familia sobre la tierra.
Sin esto, ¿qué sentido tiene que el hombre acumule riqueza? ¿De qué le servirá al que edifica la casa si no tiene en su familia quien habite en ella después de él? Con todo, en este punto, el hombre es impotente sin el Señor.
El gran Napoleón, con todo su cuidado en este punto, no pudo crear una dinastía. Miles de personas ricas darían la mitad de sus haciendas si pudieran oír el llanto de un niño recién nacido en su familia. Los niños son una heredad que Dios mismo ha de dar, pues de otro modo un hombre muere sin hijos, y con ello su casa queda por edificar. C. H. S.
Incluso si no quisieras separarte de ninguno de ellos por miles de oro y plata, puedes creer que el que es la fuente de toda ternura los considera con un amor más profundo todavía, y hará de ellos, en la hora de la prueba, un medio para aumentar su dependencia de él, y pronto tu sostén y orgullo.
¡Hijos! Es posible que el aliento del destructor los haya marchitado para la tumba, y las antiguas caricias y sonrisas hagan sangrar tu corazón herido. Sí; ¡heredad de parte de Dios! Pero, ¿no puede El reclamar lo que es suyo? Están bien guardados en su mano, y te serán restaurados en la tierra mejor, donde la muerte los hará ángeles ministradores en el trono de Dios; es más, ellos vendrán a darte la bienvenida los primeros a la gloria, para amar y adorar contigo por toda la eternidad. Robert Nisbet
Recompensa de Dios el fruto del vientre. Cuando la sociedad está ordenada rectamente, los hijos no son considerados como un estorbo, sino como una heredad; y son recibidos, no con pesadumbre, sino como una recompensa. C. H. S.
La hija de John Howard Hinton le dijo a su padre cuando se arrodilló al lado de su lecho de muerte: «No hay mayor bendición para los hijos que tener padres piadosos.» «Y después», le contéstó el moribundo con un destello de gratitud en los ojos, «para los padres, como el tener hijos piadosos». Recuerdo En Un Manual Bautista
Versículo 4. Como saetas en mano del guerrero, así son los hijos habidos en la juventud.
Los hijos nacidos al hombre en sus años mozos, con la bendición de Dios, pasan a ser el apoyo de los años maduros. Un guerrero se alegra de que sus saetas puedan volar a donde él no puede ir; los hijos buenos son las saetas de su padre, que se dirigen al blanco al que apuntan sus padres. ¡Qué maravillas puede realizar un buen hombre si tiene hijos afectuosos que secundan los deseos del padre y que se prestan a sus designios! C. H. S.
Bien llama David saetas a los hijos; porque si son bien criados, son disparadas a los enemigos de sus padres; pero si no lo son, a sus propios padres. Henry Smith
Versículo 5. Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba de ellos.
Los que no tiene hijos lamentan el hecho; los que tienen pocos hijos pronto los ven fuera de la casa, y está, en silencio, y la vida ha perdido su encanto; los que tienen muchos hijos son, en conjunto, más felices. Naturalmente, un mayor número de hijos significa un mayor número de tribulaciones; pero, cuando se hace frente a las mismas con la fe en el Señor, significa una gran cantidad de amor y una multitud de goces.
El Dr. Guthri tenía la costumbre de decir: «No soy rico en nada, excepto en hijos.» Tenía once. Muchos hijos hacen muchas oraciones, y muchas oraciones traen mucha bendición. Proverbio Alemán
El Rev. Moisés Browne tenía doce hijos; Alguien le dijo: «Señor, tiene el mismo número que tenía Jacob». El replicó: «Sí, y tengo el mismo Dios de Jacob que provee para ellos.» G. S. Bowes
Recuerdo a un gran hombre que vino a mi casa en Waltham, y viendo a todos mis hijos de pie por orden de edad y estatura, dijo: «Estos son los que hacen pobre al rico.» Pero recibió esta respuesta: «No, señor, éstos son los que hacen rico a un pobre; porque no hay uno sólo del que quisiera desprenderme por todas las riquezas de usted.»
Es fácil observar que no hay personas tan tacañas como las que no tienen hijos; por tanto, los que para mantener familias numerosas se ven obligados a grandes gastos, tienen tal experiencia de la providencia divina en la administración fiel de sus asuntos, que gastan con más alegría lo que reciben. Joseph Hall
Charles Haddon Spurgeon, (19 de junio de 1834 – 31 de enero de 1892) fue un pastor bautista inglés. Aún es conocido por la gente como el Príncipe de los Predicadores.