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Por: R. C. Sproul.
Este artículo forma parte de la serie «Qué buena pregunta«
No existe una perspectiva única de la evolución. Se hace una diferencia, por ejemplo, entre macro evolución y micro evolución. La macro evolución afirma que toda la vida evolucionó fortuitamente a partir de una sola célula —una pequeña y palpitante célula de vida hecha de aminoácidos, ARN, ADN y todo eso—, y luego, por azar, explosiones, o lo que sea, hubo mutaciones. Primero, tuvo lugar una forma de vida inferior y simple, y luego, a partir de aquello, surgieron cosas más complejas, y todos nosotros emergimos del limo, por así decirlo, rezumando, hasta alcanzar nuestra humanidad presente. Esa es la visión radical de la evolución que ve surgir la vida como una suerte de accidente cósmico.
Esta visión de la evolución —la que oigo discutir públicamente tan a menudo en el mundo secular— es un disparate absoluto y será totalmente rechazada por la comunidad científica secular en el curso de la próxima generación. Mis objeciones con respecto a ella no son tanto teológicas, sino más bien racionales y lógicas. Quiero decir, la doctrina de la macro evolución es uno de los mitos más carentes de fundamento que haya visto perpetuarse en el medio ambiente académico.
Pero hay otras variedades mucho menos radicales, que simplemente indican que hay un cambio, una progresión hacia diferentes direcciones entre varias especies, que podemos incluso rastrear históricamente. Este último tipo de evolución no tiene gran consecuencia con respecto al cristianismo bíblico. La cuestión central tiene que ver con la perspectiva anterior, y la pregunta básica es la siguiente: ¿Es el hombre, en su origen, producto de un acto intencional de inteligencia divina, o se trata de un accidente cósmico? En otras palabras, ¿soy una criatura con dignidad o una criatura de insignificancia cósmica? Ese es un problema bastante serio porque, si yo simplemente aparecí, por así decirlo, de manera repentina, o emergí del limo y estoy destinado a la aniquilación, es sólo una fantasía considerar que, entre estos dos polos de origen y destino tengo un propósito, significado e identidad. Esas serían ilusiones de la peor clase. Obviamente, si vengo de la nada y voy hacia la nada, bajo cualquier análisis objetivo soy nada.
Un cristiano no puede considerarse a sí mismo como un accidente cósmico y creer al mismo tiempo en el Dios soberano y creador. Ser cristiano es ratificar no sólo a Cristo el Redentor sino a Dios el Creador. Y debemos ratificarlos a ambos. Permítame decir también, antes de abandonar esta pregunta, que algunas de las objeciones más grandes que tengo hacia esta visión más radical de la evolución no son los problemas teológicos, tan serios como sean, sino los problemas racionales. Creo que no solamente es mala teología; es mala ciencia.
Históricamente, todos los cristianos, los judíos y los musulmanes han sostenido como un artículo central que este mundo y todas las personas que hay en él son el resultado de un acto divino de creación. En lo que al cristianismo se refiere, si no hay creación, no hay nada que redimir.
Tomado de ¡Qué buena pregunta! Copyright © 1996 por R.C. Sproul.
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