Por: J.C. Ryle
Lea: Mateo 26: 36 -46
Aprendamos, por último, que existe una gran debilidad aún en auténticos discípulos de Cristo, y que les hace falta velar y orar para guardarse de ella. Vemos aquí a Pedro, Santiago y Juan, aquellos tres apóstoles escogidos, dormir cuando deberían haber estado velando y orando; y vemos cómo nuestro Señor se dirige a ellos con estas solemnes palabras: “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil”.
Hay una naturaleza doble en todos los creyentes. Aunque están convertidos, renovados y santificados, siguen llevando consigo a todas partes una masa de corrupción interior, un cuerpo de pecado. A esto se refiere S. Pablo, cuando dice: “Queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente” (Romanos 7:21–23). Esto lo confirma la experiencia de todos los verdaderos cristianos en todas las épocas. Descubren dentro de sí mismos dos principios contrarios, y una batalla constante entre ambos; a esos dos principios alude nuestro Señor, cuando se dirige a sus discípulos medio dormidos: a uno lo llama “carne”, y al otro, “espíritu”. Dice que “el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil”.
¿Pero pasa por alto nuestro Señor esta debilidad de sus discípulos? Lejos esté de nosotros siquiera pensarlo; quienes sacan tal conclusión no entienden lo que nuestro Señor quiso decir. Lo que Él hace es utilizar esa misma debilidad como argumento para defender la necesidad de velar y orar; nos enseña que el hecho mismo de que todo nuestro ser está afectado por la fragilidad debería animarnos continuamente a “velar y orar”.
Si somos personas que conocen la verdadera religión en lo más mínimo, no olvidemos nunca esta lección. Si deseamos caminar con Dios sin dificultad, y no caer, como hicieron David o Pedro, no olvidemos nunca velar y orar. Vivamos como hombres en territorio enemigo, y estemos siempre alerta; no podemos prestar demasiada atención a nuestro caminar; no podemos ser demasiado celosos de nuestras almas. El mundo está lleno de trampas; el diablo trabaja sin cesar: dejemos que las palabras de nuestro Señor resuenen en nuestros oídos cada día, como una trompeta. Puede que a veces nuestros espíritus estén muy dispuestos, pero lo cierto es que nuestra carne es muy débil. Así que velemos siempre, y oremos siempre.
*John Charles Ryle fue un obispo evangélico anglicano inglés. Fue el primer obispo anglicano de Liverpool y uno de los líderes evangélicos más importantes de su tiempo. Foto de Tom Def en Unsplash
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Es una bendición tener estos artículos de personas de fe, que instan al pueblo Santo del Señor a continuar adelante, vale la pena obedecer sus mandatos, amar sus decretos. Gracias de verdad y para todos gracia y paz de nuestro Señor Jesucristo
En estos momentos me siento.muy necesita espiritualmente, no ha sido casualidad haber encontrado estas lecturas y meditar en ellas, mediante este hombre de Dios Jorge M. Ha sido una bendición, gracias Dios, para él sea la Gloria