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Por: David Wilkerson.

Te digo, ¡estamos en plena guerra! Estás encarando poderes malignos, peleando por tu fe contra el padre de toda mentira. Él es quien ha sembrado todos esos pequeños pensamientos: “¿Dónde está tu Dios? Las cosas van de mal en peor. Tu dolor, tu sufrimiento, tus necesidades siguen aumentando. Dios ha prometido darte una salida de escape, así que, ¿dónde está la salida? ¿Dónde está tu Dios ahora, cuando más lo necesitas?”

Ahora estás siendo zarandeado y sacudido. Y en medio de todo esto, tu fe parece haber fallado. Amado, tengo buenas noticias para ti: Dios no está enojado contigo.

Puede que preguntes: “¿Acaso Jesús no sufre cuando desconfiamos de él? ¿Acaso el Señor no se entristece cuando dudamos y cuestionamos su Palabra y su fidelidad?” Sí, sí, él de verdad siente eso. Pero aquellos que han fallado en su fe, todavía pueden mantener su mirada en Jesús.

Cuán paciente es nuestro Señor, y cuán misericordioso. Él oye todas nuestras murmuraciones y preguntas, él ve muchos pensamientos de duda que cruzan nuestra mente, pero aun así, él nos mira con perdón y compasión.

Después de negar al Señor, Pedro fue restaurado y vivió una gran vida de fe. Recuerda, Jesús le había dado esta palabra de aliento en la Pascua: “Y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos” (Lucas 22:32). Esta es la palabra del Señor para ti y también para mí. Él nos dice, al igual que le dijo a Pedro: “Mantén tus ojos en mí. Tú vas a salir de esto y después ayudarás a tus hermanos y hermanas en mi casa.”

Más adelante, en el libro de Hechos (Ver Hechos 12:1-10), encontramos a Pedro encadenado dentro de una cárcel. Un ángel viene a él, le quita sus cadenas, y le dice que se levante y salga. En este punto, Pedro nunca mira las imposibilidades alrededor de él: las puertas de hierro que él tendría que atravesar, los muchos guardias y soldados enfrente de los cuales tendría que pasar a riesgo propio. En lugar de eso, Pedro se levanta en fe a la instrucción del ángel, y cuando llega a las puertas de hierro, éstas se abren por cuenta propia.

Así será para ti, amado santo, si estás dispuesto a levantarte y seguir adelante en fe.


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