Por: Ruth Bryan
Aún sufro de gran debilidad corporal. Pero el consuelo y la gloria superan con creces el dolor. ¡Grandes visitaciones he tenido en el Getsemaní! ¡Grandes derretimientos entrañables en el Calvario! ¡Y grandes rayos de las glorias del Redentor resucitado!
Estando muy sola hoy, me he sentido atraída a aferrarme de nuevo al Señor con el fin de que el mayor desarrollo de esta preciosa aflicción pueda manifestarme Su gloria.
Disponerse a volver al «desierto» nuevamente supone una lucha. Me parece que es como abandonar este valle celestial, con la gloria a veces a la vista para escalar la colina negra y oscura.
Esta aflicción ha sido muy misericordiosa para mí, brindándome nuevas oportunidades para manifestarme el amor de Jesús, que dulcemente ha fluido en mi alma, comprobándome que Él es mejor para mí que todas las madres, padres, esposos, hermanos terrenales o algún otro.
¡Oh, lo que poseemos en nuestro precioso Cristo! ¡El corazón no puede concebirlo, la lengua no puede pronunciarlo! Él es todo amor y hermosura, todo gloria y majestad. ¡Él es Jehová manifestado, con el que tenemos comunión y en quien nos deleitamos! Se comienza a habitar en el cielo cuando poseemos sus abrazos, sí, el cielo, mientras estamos encadenados en mortalidad, rodeados de criaturas, y retumbados por Satanás también. ¡Oh, las más altas y más sublimes alabanzas sean a Jesús, mi todo en todo!
Puedes seguirnos en , Facebook, Telegram o Youtube. También puede suscribirse a nuestro boletín por correo electrónico.