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Por: A. W. Tozer

Este artículo forma parte de la serie «Encuentros con el Dios Todopoderoso»

¡Nadie es santo como el SEÑOR! Aparte de ti, no hay nadie; no hay Roca como nuestro Dios. 1 SAMUEL 2:2, NTV

Cuán vasto mundo para vagar, cuán inmenso mar para nadar es este Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Él es eterno. Es anterior al tiempo y es independiente por completo de este. El tiempo comenzó en Él y terminará con Él. Al tiempo no le paga ningún tributo y de este no sufre ningún cambio.

Él es inmutable. Nunca ha cambiado y no puede cambiar en lo más mínimo. Para cambiar, tendría que ir de mejor a peor o de peor a mejor. No puede hacer ninguna de las dos cosas, porque siendo perfecto, no puede llegar a ser más perfecto, y si llegara a ser menos perfecto, sería menos que Dios.

Él es omnisciente. Conoce en un acto libre y sin esfuerzo toda la materia, todo el espíritu, todas las relaciones, todos los acontecimientos. No tiene pasado ni futuro. Él es, y ninguno de los términos limitantes y calificativos usados para las criaturas puede aplicarse a Él.

El amor, la misericordia y la justicia son suyos, y la santidad es tan inefable que ninguna comparación o figuras servirán para expresarla.

Me siento abrumado cuando intento comprender tus atributos, Padre. Te adoro, porque en verdad no hay Dios como tú. Amén.


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