Por: Charles Stanley
Hermano , ¿cómo describiría su vida de oración?
Para algunos, la respuesta es breve y sencilla: “Inexistente”. Es triste que muchos creyentes no pasen mucho tiempo, si es que pasan alguno, hablando con Dios. No me refiero a orar a la carrera. Ofrecer peticiones rápidas durante el día forma parte de una vida de oración seria, pero está lejos de ser lo que debe ser.
El tipo de oración del que estoy hablando es un período ininterrumpido de tiempo juntos, solo usted y el Señor. Sin distracciones, sin otras personas. Y no porque necesite algo, sino porque lo ama y quiere estar con Él. ¿Tiene usted eso con Dios? Y si es así, ¿con qué frecuencia?
Lo que me gustaría inculcarte hoy es que el Señor Jesucristo, cuando estuvo en este mundo, dio una enorme importancia a este tipo de oración. Las Sagradas Escrituras indican que a menudo Él se iba solo a algún lugar para hablar con su Padre. Oraba cuando tenía que tomar decisiones, cuando estaba cansado y cuando estaba angustiado. Si la oración era tan vital para Cristo, que es Dios, imagínese lo importante que es para nosotros.
El tiempo que pase en privado con el Padre celestial le refrescará y le dará fuerzas sobrenaturales: “los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán” (Is 40.31).
Puedo asegurarle que he visto esto suceder muchas veces en mi propia vida. Me gustaría aquí compartir con usted cuatro pasos básicos, pero esenciales, para una vida de oración personal que será indescriptiblemente gratificante.
En primer lugar, dedique tiempo a Dios.
Si quiere desarrollar una relación con alguien, necesita pasar tiempo con esa persona. Sea deliberado y comprométase. Quédese a solas con Dios y niéguese a que le interrumpan. Si es necesario, empiece con 15 minutos. Hable con Él como lo haría con un amigo. Pronto se encontrará guardando celosamente ese tiempo por lo restaurador y precioso que es para usted.
En segundo lugar, elija un lugar.
Mientras crecía, a veces el baño era el único lugar donde podía estar a solas para orar. Pero si es posible, encuentre un rincón que pueda reservar sólo para esto. Cuando no haga otra cosa en ese lugar que hablar con Dios, se convertirá en un lugar sagrado para usted. Y en cuanto entre, Dios le preparará para su presencia. Es una manera maravillosa de empezar.
Tercero, comprenda el propósito.
¿Son nuestras necesidades importantes para Dios? Sí. Pero el verdadero propósito de la oración es estar en comunión con el Dios de nuestras almas, estar encerrados con Él, adorándolo, y —no se pierda esto— conformados a su semejanza.
Pablo dijo: “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen” (2 Co 3.18). Al sentarte con el Señor, enfocado por completo en su Persona, comenzará a parecerse a Él en sus pensamientos y acciones, y su gloria comenzará a brillar en su propio semblante.
El verdadero propósito de su tiempo de oración es llegar a ser como Cristo.
Cuarto, tenga un cuaderno de oración.
Deje que Dios le diga sobre qué orar. Apunte el día en que comienza y la fecha en que lo ve actuar. Con el tiempo, esta lista le dará confianza. Solo recuerde el verdadero propósito de la oración; las mayores obras del Señor pueden ser cosas que nadie ve excepto Dios y usted. Sin embargo, su fe seguirá siendo una bendición para otros. Cuando el pueblo de Dios es fuerte, “Y será aquel varón como escondedero contra el viento, y como refugio contra el turbión; como arroyos de aguas en tierra de sequedad, como sombra de gran peñasco en tierra calurosa” (Is 32.2).
Hermano(a), su vida de oración determinará, en gran medida, todo lo demás acerca de usted.
No vivirá mejor de lo que ora, no trabajará mejor de lo que ora, no cantará ni enseñará mejor de lo que ora. Pero ¡prepárese! El enemigo luchará contra usted por ello, porque conoce el potencial de una vida de oración seria. Por medio de ella, Dios convertirá el poder humano de usted en poder sobrenatural. Y eso bien vale la batalla. Deje que este asombroso privilegio comience a transformar su vida, hoy mismo.