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Por: Paul D. Tripp.

Hay una última categoría de respuesta a la existencia de Dios. Confieso que esta categoría me incluye y, supongo, también a quienes leen este libro. No existe nada más importante, central, cautivador y formativo que mi creencia en y mi relación con mi Salvador y Señor. Él no solo es el centro de mi cosmovisión, sino la fuente de toda mi esperanza en esta vida y en la vida venidera. Si pudieras ver el vídeo de mi vida te darías cuenta de la forma en que mi creencia en Dios y mi relación con Él me motivan y dirigen cada día. Lo amo con todo mi corazón y todo lo que hago se desprende de mi adoración a Él… aunque no siempre.

Este “no siempre” alude a una categoría a la que, en cierto sentido o de algún modo, en tanto que el pecado viva en nuestro interior, pertenecemos todos los creyentes. Es la categoría del ateísmo práctico. No, no me refiero al rechazo filosófico o teológico de la existencia de Dios. A lo que me refiero aquí es a los momentos en los que pensamos, deseamos, hablamos o actuamos como si Dios no existiera. Puede ser el momento en el que hacemos trampa en un examen o cedemos a la murmuración. Puede ser un momento cuando damos lugar a la lujuria o buscamos ser el centro de atención acaparando el mérito por algo. Puede ser comprar algo que no necesitamos y por ello nos quedamos sin dinero para aportar a la obra del reino de Dios. Puede ser tratar mal a tu esposa o hacerle exigencias egoístas a tu esposo. Puede ser un momento cuando decides que la aceptación de tus amigos es más importante que obedecer a tus padres. Puede ser permitirte arrebatos de ira contra los niños a quienes fuiste llamado a criar con paciencia y fidelidad. O puede ser un instante de agresividad al volante o enojo contra un colega de trabajo. Tal vez sea una circunstancia en la que, en sentido funcional, adoras algo creado más que al Creador. Aunque no haya incoherencias en nuestra teología de Dios, todos tenemos contradicciones funcionales en la manera en que vivimos dicha teología en los lugares, las situaciones y las relaciones de nuestra cotidianidad.

El ateísmo práctico no es principalmente una función de la mente; es, en el fondo, una batalla del corazón. Una estrofa del maravilloso himno antiguo “Fuente de la vida eterna” expresa esta idea.

De la gracia cada día y sin remedio soy deudor;

que cual lazo ligue a ti hoy este errante corazón.

Se inclina bien, lo sé mi Dios, a alejarse de tu amor:

tuyo es, aquí lo tienes, pon tu sello sobre mí.

Todos necesitamos confesar esta lucha y clamar pidiendo la gracia protectora, rescatadora y habilitadora para que quienes profesamos haber entregado nuestra vida a creer en la existencia, la gloria, el poder y la gracia del Dios de la Biblia seamos cada vez menos el centro de todo y actuemos menos como si Él no existiera. También es importante tener corazones dispuestos a confesar nuestros momentos de ateísmo práctico cada vez que Dios, en su gracia, nos redarguye y los revela. ¿En qué áreas eres propenso a actuar, reaccionar o responder como si Dios no existiera?

Fragmentos tomados del libro «¿Realmente crees? del pastor Paul D. Tripp

*PAUL DAVID TRIPP es pastor, conferencista y autor galardonado de mayor venta. Con más de 30 libros y series de videos sobre la vida cristiana, la pasión que impulsa a Paul es conectar el poder transformador de Jesucristo con la vida cotidiana.


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