Por: David Wilkerson.
Como se nos cuenta en Juan 11, la ida de Jesús a Betania no tenía mucho que ver con la muerte de Lázaro, sino con su propia muerte. Piénsalo por un momento: cuando llegó el tiempo en que Jesús tenía que enfrentar la cruz…¿Cómo creerían sus seguidores que él podría resucitar? Había solo una forma en que ellos lo creerían: y eso era para Jesús -ahí en Betania, con sus amados amigos- el entrar en la más desesperanzada situación y trabajar sus propósitos ante lo humanamente imposible.
Estoy convencido que Jesús no habría confiado esta experiencia a alguien fuera de su círculo íntimo. Tales cosas estaban reservadas para aquellos que tenían comunión íntima con él, quienes no pensaban como el mundo piensa. Verás, es solo en este tipo de amigos -personas que conocen el corazón de Cristo y confían absolutamente en él- que él puede producir una fe que no puede ser removida.
El hecho es que, Jesús conocía todas las futuras dificultades que tomarían lugar en las vidas de estos seres queridos. Él conocía cada enfermedad y tragedia que enfrentarían. Y él quería ver en ellos una fe que confiaría en su cuidado sin importar la calamidad que enfrentaran.
Cuando Jesús finalmente llegó, las primeras palabras de Marta hacia él fueron: “Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto. Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará” (Juan 11:21-22). Estas palabras pueden sonar llenas de fe de parte de Marta, pero cuando Jesús le respondió: “Tu hermano resucitará” (11:23), la respuesta de Marta fue reveladora: “Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero”. En otras palabras: “Todo está terminado por ahora, Jesús, llegaste tarde”.
Jesús le contestó: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?” (Lucas 11:25-26).
En otras palabras, Cristo le estaba diciendo: “No Marta, Yo soy la resurrección y la vida. Cree en mi, y nunca morirás”. De nuevo, no solo estaba hablando acerca de Lázaro, sino de su propia muerte y resurrección. Para él, la resurrección de Lázaro ya era un asunto zanjado: “Marta, ¿No crees que yo puedo ir incluso dentro de la tumba y hacer lo imposible para ti y María, todos los días de tu vida?”