ÚNETE A UNO DE NUESTROS GRUPOS DE WHATSAPP, para recibir materiales todos los días, CLICK AQUÍ.
Por: Paul Washer
Este artículo forma parte de la serie: «Los medios esenciales de gracia»
En la mente de muchos, la mera mención de la disciplina eclesial evoca imágenes de legalismo, justicia propia, hipocresía, falta de amor y crueldad. A menudo, se refuta con otras Escrituras sacadas de contexto: «No juzguen para que no sean juzgados» (Mt 7:1) o «El que de ustedes esté sin pecado, sea el primero en tirarle una piedra» (Jn 8:7). Estas opiniones negativas y refutaciones a menudo se pueden rastrear a tres fuentes distintas: instancias pasadas en las que la disciplina de la iglesia se ha practicado de una manera no bíblica, una ignorancia evidente de las Escrituras u opiniones antibíblicas, carnales y mundanas con respecto a lo que realmente significa amar y demostrar preocupación espiritual por otro.
Nunca debemos olvidar que Jesús ordenó que las congregaciones locales practicaran la disciplina eclesial (Mt 18:15-17). Aunque las prácticas no bíblicas de la disciplina eclesial deben ser rechazadas y reprendidas fuertemente, no podemos tirar la fruta sana con la podrida. Fue ordenado por el Señor de amor como un medio para proteger, purificar y llevar a Su iglesia a una mayor madurez. Rechazar la práctica de la disciplina eclesial o aceptarla en teoría mientras se descuida su práctica es un rechazo del Señor mismo y de Su reinado soberano sobre la iglesia. Además, resultará en un daño incalculable a la congregación y obstaculizará su progreso hacia la madurez.
Habiendo afirmado la validez de la disciplina eclesial, debemos preguntarnos cómo la disciplina de la iglesia promueve la madurez espiritual en la congregación. Para comenzar, primero debemos entender que la disciplina eclesial comienza mucho antes de que se considere cualquier decisión de expulsar a un miembro. La disciplina eclesial comienza al recibir nuevos miembros y al hacer la debida diligencia para asegurarse de que realmente comprendan el evangelio y tengan una realmente buena esperanza de haberse convertido.
En segundo lugar, la disciplina eclesial también se manifiesta en la exposición diligente de las Escrituras y en el cuidado pastoral personal de los ancianos a los miembros de la congregación. En tercer lugar, cuando un miembro realmente cae en pecado, la primera etapa de la disciplina implica instrucción y corrección en privado. Si no hay señales de arrepentimiento, entonces se les pide a uno o dos cristianos maduros (preferiblemente ancianos) que participen para discernir y ofrecer consejo. Finalmente, si aún no hay arrepentimiento, el asunto se lleva ante la iglesia (Mt 18:15-17). Solo como último recurso el miembro es excomulgado de la iglesia. Pero incluso entonces, si el miembro que cometió el pecado se arrepiente, será recibido nuevamente en la congregación con amor y perdón1.
[…] debemos reiterar que la membresía real y activa en una iglesia local es absolutamente esencial para el crecimiento del cristiano hacia la madurez espiritual. Dios nos ha dado la congregación local y sus pastores-ancianos para ayudarnos en un camino a menudo largo y difícil. Como es evidente en las Escrituras, es un camino peligroso que no debe transitarse solo. Debemos someternos a la voluntad de Dios y convertirnos en un miembro vital de una iglesia local que demuestre una búsqueda sincera de Cristo y Sus mandamientos tal como son revelados en las Escrituras.
1 Algunos textos bíblicos importantes para la disciplina eclesial se encuentran en Mateo 18:15-20; 1 Corintios 5:1-6:11; 2 Corintios 2:1-11; Romanos 16:17; Gálatas 6:1; 2 Tesalonicenses 3:6: Tito 3:10; Judas 22-23.
Puedes seguirnos en WhatsApp, Facebook, Telegram o Youtube. También puede suscribirse a nuestro boletín por correo electrónico.