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Por: Miguel Núñez

Este artículo forma parte de la serie «95 tesis para la iglesia de hoy» del Pastor Miguel Núñez

El orgullo es la piedra de tropiezo número uno que empaña la gloria de Dios

Basada en Filipenses 2:3-4

Amado hermano, pastor o líder de iglesia, si tus dones y talentos te llevan a sentirte superior a los demás, mejor sería que no los tuvieras o que no los usaras. El apóstol Pablo escribe a los filipenses y les dice: “Nada hagáis por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde, cada uno de vosotros considere al otro como superior a sí mismo” (Filipenses 2:3-4). Dios nos equipa, nos dota con dones y talentos especiales, pero la razón básica es, en primer lugar, servir a los santos, a Su iglesia. Así, al servirle a la iglesia, ponemos de manifiesto la gloria del Dador. Muchas veces entendemos que las habilidades especiales que tenemos por encima de los demás representan logros que hemos obtenido por esfuerzo propio, ya sea por nuestros estudios o por otra cosa, cuando en realidad Dios ha revelado que Él nos da los dones. A algunos les da más; a otros, menos; pero al final el propósito de cada don es servir a la iglesia para la gloria de Dios. Y la mejor manera de poder servir de esa forma es cultivando un carácter humilde.

El orgullo es la piedra de tropiezo número uno que empaña la gloria de Dios. El orgullo no solo hace que nuestros dones y talentos no ejerzan el efecto que tuvieron o debieron tener en primer lugar, sino que además hace que nuestros dones y talentos luzcan como que además hace que nuestros dones y talentos luzcan como debilidades más que como fortalezas. Una vez más, hagamos un alto, pausemos, reflexionemos, pidámosle a Dios que escudriñe nuestro corazón para ver si hay algún elemento de iniquidad en nosotros a la hora de usar nuestros dones, y si lo encontramos, pidamos perdón, contemos con Su perdón; Él es fiel y justo para perdonarnos. Si lo olvidas, regresa a Filipenses 2:3-6, donde se nos insta a tener la misma actitud que hubo en Cristo Jesús. ¡Recuerda!


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