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Por: John MacArthur.

Este artículo forma parte de la serie: La Gloria del Cielo

¿Estaré con mi familia y mis amigos en el cielo?. Naturalmente, la respuesta a esta pregunta queda implícita en todo lo que ya hemos dicho antes, y es: «sí». No sólo estaremos con nuestras familias y seres queridos, sino también con los hijos de Dios de todas las épocas. En el cielo todos formaremos parte de una familia unida por los lazos del amor. El enorme tamaño de la familia no importará, porque el cielo es un lugar infinitamente perfecto. Habrá tiempo de sobras para construir amistades profundas con todos los santos; de hecho, pasaremos la eternidad rodeados de una comunión gratificante y perpetua.

El apóstol Pablo describe así la venida del Señor y la resurrección de los santos ya fallecidos: «Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor (1 Ts. 4:17, cursivas añadidas). La intención de Pablo parece clara: consolar a algunos de los tesalonicenses que pensaban que los seres queridos que ya habían muerto se iban a perder el regreso de Cristo.  En el versículo 18 Pablo dice: “Alentaos los unos a los otros con estas palabras”. Ese aliento es la consecuencia de tener depositadas las esperanzas en la futura reunión. Poco aliento sentiríamos si no nos fuésemos a reconocer unos a otros. Así que la promesa de Pablo de que todos estaremos «juntos» para siempre implica que volveremos a tener comunión con todas las personas a las que hemos conocido. En palabras del teólogo A.A. Hodge:

En cielo, en tanto que hogar eterno del Hombre divino y de todos los miembros redimidos de la raza humana, debe tener, necesariamente, unas estructuras, condiciones y actividades humanas. Todos sus deleites y quehaceres deben ser racionales, morales, sensibles, voluntarios y activos. Allí se deben poder ejercitar todas las facultades, complacer todos los gustos, desarrollar todos los talentos y habilidades y llevar a la práctica todos los ideales. La razón, la curiosidad intelectual, la imaginación, las propensiones estéticas, los intereses santos, la interrelación social, la inagotable fuente de fuerza y poder innata en el alma humana: todo ello debe hallar en el cielo un lugar donde ponerse en práctica y satisfacerse.»

Si estás nervioso porque crees que en el cielo te vas a sentir fuera de lugar, deja de preocuparte. El cielo será para ti un hogar mucho más propio que el rincón más querido de todo el planeta Tierra. El Señor, en su ternura y amor, lo ha creado para que vivamos allí por toda la eternidad y disfrutemos de Él para siempre, en la plenitud de nuestra humanidad glorificada.

Acaso es de extrañar que el salmista dijera: Estimada es a los ojos de Jehová la muerte de sus santos (Sal. 116:15).

Lea también: En el cielo. ¿Nos reconoceremos el uno al otro? – John MacArthur

Extracto del libro «La Gloria del cielo» escrito por John MacArthur.


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4 comentarios en «Si mis seres queridos y amigos partieron con el Señor, ¿los veré en el cielo? – John MacArthur»
  1. Cuando la persona muere, el cuerpo va al sepulcro y el alma y el espiritu, van al Seno de Abraham hasta el rapto, unos van del lado del mendigo y otros del lado del rico, esto lo predicó Jesús en vivo y no fue abolido !!!

    1. Este pasaje no es literal, pudiendo considerarlo dentro de la categoría de parábola; ateniéndonos a la cita de Eclesiastés 12.8: y el polvo vuelva a la Tierra Cómo era y el espíritu vuelva a Dios que lo dio

  2. Llamad la atención que se haya respondido directamente de manera positiva, ya que no podemos pasar por alto lo dicho también por el apóstol Pablo en Filipenses 3:12-14: si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos
    No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto, sino que prosigo por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús.
    Yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado, pero una cosa hago, olvidando ciertamente lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta al premio del supremo llamamiento de Dios en Jesucristo.

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