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Este artículo forma parte de la serie: «El cristiano con toda la armadura de Dios«

El cristiano con toda la armadura de Dios, es sin duda uno de los mayores de los escritos práctica de los puritanos. Sobre este libro, Charles Spurgeon escribió: “La obra de Gurnall no tiene igual y es valiosísima. Cada una de sus líneas está llena de sabiduría; cada frase es sugestiva. Esta “armadura completa” es por encima de todo, un libro de predicador. Tiendo a pensar que habrá sugerido más sermones que ningún otro volumen no inspirado. A menudo he recurrido a Él cuando mi propio fuego ha ardido bajo, y pocas veces he dejado de encontrar algún carbón encendido en el hogar de Gurnall”

Citas selectas:

– El fuego infernal es inextinguible. “Pero la sabiduría que es de lo alto es […] pacífica” (Stg. 3:17). ¿Te llamas cristiano y llevas ese fuego infernal dentro de ti? Cuando vemos a un hijo de padres cristianos que obra con ira, nos preguntamos de donde sacó esa impía disposición; sus padres no eran así. Pues, ¿quién te enseñó a ti, cristiano, a ser inmisericorde? No lo aprendiste de tu Padre Celestial.

– Un padre sabio bien puede legar grandes tierras a su hijo, sin permitirle que controle de la herencia más de lo que pueda gobernar bien. De la misma forma, Dios da al creyente derecho a todas las comodidades de la vida, pero su sabiduría infinita proporciona las cantidades apropiadas para el uso, según la necesidad de cada alma. Si tienes mucho menos que otro, eso no significa que Dios ame más a aquel que a ti, sino que te quiere tanto que te suministra lo que puedes aprovechar bien. La bebida se sirve según el tamaño de la copa; el vino que llena toda la copa se derramaría al echarlo en un recipiente más pequeño.

– No te desanimes cuando Dios permite alguna cruz o aflicción en tu vida. Si te trae primero su misericordia, también puedes confiar en su bondad cuando te traiga su vara. Tienes la miel que endulza la copa más amarga.

– Cuando una aflicción gravosa recae por un tiempo sobre el cristiano, puede causarle temor, hasta que sepa la razón de ella. Si has hecho las paces con él, el temor se desvanecerá; puedes estar seguro de que la aflicción ha venido de Dios en una misión de misericordia.

– Cristiano, ¿qué hay que te pueda separar del gozo de la paz de Dios? ¿Temes la ira de los hombres? Tal vez tienes muchos enemigos, y poderosos. ¡Que den rienda suelta a su ira! ¿Está Dios entre ellos, o no? ¿Toma él prestada la venganza de ellos para derramarla sobre ti? Si no, te preocupas inútilmente. Y afrentas a Dios, cuya misericordia te puede proteger de su furia, al no santificar su Nombre en tu corazón: “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Ro. 8:31). Aunque te rodeen, no hace falta temerlos más que una paja al viento. También te afrentas a ti mismo, porque mientras estés esclavizado a este temor paralizante de la pasión humana, nunca probarás la verdadera dulzura del amor de Dios.

– Recuerda que tienes un tesoro maravilloso que nadie puede reclamar, aun en la cima de la gloria mundana: “Puede que sea pobre y esté enfermo, pero por la misericordia de Dios tengo su paz”. Si esta palabra se medita, lo cambia todo: la felicidad del pecador próspero en luto, y la pena del cristiano en gozo.

– Consuélate con esta verdad: si tienes paz con Dios ahora en la tierra, no tardarás en celebrar su amor en el Cielo con él: “A los que justificó, a éstos también glorificó” (Ro. 8:30).

– Los santos glorificados en el Cielo son todos pecadores justificados. No hay más de unos que de otros.

– ¿Eres alguien justificado por la fe? Regocíjate con tus hermanos santos en la esperanza de la gloria de Dios. La tienes delante. Cada día te acercas, y nada te puede retener de llegar más a ella: ni siquiera tus pecados más temidos. Aquel que pagó el precio completo en tu conversión tendrá suficiente misericordia para pasar por alto las pequeñas deudas que la sutileza de Satanás y tu debilidad hayan puesto en tu contra. Eras un enemigo cuando Dios canceló tu primera deuda, pero ahora eres su amigo. Dios garantiza que proveerá para tus obligaciones posteriores, ya que no piensa perder su primera inversión.

– La casa del Padre todavía no está llena: “Aún hay lugar” (Lc. 14:22). ¿No hay nadie que ames tanto como para hablarle de la misericordia divina en Cristo? El esposo carnal que está a tu lado, los hijos de tu vientre, los vecinos que ves todos los días; si mueren hoy tal como viven, su alma preciosa se perderá para siempre. Pero estos ciegos espirituales no se imaginan el tormento que se les viene encima, como una oveja no se pregunta por qué el carnicero afila el cuchillo justo antes de segarle la vida.

– Si la enfermedad de un amigo fuera tan grave que no pudiera valerse, ¿lo cuidarías o lo dejarías morir? Supongamos que se condenara a muerte a un niño, y no se intentara conseguir el indulto, ¿harías todo lo posible por no ver terminar sus días de forma tan lamentable? En definitiva: si tu vecino se encerrara para suicidarse, ¿derribarías la puerta por salvarlo? ¿Dónde está la santa violencia necesaria para salvar las almas? Observamos como corren al Infierno padres, maridos, hijos y vecinos ante nuestros ojos sin preguntarles siquiera por qué. Por amor al Señor, ten más misericordia de las almas pecadoras. Has encontrado el banquete, ¿vas a dejar a otros morir de hambre sin saber dónde está la mesa?.

– Ve e invita a todos a la casa de Dios. Así lo hizo David: “Gustad, y ved que es bueno Jehová” (Sal. 34:8). No temas enviar más invitados de los que Dios quiere; él dice que desea más: “Y no queréis venir a mí para que tengáis vida” (Jn. 5:40).

– ¡Es una gran obra ganar almas para Cristo! Un médico nunca se enfada con alguien que le trae un paciente, porque al curarle se extenderá el conocimiento de su dedicación y pericia. Y es el gran propósito que Cristo ha tenido desde hace mucho, y por el cual ha orado: “Para que el mundo crea que tú me enviaste”

– (Jn. 17:21). Su objetivo al reunir a las almas por la gracia del evangelio, es “tomar de ellos [los pecadores] pueblo para su nombre” (Hch. 15:14). Dios quiere escoger un pueblo particular, mostrarles su misericordia, y hacer que su nombre sea exaltado.

– Si quieres consolar a una conciencia que se asa en las brasas de la ira de Dios encendidas por su propia culpa, primero tendrás que apagarlas y darle la noticia de que Dios perdona el pecado, y de que se reconciliará con los pecadores que se arrepientan y crean. Nada sino este evangelio puede ofrecerle al hombre la verdadera paz con sus propios pensamientos.

– El pecado del hombre merece su muerte: la muerte eterna de cuerpo y alma en el Infierno. Este es el precio puesto por Dios a la cabeza de todo pecado.

– El evangelio posee poder suficiente para satisfacer a la conciencia más perturbada del mundo: la plena satisfacción que la preciosa sangre de Cristo ha hecho por los pecadores.

Para leer la biografía de William Gurnall, sigue ESTE ENLACE.


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