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Por: Paul Washer

Este artículo forma parte de la serie: «Los medios esenciales de gracia»

Todos los ministros han sido llamados a la fidelidad bíblica y todos serán juzgados respectivamente. No debemos tomar el manto del ministerio sobre nosotros mismos ni permitir que otros nos recluten para el ministerio, a menos que estemos conscientes de que cumplimos con los requisitos establecidos en las Escrituras y una congregación madura pueda afirmar estas cualificaciones específicas en nuestro carácter y comportamiento. Estas cualificaciones no son opciones o algo en lo cual «crecer» más adelante, más bien son exigencias no negociables.

Además, debemos reconocer que nuestros ministerios deben estar diseñados y limitados por lo que está escrito en las Escrituras. No tenemos la libertad de escribir nuestra propia descripción de puesto o guión. Debemos estar completamente convencidos de que los requisitos y deberes del ministerio son revelados claramente en las Escrituras y que estamos llamados a someternos a ellos con temor y de todo corazón. El manto del ministerio es tanto un privilegio como una difícil responsabilidad. Si somos ministros de Cristo, dejemos que las siguientes advertencias encuentren su camino hasta lo más profundo de nuestro corazón y nuestra mente, incluso hasta los tuétanos:

Ahora bien, si sobre este fundamento alguien edifica con oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, paja, obra de cada uno se hará evidente; porque el día la dará a conocer, pues con fuego será revelada. El fuego mismo probará la calidad de la obra de cada uno. Si permanece la obra de alguien que ha edificado sobre el fundamento, recibirá recompensa. Si la obra de alguien es consumida por el fuego, sufrirá pérdida; sin embargo, él será salvo, aunque así como a través del fuego (1Co 3:12-15).

Por eso, ya sea presentes o ausentes, ambicionamos agradar al Señor. Porque todos nosotros debemos comparecer ante el tribunal de Cristo, para que cada uno sea recompensado por sus hechos estando en el cuerpo, de acuerdo con lo que hizo, sea bueno o sea malo (2Co 5:9-10).

Hermanos míos, que no se hagan maestros muchos de ustedes, sabiendo que recibiremos un juicio más severo (Stg 3:1).


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