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Por: Max Lucado.

Yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece. Juan 15.19

Todos sabemos lo que es estar en una casa que no es la nuestra. Quizá hayas pasado tiempo en un dormitorio o en una barraca del ejército. Tal vez has dormido en varios hoteles o en literas en algunas hosterías. Tienen camas. Y mesas. Puede que tengan comida y sean acogedores, pero están lejos de ser como «la casa de tu padre».

La casa de tu padre es aquella donde está tu padre.

No siempre nos sentimos acogidos aquí en la tierra. Nos preguntamos si habrá un lugar para nosotros. La gente puede hacernos sentir indeseados. La tragedia nos deja sintiéndonos como intrusos. Extraños. Intrusos en una tierra que no es la nuestra. No siempre nos sentimos bien recibidos aquí.

Y es lógico. Este no es nuestro hogar. No sentirse acogido no es una tragedia. Sin duda, es saludable. Aquí no estamos en nuestro hogar. Este idioma que hablamos no es el nuestro. Este cuerpo que usamos tampoco es nuestro. Y el mundo en que vivimos no es nuestro hogar.

Fuente El Trueno Apacible


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