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Por: John MacArthur.
Este artículo forma parte de la serie: La Gloria del Cielo
¿Nos reconoceremos el uno al otro?. Y la respuesta es que sí. En el cielo seremos quienes somos ahora, y por el resto de la eternidad, sólo que sin fallos ni debilidades. Todos los textos bíblicos parecen confirmar esta idea.
Por ejemplo, cuando una persona moría en tiempos del Antiguo Testamento, los autores de la Biblia decían que «se unía a su pueblo (cp. Gn. 25:8; 35:29; 49:29; Nm. 20:24; Jue. 2:10). En 2 de Samuel capítulo 12, el rey David se mostró confiado al morir su hijo recién nacido, diciendo: «Yo voy a él, mas él no volverá a mí (v. 23). Evidentemente, David tenía la confianza de volver a ver a su hijo, no como un niño sin nombre, un alma sin rasgos distintivos, sino como el hijo mismo que había engendrado.
El Nuevo Testamento todavía deja más claro el hecho de que nuestra identidad personal permanecerá intacta. Mientras celebraban la Pascua, Cristo le dijo a sus discípulos, que estaban alrededor de la mesa: Tomad esto [la copa], y repartidlo entre vosotros; porque os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga (Lc. 22:17-18). Cristo les estaba prometiendo a sus discípulos que, en su día, volverían a beber juntos del fruto de la vid en el cielo. Las promesas que Jesús nos hace en los demás lugares de los evangelios todavía dejan menos lugar a las dudas: Vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos (Mt. 8:11).
Todos los redimidos mantendrán para siempre su identidad como personas, si bien perfecta. Podremos tener comunión con Enoc, Noé, Abraham, Jacob, Samuel, Moisés, Josué, Ester, Elías, Eliseo, Isaías, Daniel, Ezequiel, David, Pedro, Bernabé, Pablo o con cualquier otro santo.
No olvidemos que Moisés y Elías aparecieron junto a Cristo en el monte de la transfiguración. Aunque hacía siglos que habían muerto, todavía tenían identidad propia (Mt. 17:3). Más aún, es evidente que Pedro, Santiago y Juan los reconocieron (v. 4), lo que implica que, en el cielo, vamos a ser capaces de reconocer incluso a quienes no hemos visto antes. Y para que eso sea posible es preciso que todos mantengamos nuestra identidad personal, y no que nos transformemos en una especie de seres etéreos.
Cuando los saduceos intentaban que Jesús cayese en su trampa, el Señor citó las palabras que Dios le había dirigido a Moisés en Éxodo 3:6: «Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob». A lo que Jesús añadió: «Dios no es Dios de muertos, sino de vivos (v. 32). Lo que quiso decir fue, sencillamente, que Abraham, Isaac y Jacob todavía vivían, y que Dios continuaba siendo su Dios. También el relato de Lázaro y el hombre rico da a entender que los dos conservaron sus identidades personales, a pesar de que Lázaro se encontraba en el cielo y el hombre rico en el infierno.
Extracto del libro «La Gloria del cielo» escrito por John MacArthur.
Siempre hablan del cielo solamente. Pero la Biblia habla de cielo nuevo y tierra nueva. En Isaías 65:17; 66:22 y luego 2 Pedro 3:13; Apocalipsis 21:1 transmiten la misma revelación. En el mundo venidero los redimidos estarán parados sobre la tierra en un cuerpo glorificado, no estarán flotando en las nubes tocando un arpa y con un aro en la cabeza
Amén!! Gloria al SEÑOR!!
[…] mis amigos en el cielo?. Naturalmente, la respuesta a esta pregunta queda implícita en todo lo que ya hemos dicho antes, y es: «sí». No sólo estaremos con nuestras familias y seres queridos, sino también con los […]
Es decir nos conoceremos pero no nos acordaremos de otros ?? Xq si saludo a uno y no veo al otro preguntaré x el…entonces para q esto no pase no nos acordaremos de nadie más sino de los q nos veamos ?? Agradezco Respuesta por favor.